domingo, marzo 26, 2017

Sesgo cognitivo: la dolencia del fanático occidental

Sesgo cognitivo.
Dicho así, a bote pronto, sin anestesia ni nada, hasta parece una de esas enfermedades raras que de vez en cuando asaltan las páginas de los periódicos o las páginas web de noticias. 
Pero no es nada de eso. Es una justificación buscada a  toda prisa para tratar de justificar algo injustificable.
Una mujer con un chador pasa por delante de los heridos de los atentados de Lóndres en Westminster. Es fotografiada como otros muchos, no se detiene como otros muchos. Y esa instantanea es utilizada para clamar contra los musulmanes, para avivar el odio. Para crear ese "ellos o nosotros" que pretende sustituir a la única división justa que debería haber en esta guerra infinita que tenemos encima. "Todos o ninguno".
Y lo peor no es que usen esa foto con ese fin unos millares de arrogantes mezquinos sin cerebro que no tienen ni idea de lo que es la patria por más que se la lleven una y otra vez a la boca y al pecho. Lo peor es que hay medios que, fingiendo denunciarlo, lo asumen; que, aparentando explicarlo, lo justifican.
Y aquí entra en escena el sintagma en cuestión. Eso del sesgo cognitivo.
Han recuperado un concepto antiguo, casi arcaico, de cuando la psicología mantenia que no era bueno decir al paciente que era estúpido aunque ese fuera su único problema, y tiran de él para venir a decir: "No son islamófobos, no pueden evitarlo. Tienen sesgo cognitivo".
Nosotros, ese "nosotros" que los que padecen el sesgo cognitivo utilizan, ¿somos los buenos occidentales atlánticos, preferiblemente blancos y con toda seguridad cristianos, que nos preocupamos por el sufrimiento de los heridos que vemos en la calle, los que defendemos los valores de ayuda de esa fe que se dice que es nuestra tradición?, ¿ese "nosotros" significa que nosotros nos preocupamos del sufirmieno ajeno e intentamos ayudar mientras que a ellos, los pérfidos musulmanes, fanáticos religiosos todos ellos, no les importa el sufrimiento humano en aras de su dios?
¡Mentira! ¡Mezquina, rastrera y vulgar mentira!
Ese "nosotros" ve todos los días morir a gente de hambre a lo largo y ancho del globo, contempla siete años de guerra auspiciada y mantenida por nosotros, observa y conoce el sufrimiento esclavo de aquellos que trabajan en Äfrica, en China o en la India en favor de nuestras empresas y corporaciones... Y no hace nada, pasa de largo, de canal, a otra cosa. 
Ese "nosotros" ve rebuscar a niños, familias y ancianos en la basura y sigue caminando, ve a enfermos sin apoyo, medicinas o gente que pueda cuidarles y sigue paseando sin importarle nada, ve parados arrojados al hambre y a la mendicidad sufriendo la humillación y la agonia de no tener trabajo y sigue su caminar impertubable. 
Ese "nosotros" ve como policías que deberian protegernos hacen saltar ojos de viandantes, pegan palizas a diestro y siniestro y no se detienen a preguntar, ni a ayudar a los que sangran. Siguen su camino no vaya a ser que al final les caiga a ellos que "no han hecho nada"¿A ese "nosotros" se refieren?
¿De verdad alguien va a intentar vendernos que somos una sociedad tan brillante y cuajada de luminosos principios porque cuatro personas ayuden a los heridos de un atentado?
¿De verdad van a ignorar el hecho de que en los atentados de París o de Niza hubo más heridos pisoteados por la gente que quería huir que por los disparos y nadie se paró a ayudar a nadie?
¿En serio quieren que no tengamos en cuenta a todas esas personas que pasan cada día por encima de un anciano que duerme en la calle para sacar dinero en el cajero?, 
