viernes, abril 03, 2015

Un pacto nuclear que hace del mundo una aliteración

Mientras nosotros nos despertamos saturados de dianas floreadas y nos acostamos al ritmo de cornetas y tambores procesionales, el mundo cambia.
Los cinco países del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas llegan a un acuerdo nuclear con Irán, otrora miembro impenitente del Eje del Mal inventado por Bush y de la resistencia anti imperialista ficcionada por ellos mismos. 
Sí, el mundo cambia.
Y junto a ellos Alemania que, curiosamente, sin que nadie tenga mucho que decir, se arroba el derecho de representar los intereses de la Europa de los 27 aunque luego la que pose junto a la bandera del cielo estrellado sea de nacionalidad italiana. 
Sí, el mundo cambia.
Y el gobierno israelí y su recientemente reelegido Primer Ministro Netanyahu, se mesan los cabellos y se rasgan las vestiduras mientras Estados Unidos, su presidente y sus lobbies de presión, hastiados de la eterna canción de victimismo de su cada vez más molesto aliado, miran a otro lado. 
Sí, el mundo cambia.
Y los monarcas absolutos de suníes de Arabia Saudí, Kuwait, Los Emiratos Árabes y Qatar, que matan tantos homosexuales y lapidan y flagelan tantos adúlteros como los ayatolas iranís se quejan y protestan al ver que no es solo su petroleo sino también el de otros el que genera comprensión y ganas de diálogo aunque la Sexta Flota sigue anclada en sus puertos. 
Sí, el mundo cambia.
Y el presidente iraní y su ministro de asuntos exteriores sonríen por el éxito ignorando el rugido de furia de su estamento religioso en las mezquitas y los minaretes por la blasfemia que supone la alianza con el demonio infiel. 
Sí, el mundo cambia.
Y Rusia y China sonríen abiertamente en la foto en lugar de mostrarse como los forzados convidados de piedra después de haber llevado la situación al límite forzando vetos a las sanciones a Irán en el Consejo de Seguridad de la ONU  y haber apoyado abiertamente al gobierno de Teherán en su programa nuclear. 
Sí, el mundo cambia.
Después de la revolución de 1979 en Irán que privó a Estados Unidos de su dictador títere, el sha Mohammad Reza Pahlevi, después de emprenderla a tiros con secuestradores y rehenes en la embajada estadounidense en Teherán, de armar a Sadam Hussein hasta los dientes en Irak para descabalgar a los ayatolas del alazán del poder, de forzar una aciaga y desastrosa intervención de los cascos azules en Líbano para romper el dominio de Irán a través de Hezbollah en el valle de la Becah, de forzar la invasión de Afganistán para romper el eje chiita/taliban y salir escaldados, de aceptar y hacer la vista gorda a la operación de asesinato de científicos nucleares iranís que emprendió Israel en cuanto supo que había un gramo de uranio enriquecido dentro de las fronteras de la antigua Persia, Irán y Estados Unidos se sientan, hablan y llegan a un acuerdo.
Sí, el mundo cambia.
Una potencia agotada de la guerra en mil frentes, respaldada por otras que ya no lo son y no podrán volver a serlo ceden ante las demandas de un tradicional aliado de sus potencias enemigas que ahora son las que cortan el bacalao aunque mantienen la apariencia de que el imperio permanece intacto mientras los países que habían puesto su apuesta de supervivencia en la alianza incondicional con los países poderosos observan con miedo como ya no se pone tanto interés en defenderles.
Sí el mundo cambia.
Pero suena tanto a Roma, el Sacro Imperio romano germánico, el Imperio Español, el Imperio Colonial inglés o el auge y caída del III Reich que da igual que sea la religión, el oro, el dominio del mar, el carbón y el acero o el petróleo lo que haga que el mundo cambie y se redibuje.
Sí, el mundo cambia. Pero la historia no. La historia siempre se repite.
No hemos aprendido nada.

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