domingo, junio 14, 2015

Chistes, realidad y estupidez cogida por los pelos.

"Bill Clinton va a Sudáfrica decidido a acabar con el Apartheid y cuando va camino de la residencia de Pieter Botta ve en la costa un yate de cuarenta metros de eslora con un negro haciendo esquí acuático.
Sorprendido comenta al conductor:
- Yo creí que aquí trataban fatal a los negros pero veo que están perfectamente integrados
El conductor alza una ceja y responde
- Mister Clinton, usted sabrá un motón de política internacional y despliegues militares pero de la caza del tiburón blanco con cebo humano no tiene ni puta idea por lo que veo.”
 Mi padre es negro, mi hermana, el ser humano  al que más quiero de la tierra, es mulata. No tengo que deciros que ninguno de mis tres hijos es Blanco, Anglosajón ni Protestante y, por supuesto, no aguantaría un examen ario de pureza.  Tengo tantos primos en Guinea Ecuatorial que si hubiera elecciones y me presentara ganaría seguro por mayoría absoluta. El único fotógrafo que conozco lo suficientemente loco y cuerdo a la vez para hacer de la información de guerra una experiencia responsable es un negro jamaicano capaz de fotografiar una colilla mientras cae y ponerse a hacer fotos a un taque y a un bulldozer para parar la demolición del a casa de una familia palestina. La única fecha de la historia americana por la que brindo es el 1 de enero de 1863. Mi madre, una blanca española de Chamberí me obligó a ver Raíces y llorar con ella mientras la veía. La única frase del cine universal que me pone los pelos de punta del cine es de “Amistad” y la dice un almirante inglés: “Me es muy grato comunicarle que tenía usted razón. La fortaleza de esclavos de Sierra Leona no existe” (crescendo de música y cañones bombardeando la última fortaleza de esclavos de África)
Vamos, que soy negro y he elegido ser negro.
Pero un chiste es un chiste.
 Mueren un judío, un musulmán y un sacerdote católico y van a las puertas del cielo. Tras una amplia deliberación, un ángel les comunica que ninguno está salvado, que deben deambular por el desierto en fila india durante cien años para purgar sus faltas.
- “Si cometéis un solo pecado más, desapareceréis y seréis arrojados al infierno” -amenaza el ángel- Para ti, elegido de Yahvé, nada de dinero, para ti, adorador de Alá nada de cerdo y para ti, sacerdote de Dios, el sexo está prohibido.
Los pobres se ponen a ello. Va primero el judío, luego el musulmán y finalmente el sacerdote católico.
Cuando llevan siete días andando, de repente el judío ve algo brillar en la arena y cuando se acerca ve que es una moneda de dos euros. Frunce el ceño, se encoje intentando resistirse pero al final se agacha a recogerla y ¡zas! Desaparece.
El musulmán y el cura continúan su penitencia y tras varios días deambulando por el desierto atisban un oasis. Se acercan y ven como alguien se ha dejado un cochinillo asándose en un espetón. El musulmán intenta resistirse, reza, hace abluciones, pero al final el hambre le puede y se agacha a cortar un pedazo de la comida prohibida.
Y ¡Zas!, desaparece el cura".
 Curas redentoristas, jesuitas y trinitarios me enseñaron a pensar por mí mismo, a ser fiel a todo lo que creo. Monjes franciscanos me salvaron la vida cuando en Belén no tenían ningún motivo para hacerlo con alguien que no creía en ellos.
Fieles judíos de nombre Dorom y Yamshi se jugaron la vida por mí, murieron y quedaron impedidos por salvarme, me quitaron un arma de las manos, me enseñaron a sobrevivir donde la vida no se valora más allá de la guerra y solo me pidieron que si un día morían y ese día yo aún estaba vivo hiciera un Kaddish por su alma. Y lo hice, ¡por Yahvé, que lo hice!
Un musulmán de nombre Selim eligió salvarme en lugar de su hermana. Me protegió. Salvo la vida y la falsa e impostada dignidad de mujeres que nada comprendían de su mundo solo porque eran amigas de la mujer a la que yo amaba por entonces y me regaló un anillo que me hizo su hermano. Y otro corrió por las calles para alejar las balas de nosotros y otro cantó canciones en mi lecho doliente, y otra me escondió de su gente y su guerra y otra me dio sal cuando yo no había hecho absolutamente nada para ganarme su hospitalidad.
 Pero un chiste es un chiste. Y sé que cuando lo cuento cualquiera de ellos sería el primero en reírse.
¡A ver si dejamos de ver fantasmas y empezamos a comprender que la risa nos cura y lo importante es lo que haces, lo que eres y lo que defiendes y no lo chistes que cuentas con dos copas!
 Y si alguien no entiende lo que esto significa. Peor para él o para ella

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