¿Realmente quieren que ignoremos en ese "nosotros" a los millones que se paran en una marquesina ignorando el desesperado grito en forma de campaña publicitaria de las organizaciones internacionales, que se muestra gigantesco ante ellos por los muertos de Siria o del hambre o por los refugiados?
¿De verdad quieren que saquemos de la ecuación a los que graban como un hombre pega una paliza de muerte a una mujer en lugar de meterse a evitarlo, o los que cogen con su movil como una madre maltrata a su hijo en un centro comercial en lugar de pararle la mano, o los que se cambian de acera cuando ven a un grupo de descerebrados amenazando o arrancando el hijab a una muchacha musulmana en una calle en lugar de enfrentarse a ellos?
¿Todas esas personas no son "nosotros"?, ¿todos esos que ignoran el sufrimiento ajeno no son "nosotros"?
La sociedad occidental atlántica es la más indolente, irresponsable e insensible del mundo y de la historia -y eso incluye a la siempre nombrada en estos casos decadencia del Imperio Romano, que ya es mucho decir- y es completamente mezquino intentar manipular la realidad para presentar una instantanea como cualquier otra cosa porque todavía quede un puñado de personas entre nosotros que se paren a atender a un herido en la calle.
Y los que estén pensando en argumentar que no es lo mismo todo eso que un atentado que lo hagan, pero lo cierto es que de poco me servirá tal argumento.
Una muerte es una muerte, el sufrimiento es el sufrimiento. Me da igual que sea de hambre, guerra, bomba, atropecho, puñalada, ahogamiento en el mediterraneo, bombardeo en Alepo o cualquier otra forma. No hay escalas de muertes.
Y los que me vengan a hablar de muertes de inocentes tampoco me parece que estén muy bien encaminados.
Ahí si hay un nosotros. Todos nosotros somos culpables. Cada gota de nuestra gasolina lleva una porción de la sangre y el sufimiento de muchos; cada minúscula porción de coltan de nuestros modernos smartphones lleva una gota del sudor esclavo de muchos en varios continentes; cada hilo de algodón o de seda de nuestras sugerentes prendas ínitimas lleva una hebra de explotación y sufrimiento de niñas en Sri Lanka, Burkina Faso o Thailandia; cada café que nos bebemos lleva un grano de trabajo infantil en Sudámerica o África...
Así que en eso sí. En eso hay un "nosotros" y en ese nosotros todos somos culpables.
Por indolencia o ignorancia, por clueldad o desisdia, pero todos nosotros somos culpables de que ocurra y de que no deje de ocurrir.
Por mucho que los medios pretendan edulcorar la estupidez de los que ayer se lanzaron a las redes mundiales con ese "ellos y nosotros" con ese arcaico concepto psicológico del sesgo cognitivo -tan muerto y enterrado como el behaviorismo que convierte al autócrata en asertivo y al estúpido en pasivo-agresivo por no llamarles a ambos por su nombre-, esa locura absurda tan solo tiene un nombre.
Fanatismo.
Porque el fanático es que altera la realidad en favor de sí mismo para no tener que cambiar su modo de pensar; porque elfánatico es que el usa su odio para interpretar el mundo y salir de esa interpretación siempre bien parado y a salvo; porque el fanático es el se arroga el derecho de actuar de un modo que luego considera perverso cuando lo ve o lo cree descubir en otros.
Fanáticos, todos los que retuitearan, dieran un corazón o simplemente asintieran en silencio ante ese tuit perverso y meserable, son fanáticos.
Igual de peligrosos, violentos y fijados en el odio irracional que del más loco de los locos de ISIS. 
Sin justificación ninguna como no la tienen los yihadistas del falso califato. Tan letales y merecedores de castigo y repulsa como ellos. Que matan y claman por la sangre y la muerte igual que ellos cada día.

