sábado, octubre 26, 2013

Rosell o el falso elogio de la indignidad productiva

Hay un individuo que accedió a su cargo porque su antecesor traspasó hacia adentro los muros de una prisión. Existe un individuo que cree o parece creer que su cargo es una palestra para hacer un ejercicio continuo de regresión social destinada a conducirnos al sistema de la servidumbre medieval. Hay un bulto con lejanas sospechas de ser humano que se hace llamar Juan Rossell y dice presidir la CEOE. Y se arranca ni más ni menos que con esto:
"Los parados deben aceptar cualquier trabajo por malo que sea y por malas condiciones que tenga".
No nos vamos a sorprender ahora de que este individuo diga lo que realmente ha querido siempre. 
Lo que ha puesto en marcha junto con sus aliados en la Moncloa, forzando con unos recortes innecesarios, una política fiscal abrumadora y unas reformas legales draconianas, un escenario que haga incrementar el desempleo hasta los niveles de miseria y desesperación necesarios para que este deseo se cumpla.
Pero lo que sí podemos hacer es pagarle con la misma moneda.
"Todo empresario debe aceptar cualquier encargo, pedido o negocio, por malo que sea y por malas que sean las condiciones que se le ofrezcan".
¿Por que no? Si un parado está obligado a aceptar un sueldo indigno, un horario stajonovista o el derecho de pernada si le place a su contratador, ¿por qué el empresario que no tiene beneficios no está obligado a aceptar cualquier pedido aunque el precio le haga producir en pérdidas?, ¿por qué el empresario no está obligado a aceptar cualquier negocio aunque sea ilegal o le obligue a utilizar dinero propio y no de la empresa para poder culminarlo?
El señor feudal Rosell se llevaría las manos a la cabeza porque diría que eso haría que cualquier empresa quebrara, que los empresarios no pudieran ganar dinero y que no se creara riqueza. Y tendría razón.
Pero todos esos argumentos son utilizables para mantener la dignidad del trabajo. Tanto para los parados como para los que tienen empleo.
Porque si los que no tienen trabajo renuncian a obtenerlo en las condiciones mínimas de dignidad que les garanticen, no la supervivencia paupérrima, sino una vida decente, están iniciando un ciclo que frenará en seco la generación de riqueza y su reparto para toda la sociedad. 
Porque si aceptan sueldos por debajo del umbral de subsistencia iniciarán una cadencia perversa e imparable que arrojará al desempleo a los cada vez menos que ahora lo tienen para substituirlos por aquellos que están dispuestos a trabajar en cualquier trabajo y en cualquier condición. Y esos nuevos parados tendrán que entrar en ese nuevo ciclo de empleo pírrico y miseria.
Porque si aceptan formar parte del mercado laboral servil y semi esclavo que propone Rosell para garantizar sus ingresos y su riqueza, que no la de todos, el consumo se hundirá porque ni siquiera trabajando se podrá acceder los bienes más básicos, los sectores de servicios y bienes no básicos caerán en picado porque si no se tiene dinero para patatas mucho menos se va a gastar en bares, fines de semana románticos o Iphones 5
De modo que volvemos de verdad a los imperiales tiempos de Isabel y Fernando y todos sobreviviremos trabajando el campo y acarreando rebaños para la todopoderosa Mesta porque nuestro tejido empresarial y de servicios no valdrá ni el dinero que cueste imprimir en papel reciclado las empresas que cierren cada día.
Y los habrá que digan que todo eso está muy bien pero que mejor es un mal trabajo que no tenerlo.
Y se equivocarán
Yerran porque los que tenemos trabajo tenemos la obligación de garantizar que los que no lo tienen vuelvan al mercado laboral en las mismas condiciones en las que se fueron, si no en mejores.
Tenemos que hacerlo no dando un paso atrás en nuestros derechos, no bajando la cabeza para conservar el empleo, no concediendo ni una sola reducción de salario injustificada, ni un solo ERE, ni un solo incremento de jornada, ni una sola pérdida de la antigüedad  ni una sola congelación. Es nuestra obligación que los empresarios paguen esta crisis con la parte de sus beneficios que pretenden salvar, cargándola sobre nuestros bolsillos y nuestra dignidad. 
Y, por si alguien no lo tiene aún claro, también tenemos la obligación  de trabajar. 
De no escudarnos en la falta de incentivos para escaquearnos; de, sin luchar por un aumento de sueldo o una mejora de condiciones, refugiarnos en que nos pagan poco para hacer tarde, mal y nunca, nuestro trabajo. La irrenunciable obligación de dignificarnos y de no tirar de egos heridos, dolencias oportunas o excusas sospechosas para eludir la parte de dignidad que nosotros hemos de aportar al entorno laboral. Porque si no trabajas de una forma digna no tienes derecho a reclamar unas condiciones de trabajo dignas.
Así que al tajo, que hay mucho. 
Empleo no, pero tajo hay un montón si queremos evitar que bultos sospechosos como Juan Rosell y los escaqueadores de profesión nos roben la dignidad en nuestros entornos laborales.

1 comentario:

Juan María Gómez Márquez dijo...

Este blog me encanta. Lástima que este tipo de cosas sólo suelan leerlas los que ya pensaban así anteriormente y no aquellos que ni se plantean que algo va mal...

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