lunes, junio 26, 2017

Por Lessing mato, con Fuertes muero. La calidad literaria no está en la ideología

Volvemos a las andadas.
Lo nuestro es repetir una y otra vez los mismos vicios, aunque los disfracemos de otra cosa, y esta vez le ha tocado al gusto patrio por la mitificación y la desmitificación por la tremenda. Le ha tocado a Gloria Fuertes, en la polémica más absurda y banal que me he echado a los ojos y a las redes desde la guerra civil intrascendente que dividió este país por la participación en Eurovisión del Chiquilicuatre.
Alguien -Bueno, no alguien, la editora de los libros de la autora y la fundación que lleva su nombre- deciden celebrar el centenario de la autora; una profesora titular de Literatura Contemporánea española en la Universidad de Luisiana, de nombre Elena Castro escribe un ensayo sobre el lesbianismo presente en su obra y de repente se transforma en un mito.
Una miriada de perfiles virtuales que se esconden tras avatares más o menos reales o inventados deciden convertirla en su heroína.
Y tienen razones. Por atreverse a destilar su opción sexual en sus escritos en unos tiempos difíciles puede serlo; por intentar con ello hacer las mentes de adultos y menores permeables a esa realidad postergada y perseguida, también.
¿Es el colectivo LGTB quien la revindica como muestra de alguien que sufrió por su tendencia sexual? No, son aquellas que se llaman falsamente feministas porque, a estas alturas, ya perdieron la referencia de lo que eso significaba.
Pero claro, no hay una sola referencia escrita de puño y letra de Gloria Fuertes de que era feminista; no hay un solo análisis de Castro que apoye esa visión. Así que para utilizarla tienen que crear un silogismo, o al menos un sofisma incompleto imposible de demostrar, Ser lesbiana es igual a ser feminista que es igual a ser mujer. 
Por tanto todo lo que experimentara como lesbiana Gloria Fuertes es equivalente a que lo experimentó como feminista.
Y aquí surge el mito. 
Porque entonces Gloria Fuertes -que salía todos los días en televisión, que era entrevistada en la radio, que tenía fecha y hora de firma en la Feria del Libro- ha sido postergada, ninguneada y relegada por su condición de mujer.
Pero, para que esa postergación sea real, sea dolorosa e injusta, Gloria Fuertes no puede haberse quedado sin fama porque su obra fuera mediocre, porque no pasara de la rima consonante dos a dos en los tiempos en que Grabiela Mistral o Marguerite Yourcenar ya habían desgarrado la poesía hasta las entrañas; no puede serlo porque su obra no alcanzara el nivel de Ioconda Belli o Doris Lessing ahondando en el sentimiento femenino. Fuertes tiene que haber sido relegada en la literatura por ser mujer, lesbiana y feminista. Porque las tres circunstancias vitales de la autora están igualadas en el silogismo creado ad hoc por quienes quieren utilizarla para sus fines ideológicos.
Así que Gloria Fuertes tiene que ser una de la literatas más importantes de la prolija historia de la literatura española. El mito ya está listo para sacarlo a las redes y que triunfe en un Hashtag. Es falso pero eso da igual.
Gloria Fuertes puede ser imprescindible para entender el sentir y el vivir de las lesbianas en los años oscuros de las identidades sexuales perseguidas y reprimidas. Puede ser y es una heroína en ese aspecto.
Quizás lo pueda ser del feminismo aunque no tengo claro -por desconocimiento- que lo fuera. Pero desde luego si lo es de la literatura española es algo que nada tiene que ver con todo ello sino con sus escritos.
Y entonces llega Javier Marías a intentar desmitificar el asunto y falla el foco, yerra el blanco y la lía más parda de lo que ya está liada.
Porque las defensoras a ultranza de la calidad literaria incuestionable de Gloria Fuertes no lo hacen en virtud de su condición de mujer sino en de esa inventada y forzada equiparación entre mujer, lesbiana y feminista.
