sábado, junio 17, 2017

Amancio Ortega: preguntas y respuestas entre la caridad y la justicia

Justicia y Caridad. Es esta una dicotomía casi tan vieja como esta sociedad occidental atlántica nuestra que ahora languidece por egoísmo y se está desmoronando para la historia por pura y llana inconsciencia.
Puede que esa dualidad exista desde siempre, pero hoy tiene un nombre: Amancio Ortega.
Las donaciones del multimillonario han puesto nombre y apellido por unos días a ese eterno enfrentamiento que, como siempre en España, se polariza hasta límites irracionales.
Los que tiran de rechazar las donaciones -fundamentalmente adscritos a la izquierda- yerran el blanco en una paradoja entrópica en la que no les sirve el dinero porque se entrega voluntariamente, pero exigen que se aporte de forma obligada a través de los impuestos.
Los que se descuelgan en las redes Sociales con el #YoApoyoaAmancioOrtega tiran de toda suerte de argumentos absurdos -fundamentalmente contra Podemos como siempre- que pretenden desacreditar la crítica a las donaciones y sobre todo las actividades cuestionables del ínclito empresario comparándolas con nimiedades que convierten en fallas morales insalvables de sus detractores. Para mi todos se equivocan o manipulan -que ya no sé si no es lo mismo en esta sociedad-. Y creo que se equivocan porque no hacen ni se hacen las preguntas adecuadas.
¿Que es la caridad?
La caridad cristiana -que es con la que nos hemos desayunado durante generaciones, nos guste o no- no es ni fue nunca en su concepción eso de dar limosna al pobre sino otra cosa. El loco de Nazaret la interpretó como la ayuda al desfavorecido por lo inevitable- un desastre natural, la lepra, etc.-, no como una forma de paliar la injusticia. Para paliar la injusticia estaba la justicia -aunque en su caso mesiánico fuera la de Dios-.
Pero el falso cristianismo imperante y jerárquico la cambió con el correr de los siglos y ahora es otra cosa. Es soltar las migajas -aunque esas migajas sean millones de euros, es dar la calderilla de aquello que se ha ganado gracias al desequilibrio de un sistema injusto.
Y las preguntas siguen
¿Necesita la Sanidad Pública española la caridad de Ortega? Por supuesto que sí. La de Ortega y la de cualquiera. 
¿Por qué la necesita? Porque los recortes y la desafección por ella de los últimos gobiernos la han dejado en una situación precaria, lo cual era realmente su objetivo para poder privatizarla y quitar su lastre de las cuentas públicas.
¿Es Ortega culpable de esa situación? Como empresario no. Solamente lo sería en su condición de apoyo ideológico a esa política y al partido que la ejerce. Algo que solamente se supone.
¿Es justo que la empresa de Ortega pague tan pocos impuestos a través de la ingeniería fiscal? No, no lo es ¿Es el empresario culpable de esa situación? De nuevo no. Mientras sea legal y esté permitido el que es culpables es el gobierno que lo permite no modificando la tributación de las empresas amparándose en unos criterios que harían al mismísimo Adam Smith retorcerse en su tumba escocesa.
¿Se le puede exigir que Amancio Ortega que pague más impuestos? Por legalidad no, por ética sí. Aunque puede decir que en vez de eso tira de las donaciones. Si sus aportaciones voluntarias igualan los impuestos que elude pagar legalmente, podría argumentarse que sus actuaciones están éticamente equilibradas. Y sería casi cierto -si la ética pudiera equilibrarse, claro-.
¿Es la donación caritativa de Amancio Ortega un signo de su compromiso social? No. No puede serlo. Y aquí comienzan las verdaderas responsabilidades y críticas al multimillonario gallego.
Porque ni todos los millones del mundo pueden compensar que tenga a trabajadoras marroquíes trabajando 65 horas semanales por 178 euros al mes; porque si realmente tuviera conciencia social su empresa no recibiría una multa del gobierno Brasileño por un taller de trabajo esclavo en 2011; porque si realmente le importara la mejora social y la educación no permitiría que Zara contratara en ese país a empresas que mantienen irregularmente a 7.000 trabajadores; no pagaría a niñas de 13 años -cuyo trabajo está prohibido en media docena de convenios internacionales-1,3 euros al día por coser sus camisas y sus pantalones o a adolescentes trabajando sin contrato, privadas de libertad y en condiciones insalubres durante más de 72 horas a la semana por un salario de 0,88 euros al día.
Porque la mejor manera de evitar una injusticia no es compensarla por otro lado. Es dejar de participar o generar esa injusticia
¿Son las donaciones de Amancio Ortega reflejo de su compromiso con la mejora social al menos en España, ya que no parece preocuparse por ella en Marruecos Turquía, India, Bangladesh, Vietnam, Camboya, Argentina o Brasil? Ni siquiera eso y sorprende que los tiran de españolismo a capa y espada le pongan de ejemplo. 
Porque si se preocupara por eso no hubiera deslocalizado prácticamente toda su producción. La habría mantenido en España pese a que eso redujera sus beneficios -no los impidiera, tengámoslo claro- para contribuir a la mejora social de su país y que sus impuestos -que serían mucho menos susceptibles de ingeniería fiscal- contribuyeran al erario público y por tanto a sufragar la Sanidad Pública y cualquier otro servicio público. Y si luego quería donar de sus beneficios, bienvenido sea.
En definitiva ¿puede considerarse a Amancio Ortega como alguien que trabaja por la mejora social?
La respuesta es no. Y casi puede resumirse en 140 caracteres. No, porque aquel que acuchilla con una mano no puede intentar curar la herida sangrante con la otra mientras sigue clavando el cuchillo una y otra vez.
De modo que para mi, los que apoyan a Ortega se equivocan por considerar las donaciones del empresario lo que no son. Y los que las critican equivocan el foco y el objeto de sus críticas pasándolas del gobierno y la legislación española al magnate gallego.
Así que, en realidad, esto va de lo de siempre. El injusto -el que participa y se beneficia de esa injusticia- no es caritativo porque quiera remediar lo injusto de la situación sino por dos motivos. para lavar su imagen publica ya sea en la puerta del templo en los medios de comunicación y porque ha iniciado una negociación con su dios para que le salve pese a todo lo éticamente reprobable que hace y que sabe que va a seguir haciendo.
No es compromiso social, es intentar comprar mediante sobornos un pasaje a la eternidad.
Así que las donaciones de Amancio Ortega pueden ser útiles, pero no sirven de ejemplo ni de nada hasta que lleguen cuando su otra mano haya dejado de clavar el cuchillo en la herida de la injusticia social para multiplicar sus beneficios.

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