sábado, junio 27, 2015

La dignidad defendida y la tentación totalitaria

Lo hicieron, lo hacen y lo seguirán haciendo.
El proceso kafkiano -en el sentido literal de la palabra- contra el concejal de Ahora Madrid Guillermo Zapata por reproducir en las redes sociales  -que no inventar- dos desafortunados chistes sobre Irene Villa y el pogromo nazi del pueblo judío ha vuelto a demostrar otro de los vicios totalitarios que los partidos tradicionales de este país tienen: el control e instrumentalización de los movimientos asociativos.
Y digo totalitario porque intentar imponer un pensamiento -por muy progresista u honorable que pueda parecer- es una forma de actuar totalitaria. Ya sea la dignidad de las víctimas del terrorismo, la memoria de los exterminados en la barbarie nazi o la dignidad de las mujeres maltratadas, por poner tres ejemplos muy elementales y muy traídos y llevados en tierras patrias con uno y otro gobierno.
¿Nos acordamos de cuando el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero intento imponer una ley en que una mujer era acosada en el trabajo por unos "criterios objetivos", independientemente de que ella se sintiera acosada o no?, ¿se nos viene a la memoria cuando el Partido Popular intento imponer su concepto de dignidad de las victimas del terrorismo a los familiares de los asesinados por el yihadismo furioso en Atocha ese aciago 11 de marzo?
Ahora ocurre lo mismo. Irene Villa no se siente ofendida por el chiste de Zapata -ni por ningún otro sobre su persona, según parece-. Lo dice en la radio, lo dice en Facebook, los dice en Twitter por activa y por pasiva. Pero el fiscal decide "de oficio" que su dignidad ha sido ofendida.
La comunidad judía sefardí guarda silencio, lo cual es decir mucho de una colectivo que está siempre ojo avizor y con razones históricas de sobra ante el antisemitismo, pero el gobierno decide que Zapata es un antisemita que merece cárcel y condena por ello.
Desde Luis Herrera hasta la fiscalía intentan convencer a los supuestos actores pasivos de este drama inventado y magnificado con finas puramente político de que se sientan ofendidos en su dignidad y cuando no lo consiguen ponen en marcha a sus quinta columnistas asociativos.
Como hicieran las asociaciones y observatorios feministas con el maltrato y el acoso, como hiciera la AVT con los familiares de los muertos en el 11-M, entran en escena quienes nada tienen que ver en el asunto para imponer el criterio que al gobierno que les financia y mantiene le interesa que se imponga.
En este caso se llama Asociación Dignidad y Justicia. Pero podría llamarse Observatorio de Violencia de Género, Asociación Peones Negros, Asociación de Mujeres Divorciadas o AVT.
Se arroban la representación de quien no quiere que les representen, la superioridad moral y el derecho de pensar por ellos y a hablar en su nombre. 
Vamos, lo mismo que hacían las asociaciones abertzales pro etarras, amenazando a los familiares de los presos y a los propios reclusos de la banda a mostrarse a favor de lo que ellos llamaban "lucha armada", aunque no quisieran hacerlo; o lo que hacían los camisas pardas en el Berlín de 1931 forzando el saludo de todo alemán que se encontraran por la calle ante la inminente amenaza de una paliza en toda regla.
No es cuestión de dudar de que los objetivos iniciales de estos colectivos instrumentalizados por cada gobierno, pero si del hecho de que se conviertan en herramientas para la imposición de una forma de ver las cosas, de entender el mundo que los gobiernos pretenden que toda la sociedad asimile por la fuerza.Solamente porque reciben el apoyo y la subvención del gobierno de turno para hacerlo.
La definición de dignidad personal, sea de las víctimas del terrorismo, de las mujeres maltratadas, de los supervivientes del pogromo nazi, de los hombres maltratados o de cualquier otra persona es responsabilidad individual de cada uno de ellos y ha de respetarse como la vive cada uno sin utilizar esa defensa con fines políticos y electorales.
Que a lo mejor conviene recordar a Proudhon de forma literal:«El derecho es para cada uno la facultad de exigir de los otros el respeto a la dignidad humana en su persona». Pero para cada uno, que conste. 
Todo lo demás es totalitarismo ideológico en estado puro.

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