jueves, diciembre 05, 2013

Una multa la lava la cara al asesino del euribor

Mientras los medios de comunicación españoles se lanzan a una vorágine de perseguir con indignación fingida a delincuentes y criminales excarcelados legalmente, en una elusión voluntaria y visceral del hecho de que han cumplido sus condenas legales y los que han incumplido una de las normas más básicas del Estado de Derecho han sido aquellos que les mantenían en prisión, hay otros criminales de los que no hablan, de los que hablan poco, por cuyas acciones pasan de puntillas y para los que no se pide a gritos los cumplimientos íntegros de sus condenas. Vamos, que ni se pide que se les condene a nada.
Durante una década varios centenares de individuos -e individuas, que diría el lenguaje paritario- se han vestido cada mañana con sus impolutos trajes de chaqueta de Armani, con sus inmaculados conjuntos de Chanel, han cogido sus flamantes coches de empresa y han salido a la calle a delinquir.
Los ejecutivos estrella, las operadoras de cuentas destacadas, de los 31 grandes bancos del mundo decidieron dejar de ser lo que eran para transformarse en una Honorable Sociedad, en una Cosa Nostra que se dedicaba a manipular el euribor y otros tipos de interés en su propio beneficio y en el de las entidades para las que trabajaban.
Y dicho así parece una cosa menor, un delito quizás, pero uno de esos trapicheos que hacen los bancos en la frontera de la legalidad, una de esas operaciones que los tiburones financieros, que bordean el límite externo de la ley, hacen bajo el amparo de legiones de abogados que les permiten traspasar el filo sin cortarse.
Quizás por eso la Comisión Europea se aplaude a sí misma porque les ha impuesto unas multas millonarias -que para las provisiones de los bancos no lo son tanto- por atentar contra la competencia. Quizás por eso, porque las finanzas son el arcano mágico del siglo XXI que nadie entiende y nadie se atreve a intentar entender, parece que es suficiente.
Pero no lo es.
La manipulación del euribor y de los tipos de intereses londinense y nipón no es un delito financiero, no es un fraude. Es un crimen de sangre y muerte que bordea la definición de lesa humanidad.
Porque sus robos, sus latrocinios, han sacado de los hogares europeos miles de millones de euros. Han llevado a sus bolsillos 3.000 millones de euros italianos, 1.800 españoles, 5.000 alemanes, 2.500 británicos y otros muchos, arrancándolos de los hogares hipotecados que los necesitaban para llegar a fin de mes, de las cuentas corrientes de los pequeños negocios que los necesitaban para sobrevivir, de los ahorros de personas que pretendían tener un mínimo colchón para afrontar su futuro.
Y eso no atenta contra la competencia, ni contra la libertad de mercado. Al menos eso no es lo importante. Eso ataca frontalmente y sin misericordia  la misma supervivencia de las personas. Si lo hiciera un particular sería un intento de homicidio. Si lo hiciera un ejército sería un acto de guerra.
Como señores de los cárteles de la droga de Medellin o Sinaloa, manipulaban a escondidas los precios de su mercancía sin importarles cuantos de sus obligados clientes dejarían de poder acceder a ella y morirían de síndrome de abstinencia o se ponían de acuerdo para cortarla y manipularla sin tener en cuenta cuantos caerían envenenados o por sobredosis.
Veinte millones de hogares europeos han sufrido el espolio de aquello que necesitaban para sobrevivir, de los fondos que precisaban para salir adelante solamente para que esos enfants terribles de las finanzas aumentaran sus comisiones incrementando las ganancias de sus bancos.
Treinta y un bancos se han puesto de acuerdo para manipular el euribor, 31 entidades se han aliado para delinquir, 31 sociedades anónimas se han puesto de acuerdo para robar, extorsionar y matar a los hogares y negocios europeos. Y eso por definición es una conspiración. Y una conspiración criminal y delictiva, también por definición, solamente tiene un nombre y un supuesto penal: Crimen organizado.
Y por si eso fuera poco, luego, como ejecutores y sicarios de una banda mafiosa, ha mandado a sus abogados y sus cobradores a reclamar la deuda ilegalmente inflada y obtenida y si no se ha podido pagar no les ha temblado el pulso para arrodillar al deudor y descerrajarle un tiro en la nuca con su ejecución hipotecaria y su desahucio
¿Una mujer que se arroja por el balcón de su vivienda en Bilbao cuando recibe la notificación de desahucio atenta contra la competencia?, ¿un hombre que se quema vivo en Lisboa cuando es expulsado de su casa atenta contra el libre mercado?, ¿Un niño que muere de pulmonía en las calles de Torino porque su familia ha pasado a vivir debajo de un paso elevado es una ofensa a las leyes de comerciales?, ¿un anciano que se pega un tiro en la sien en la plaza Sintagma de Atenas para no tener que rebuscar en la basura es un incumplimiento de los principios del liberal capitalismo?
No no son eso. No merecen una multa.
El incremento de un 30% en los suicidios en todos los países de la zona euro a causa de la crisis económica no merece una multa, los cientos de miles de familias europeas que han perdido sus hogares no merecen una multa, los millones de personas que han sido arrojadas al umbral mismo de la miseria o al agujero más profundo de ella no merecen una multa.
Porque una multa no es castigo para aquellos que con su latrocinio mafioso, con su extorsión hipotecaria, han transformado esas muertes en suicidios inducidos, para aquellos que son colaboradores necesarios, si no responsables directos, de toda esa pérdida de vidas y todas esas injusticias.
Como estamos en Europa merecen la cárcel. Si estuviéramos en Wyoming merecerían la inyección letal. Si estuviéramos en guerra solo mecerían el paredón. Y sin bala de fogueo.
Así que la próxima vez que queramos reclamar que los criminales permanezcan en la cárcel más allá de los castigos que marcan las leyes no recurramos a la víscera fácil y fanática de los asesinos y violadores que han cumplido veinte años de condena y salen legalmente del presidio.
Enviemos a nuestra mente imágenes de trajes de Armani y conjuntos de Chanel.
Porque esos 31 bancos, constituidos voluntariamente y con alevosía en sociedades para el delito, han matado a más niñas que el asesino de Alcasser, han arrojado a la prostitución y violado a mas mujeres que el macarra más perverso, han descerrajado tiros en la boca a más europeos que la más sangrientas de las bandas criminales y no han cumplido ni un solo día de condena por ello. Nadie les ha aplicado la doctrina Parot. De hecho, ni siquiera les están aplicando la ley.
Solamente les multan como si se hubieran saltado un semáforo o hubieran escupido en la calle. Y los medios de comunicación no se indignan, no les persiguen, no claman por la inseguridad que para todos supone que no estén entre rejas para siempre.
Porque, claro, son los mismos que dan créditos blandos a esos medios para que sigan a flote y que prestan casi a fondo perdido dinero a los partidos para que puedan engañarnos a toda página y cartel en sus campañas electorales.
Y eso siempre  es motivo para una redención de la pena.

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