Por eso no les sirven Jane Austen, Emily y Charlotte Brontë, George Eliot, Gaskell, Staël, Sévigné, Dickinson, Dinesen, Rebecca West, Vernon Lee, Jean Rhys, Flannery O’Connor, Janet Lewis, Ajmátova, Arendt, Penelope Fitzgerald, o Anne Sexton
Por la simple razón de que esa triple igualdad inventada en sus mentes no se les puede aplicar por carencia de uno u otro de los factores que la ideología de las que se llaman feministas en las redes sociales -o casi todas- pretende igualar con ser mujer: feminista o lesbiana.
Por eso no les importa insultar literariamente a Elizabeth Bishop,  Agatha Christie, Gabriela Mistral, Ioconda Belli, Isabel Allende, Orczy, Crompton, De Beauvoir, Blyton, Jourcenar, Pardo Bazán, Rosalía de Castro, Chacel, Laforet, Fortún o Rodoreda, colocando una obra literaria mediocre -aunque importante o representativa en otros ámbitos ya explicados- a su mismo nivel.
Y de ejemplo del absurdo me sirve Doris Lessing.
¿Por qué la emprenden en reivindicación de Fuertes en el centenario de su nacimiento y no llenan las redes con Doris Lessing a su muerte a principios de este año?
Muy sencillo. Porque no es el arquetipo que quieren vender. 
Para empezar Lessing murió siendo premio nobel de literatura, así que lo de "invisibilizada" por ser mujer por el "patriarcado machista" se les va al traste. 
Escribe y desarrolla la épica de lo femenino en sus novelas -como sino, viniendo de Rhodesia, donde sus ancestrales habitantes luchaban y morían como iguales en sus guerras e incursiones-, pero no es lesbiana, se casa dos veces, tiene tres hijos y sus amores heterosexuales son conocidos.
Es reconocida por el feminismo reflexivo -aquel que no tira de víscera y odio para explicarlo todo- como una escritora que reflejó y ahondó en la psicología femenina, pero rechaza el feminismo considerándolo "una reducción simplificada e inútil de las relaciones entre hombre y mujer"
Y, por si fuera poco, no pueden decir eso que ahora está tan de moda de que estaba "alienada por el patriarcado" porque militó en el partido comunista, luchó contra el Apartheid y combatió en un puñado de causas más.
Así que como no responde a sus parámetros ideológicos, da igual lo fluida que sea su prosa, da igual lo arrebatadóramente emotivo que sea su acercamiento al interior humano de hombres y mujeres. No puede ser un mito literario para esas que quieren poblar las redes cada día con su falso feminismo.
Y de eso va todo esto. Aparte de que probablemente no hayan leído a ninguna de ellas o, si lo han hecho, las han repudiado por un sencillo motivo: no responden al perfil de mujer mítica que quiere expandir. O no son lesbianas o no defienden el feminismo.
Y con ello ignoran un hecho fundamental: la calidad literaria no depende del mensaje ideológico que desprenda. Puede gustar lo que Bronte, las Austen o Dickinson entienden por felicidad o papel de la mujer, puedes detestar su arrebatado romanticismo en el amores heterosexuales, pero no puedes negar que lo expresan con calidad literaria innegable.
Y lo peor de todo es que, con ese falso encumbramiento literario ideológico e ignorante de Fuertes a la categoría de mito literario, insultan a autoras que con apenas 20 años ya han superado por los bordes a la que hoy sería poetisa centenaria.
Y que además entran en sus parámetros ideológicos rígidos e inoperantes que, como dice hoy otro opinador de El País, bordean el puritanismo.



Aunque sé que, para aquellas que desechan cualquier argumento o crítica que diga por ser hombre, esto será "paternalismo y condescendencia masculina", quizás al final la solución esté en leer más poesía y menos panfletos políticos y escribir más versos y menos tuits. 

A lo mejor así descubrimos que calidad literaria e ideología no son lo mismo.
Yo lo aprendí con Vargas Llosa, Wolf, Teresa de Jesús, Hesse, Rielke, Belli o Camus.

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