sábado, julio 08, 2017

Cuando la tumba de los Patriarcas convierte la Yihad en Milkhemet Mitzvah

Mientras el mundo está pendiente de las decisiones -o no decisiones- de los grandes en la reunión del G20 y en España muchos lo están más de un puñado de toros y cabestros corriendo por las calles de Pamplona, hay decisiones más pequeñas que explican muchas cosas.
Y una de ellas es la decisión del Comité de Patrimonio de la UNESCO de incluir La ciudad vieja de Hebrón y la mezquita de Ibrahimi -la Cueva de los Patriarcas para los judíos en la Lista de Patrimonio en Peligro. 
Eso no le resulta a nadie sorprendente ni desata su furia. Entre los bombardeos selectivos que no lo son de Israel en palestina y los atentados arbitrios de Hamas y todos los grupos yihadistas que pululan por la zona, seguramente serán algunos de los entornos monumentales más en peligro de la humanidad.
Pero lo que si ha desatado la ira furibunda del gobierno israelí es que se incluya dentro de Palestina.
No es por una cuestión territorial o de fronteras. Ambos lugares están en los territorios palestinos. No es por una cuestión política. Esos territorios están bajo la Autoridad Palestina. Es por otra cosa.
"Esta vez decidieron que la Tumba de los Patriarcas en Hebrón es un sitio palestino, lo que quiere decir no judío, y que es un sitio en peligro". "¿Que no es un sitio judío? ¿Quién está enterrado ahí? Abraham, Isaac y Jacob. Sarah, Rebecca y Léa. Nuestros padres y madres (bíblicos)", ha afirmado Bejamin Netanyahu, el agresivo hasta la extenuación internacional Primer Ministro de Israel.
Es esta afirmación la que explica muchas cosas. Es esta amarga queja la que deja al gobierno israelí expuesto. Lo que demuestra que su concepción de Estado, de nación y de política no difiere en nada de la de los yihadistas que luchan contra ellos con idéntico fanatismo religioso.
Porque que un monumento esté en la tradición religiosa de un culto en concreto no implica que tenga que considerarse parte geográfica o responsabilidad política de un país en concreto.
Es tan absurdo como decir que la Catedral de Bogotá o La Habana tendrían que incluirse dentro del Patrimonio de La Humanidad dentro de la lista española porque fueron los españoles los que acudieron a esas tierras, "cristianizaron a los indígenas" y está más cerca de su tradición que del ateísmo oficial actualmente en el Estado Cubano.
Ningún país de la tierra, ningún gobierno de la ONU defendería un principio tan rocambolesco. Ninguno salvo uno que fuera una teocracia.
Porque para el sionismo político que gobierna en Israel, la condición de judío lo es todo, la condición religiosa lo es todo. Porque ser judío es una religión, no una etnia, ni una entidad política, ni una definición ideológica. Es una religión.
Y, como sus más acérrimos enemigos -también religiosos, también arcaicos y fanáticos-, quiere imponer la idea que tienen derecho sobre todo aquello que tenga que ver con su religión y su dios. Exactamente igual que el falso califato quiere imponer la idea de que tienen derecho a gobernar a sangre, fuego y locura sobre cualquier musulmán por el hecho de serlo. Y de ahí que se proclamen califas.
Porque Abraham, Isaac y Jacob no son los creadores del Estado de Israel, son los fundadores de la religión judía -suponiendo que estén enterrados de verdad allí- y el gobierno israelí cree que simplemente por eso ya tiene derecho político sobre ese  territorio.
Teocracia pura y dura. Como lo es el hecho de que aunque seas ciudadano israelí no tienes derecho a comprar tierras si no eres judío, o que solamente se pueda contraer matrimonio por el rito judío, o que siendo judío puedas lograr -de hecho, tengas por nacimiento, derecho a la nacionalidad israelí-.
Teocracia que da la excusa perfecta. Porque si la Tumba de los Patriarcas de Hebrón es Israelí por ser judía, lo es toda la tierra en la que que se supone que ocurrieron los hechos mitológicos que relata su cosmogonía. Y así podrán ocupar casas, tierras y tiendas que ya serán judías y por tanto israelíes. Vamos, lo que están haciendo hasta ahora los más fanáticos de sus colonos, enloquecidos por la furia medieval religiosa y apoyados por su gobierno.
Teocracia, Teocracia, Teocracia.
Así que, por más que se disfrace de otra cosa, por más que intente vender modernidad, democracia, por más que intente disfrazar su guerra, que amenaza con volverse secular, de otra cosa, la realidad demuestra que solo es una cosa.
El enfrentamiento sangriento y fanático entre dos concepciones arcaicas y teocráticas del mundo y del gobierno. Irán, ISIS, Los Mártires de Al Aqsa y los halcones del sionismo teocrático que rige los destinos de Israel.
Puede que unos la llamen Yihad y otros Milkhemet Mitzvah, la guerra sagrada que todo judío debe combatir por orden de su dios -que también existe el concepto aunque no se publicite tanto-, puede que unos griten ¡Allah, Al-Qahhâr! y otros ¡Yahve Adonai Sebaot!. Pero los dos significan lo mismo. 
Y todos deberíamos saber lo que es. Lo mismo que significó hace siglos para otros que buscaban la sangre en nombre del poder y amparados en la creencia fanática en su dios: ¡Deus Vult!, ¡Dios lo quiere!. Lo mismo que fueron Las Cruzadas.

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