domingo, marzo 12, 2017

Agua en Marte o hacer prioritario nuestro ombligo


Que estaba yo dispuesto a escribir sobre esta agria y artificial polémica que nos tiene ahora ocupados con Victoria Prego y Podemos sobre la libertad de opinión, de expresión y de información, cuando una amiga subió la foto que ilustra este post a su Twitter. Y claro, me tiró lo palos del sombrajo.
Ventajas y desventajas de conocer y querer a gentes que piensan en algo más que ellos.
Así las cosas, de repente el problema no fue si Victoria Prego o Podemos, sí la libertad de expresión o de información. De repente el problema volvió a ser el que ha sido siempre, el que está llevando a este Occidente Atlántico a una muerte lenta y degradante: la obsesión por hacer importante lo nuestro, la absuluta incapacidad de fijar prioridades más allá de nuestros universos ínfimos y minúsculos, que no son ni siquiera una china en el calzado de la humanidad.
Y nos pasa a todos y en todo.
Gastamos cantidades ingentes de dinero en encontrar agua en Marte y no en potabilizar la que no pueden beber los niños de África o del sudeste asiático. Empleamos miles de millones en desarrollar 4Gs, HDs o cualquier otra técnlogía y no en llevar electricidad -que a ellos les da igual que sea limpia o no- a quienes aún se alumbran con velas y se calientan con leña; gastamos y recaudamos dinero para proteger los derechos de los animales y no aportamos fondos para las generaciones que nacen en África, hasta el punto de que Unicef tiene que hacer una campaña en la que amenaza con su cierra por falta de fondos.
Y así con todo. Hemos predido el foco de lo importante, hemos desistido de priorizar más allá de nuestras necesidades. Sabemos que debemos hacerlo pero nos negamos a salir de nuestros microuniversos.
Cada uno en lo suyo.
Los periodistas patrios debaten sobre sus derechos en lugar de informar sobre los miles de refugiados que sufren y que mueren en las fronteras del mundo; escriben sobre presiones políticas o empresariales en vez de dar importancia a una crisis humanitaria como no la conoce la humanidad en los últimos 70 años; dedican sus portadas y columnas al derecho a la libertad de expresión de HasteOir y su autobús en lugar de hacerlo sobre el limbo que se extiende en la frontera de Haiti y la República Dominicana con medio millón de personas sin patria ni futuro.
Han decidido que su ombligo es lo más importante del mundo. Que como a ellos es lo que más les interesa, ha de ser lo más importante.
Y no podemos echarle la culpa solo a ellos -o a nosostros, que sigo siendo periodista y no me pesa-. Todos hacemos lo mismo con lo nuestro, con esas diminutas porciones de realidad que son nuestros universos relativos
Los amantes del futbol polemizan y argumentan durante horas sobre si tal gol fue en fuera de juego o sobre si la Federación debe o no renovarse y pasan a toda prisa las páginas en las que se informa de forma incompleta y vaga sobre las guerras que están matando al mundo.
Los defensores de los animales se vienen arriba en la calle y las redes por la muerte de media docena de asnos e ignoran intencionadamente que por cada asno muerto en el mundo hay cada miles de seres humanos que tienen igual fin -o peor y más cluel- por el hambre, la esclavitud, la falta de recursos y por enfermedades que deberían estar superadas hace siglos si esas zonas tuvieran acceso a los mismos recursos farmaceúticos y médicos que tenemos nosotros.
El feminismo patrio gasta tiempo y esfuerzo en visibilizar a la mujer occidental en el comic, el arte o la ciencia, ignorando o fingiendo ignorar los millones de mujeres sometidas a la explotación económica que sufren por culpa de lo que los hombres y mujeres de la civilización occidental atlántica imponemos al resto del mundo con nuestra economía basada en el consumo creciente, la explotación de recursos ajenos y el sometimiento de los habitantes de tres cuartas partes del mundo a nuestras necesidades.
La derecha conservadora se preocupa y hace leit motiv de su existencia del orgullo nacional, la indisolubilidad de España, si hay una bandera u otra en no sé qué balcón o qué lengua se habla en cada sitio, mientras millones de personas gritan en cualquier lengua por terror a las bombas, a los atentados, a los disparos, a las minas...
Todos hemos convertido nuestros ojos en rendijas pequeñas que solamente son capaces de mirar lo que le parece importante a nuestro egoísmo como seres que están perdiendo, si no han perdido ya, la capacidad humana de fijar prioridades comunes.
La falsa progresía con su memoria histórica, el falso liberalismo con el impuesto de sucesiones, el feminismo con la sororidad, el masculinismo con la custodia compartida, los periodistas con la libertad de información, los tuiteros con la libertad de expresión, los furboleros con el fútbol, los amantes del cine o el teatro con el precio de las entradas, los conductores con el tráfico, los transeuntes con la contaminación, los religiosos con su moral, los ateos con el laicismo...
Y, concentrados en ese egoísmo que solamente nos deja ver lo propio, lo que nos afecta, lo tratamos como si fuera lo único, como si fuera importante, como si no fuera completamente irrelevante.
Porque lo será, si seguimos sin darnos cuenta de qué es lo prioritario para el conjunto de la humanidad, lo será. Porque los impuestos, la memoria, la bandera, la contaminación, la sororidad, el fuera de juego, la tecnología 4G o la libertad de expresión no te sirven de nada si estás muerto o vives cada día en el límite mismo de la muerte.
Porque encontrar agua en Marte no servirá de nada si no queda nadie en la Tierra que aún pueda beberla.

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