martes, junio 20, 2017

Una furgoneta, un muerto y la oportunidad perdida de no ser yihadistas

"Tenemos que demostrar que no somos como ellos", "Han de saber no van a cambiar nuestra forma de vida"... Ya no sé cuantas veces he escuchado esas frases en discursos, las he leído en editoriales y las he visto impresas y repetidas en cientos, miles, de tuits y posts en las redes sociales.
Pero no es verdad. No estamos dispuestos a hacer eso y la prueba es el último atentado terrorista de Londres. 
La capital de la pérfida Albión, sacudida por la barbarie de la sangre y la muerte no sé ya cuantas veces, lo ha sido una vez más y eso ha servido para demostrar que, lamentablemente no estamos dispuestos a no ser como los yihadistas.
Porque esta vez no han sido ellos, ha sido el otro espectro tenebroso del fanatismo sangriento, los que están en la otra punta de la campana de gauss de una sociedad que se enfrenta a una guerra de poder y de odio. Un loco enfurecido por el odio al grito de "voy a matar a todos los musulmanes" perpetra un acto tan semejante al de los yihadistas, tan fanáticamente aleatorio, que no acepta la más mínima duda sobre su objetivo y motivación.
¿Alguna crítica sobre la reacción gubernamental? Ninguna. 
O sea, para ser más exactos, las mismas que en cualquier otro de los atentados londinenses. Se trata como un atentado terrorista, se reiteran los mensajes de que se va a endurecer la política contra el terrorismo, los gobiernos extranjeros muestran sus condolencias, su rechazo -todos salvo el bueno de Donald que esa noche debía tener el móvil sin batería y no pudo tuitear ningún exabrupto-. Todo como en cualquier atentado. Algo que en este caso es positivo.
¿Y los medios de comunicación? Parece que lo mismo, pero no. Puede que sea hilar muy fino pero no. Recogen el atentado en sus portadas sí, pero más pequeño, con menos relevancia. Y el titular ya cambia el paso por completo: "Un musulmán muerto y varios heridos en un atropello en Londres"?
¿De verdad? ¿un musulmán?, ¿no, una persona?. Ni siquiera un titular como "Una persona y diez heridas en un atropello en Londres a la salida de una mezquita", aunque luego el subtítulo amplié la información de que todos eran musulmanes.
No, directamente "un musulmán", así alejándolo del resto del mundo, separándole en una categoría, al parecer distinta, del resto de las personas muertas en los atentados de Londres.
Y al que me quiera decir que eso es lo reseñable porque es lo diferente, le diré que se equivoca. En todo caso lo destacable es que un individuo fanático y loco atenta contra la comunidad musulmana y causa el caos y el desastre. Lo reseñable es que la locura sangrienta también llega a nuestras calles en el otro sentido. Hay mil formas de titular para dar esa información, pero ninguna incluye el sustituir persona por musulmán.
Y el subtitulo tampoco tiene desperdicio: "La policía considera un acto terrorista el atropello".
¿En serio?, ¿lo noticiable del hecho es que la policía considere un acto terrorista algo que evidentemente lo es?, ¿donde quedó el "Un atentado siembra el pánico y causa varios muertos", que fue el primer titular en un hecho idéntico hace dos meses?
Para alguien que sepa un poco de periodismo eso basta como síntoma de que el asunto no se está tratando igual, pero hay más piezas que completan la visión general. El antetítulo entonces es "Terrorismo yihadista", en este caso es "Atropello", ¿por qué no "violencia islamófoba"?
En fin, que puede parecer que los medios lo tratan igual pero no. 
El día después no sigue en las portadas, no se desgranan editoriales sobre su significado, no hacen un seguimiento del estado de los heridos, no se cuestiona si las autoridades están preparadas o actúan bien en contra de este tipo de violencia. No en absoluto. No parece el mismo tratamiento.
¿Y nosotros? Era de esperar -por lo menos para los que realmente creemos que no debemos ser como ellos-que si no somos como los locos furiosos yihadistas hubiéramos llenado las redes de tuits y e mensajes de repulsa como en los otros atentados. Nada. Era de suponer que habríamos vuelto a mover el  #PrayForLondon o cualquier otro hashtag solidario y emotivo. Nada; es de suponer que hubiéramos llenado de flores la puerta de la mezquita y hubiéramos acudidos a solidarizarnos con ellos. Nada.
Las redes mudas, las gentes mudas y ciegas, la sociedad mirando a otra parte.
Tendríamos que habernos esforzado en demostrar que para nosotros toda vida es importante,que para nosotros todo asesinato es una tragedia y una injusticia, que para nosotros el odio y la violencia religiosa es abominable, que no estamos dispuestos a tolerar que la intransigencia o el odio al islam siegue la vida de personas inocentes. 
En definitiva, que no somos como ellos, como los locos furiosos de la falsa yihad. Pero no lo hemos hecho.
¿Por qué? Porque aunque suene duro y sea -lo reconozco- injusto para muchas personas, nuestra sociedad occidental atlántica no considera a los musulmanes como de los nuestros. Da igual su nacionalidad, da igual que sean pacíficos o no, da igual que sean nativos o inmigrantes, da igual. Los musulmanes no son de los nuestros porque son musulmanes.
Y, como no son de los nuestros, su muerte nos importa mucho menos, de hecho no nos importa en absoluto. Ya sea en Londres o en Alepo, ya sea en Quebec o en Raqa. Y eso no difiere mucho de la construcción mental de nuestros enemigos. 
Una mezquita es atacada cada dos semanas en Reino Unido. Entre 2013 y 2016, se registraron 100 ataques. El 58% de los asaltos denunciados fue contra mujeres. De ellos, en el 80% de los casos, estas llevaban ropa asociada con el islam, como el hiyab o el niqab. O sea que los yihadistas las atacan por no llevarlo y los islamóbos por llevarlo. 
Pero todo eso no genera alarma social por un simple hecho: un islamófobo no es un peligro para nosotros.
Así que a día de hoy los únicos que han demostrado que,como comunidad, como grupo, no son como los yihadistas son los musulmanes que tardaron unos pocos minutos en llenar las redes con reproches al yihadismo, que acudieron a los atentados de Londres a dejarles claro a sus perpetradores que ellos no creían que su religión fuera violencia y muerte.
Nosotros tuvimos ayer la oportunidad de hacerlo y decidimos no hacerlo.

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