miércoles, agosto 14, 2013

Educación, Reforma Laboral y Síndrome de China

Quizás sea el momento de plantearse algunas reflexiones ahora que el verano y las entradas y salidas de dirigentes del PP del despacho del juez Ruz nos dan un respiro. Bueno a todos menos a los seis millones de parados, a los trabajadores de los centros de dependencia valencianos que no cobrarán su nómina en agosto, a los rectores y administradores de las universidades que ven acumularse unos cuantos centeneras de euros sobre sus mesas en forma de facturas por los impagos de los distintos gobiernos, a los estudiantes jienenses a los que se multa por defender la educación pública, a los interinos que han recibido las notificaciones de que se han quedado sin trabajo en Valencia, Madrid y Castilla-La Mancha, a los profesionales sanitarios que tienen saturadas sus urgencias por el cierre veraniego de hospitales, que los profesores de la FP Superior se van a tener que lanzar a la calle a buscar alumnos a puerta fría para completar su sueldo, como el más avezado vendedor de alarmas...
Bueno vale. Comienzo de nuevo... Quizás ahora, que ni el verano, ni las idas y venidas de prohombres y "promujeres" del PP a los juzgados nos sirven para nada de respiro, es momento de hacer algunas reflexiones genéricas.
Empecemos por la competitividad.
Los dos ejes fundamentales del vuelco de ingeniería social inversa que pretende el Gobierno hacer en nuestro país se basan en esa excusa. La reforma laboral, cada uno de sus decretos, cada una de sus leyes, cada una de sus involuciones, tiene la competitividad en los labios de aquellos que la han diseñado y la apoyan. La reforma educativa y todos sus recortes son también justificados una y otra vez por Wert y todos sus adláteres y espejos autonómicos, desde Catalá a Figar, por la deseada, ansiada e imprescindible competitividad.
Pues bien, hablemos de competitividad. Podemos considerarnos personas medianamente cultas, pero para poder tener una conversación apropiada sobre este concepto no nos sirve cultura alguna si no definimos lo básico: ¿contra quien queremos competir?
La respuesta que se nos viene automáticamente a la mente es con los mejores, con los mas ricos. Vamos que queremos jugar en primera división, compartir mesa y mantel con Alemania, Estados Unidos e incluso Gran Bretaña y Francia.
Pero, vito lo visto y lo hecho por el Gobierno, parece que no. Por mas que se intente copiar la FP Dual Alemana -sin sus salarios y sus puestos de trabajo asegurados, eso sí-, por más que se hable del sistema universitario privado estadounidense -sin su tradición y su fortaleza académica, eso también- no se pretende competir con esos países.
Porque si el objetivo fuera ese. Nuestro gobierno estaría haciendo justo lo contrario de lo que hace.
 Estaría potenciando al máximo el estudio universitario y de grados técnicos superiores en lugar de buscar la mejor manera de dejar al mayor número de alumnos fuera para no tener que importar científicos, ingenieros y técnicos como le ocurre ahora al mapa laboral alemán -cosa que por cierto no airean demasiado, no se vaya alguien a dar cuenta de que el sistema actual no puede ser tan malo cuando los últimamente adorados teutones nos piden licenciados-.
Y sin embargo está buscando expulsar a la mayoría de los alumnos de la universidad, está eliminando los conciertos con los centros de enseñanza de grados superiores de FP.
Y sobre todo si buscara eso, si considerara a esos países sus competidores y se preparara para competir con ellos estaría cambiando el tejido productivo y empresarial de este país.
Estaría haciendo lo posible para que esta país generar un tejido industrial propio, para que el setenta por ciento de nuestras empresas dejaran de pertenecer al sector servicios. No estaría machacando las costas para mantener el turismo ni empeñado en mantener un mapa empresarial en el que una de cada cuatro empresas es un bar, un restaurante o un local de copas -Y ¡Que vivan los bares!, por otro lado-.
Alemania, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia -entre otros- tienen unos tejidos empresariales que se basan en la producción, en la fabricación mucho más que en los servicios, por eso no podemos competir con ellos.
Y si quisiéramos hacerlo aumentaríamos el gasto en I+D en lugar de reducirlo a cero. Crearíamos sectores productivos estratégicos en lugar de cargarnos el de nuevas energías, por ejemplo. Estableceríamos regiones tecnológicas en torno a centros de investigación y de estudios como Silicon Valley, Rhode Alpes o Baja Sajonia para que el personal mas cualificado, las empresas más innovadoras y las investigaciones más avanzadas estuvieran juntas y fueran capaces de generar sinergias entre sí. Y no solo no se hace sino que se torpedean desde los jardines moncloitas los intentos en ese sentido que realizan gobiernos como los de Euskadi, por ejemplo.
Pero ni la reforma laboral ni la educativa van por ese camino. Solamente se trata de detraer recursos económicos y ciudadanos de las manos de la educación y el desarrollo científico para entregárselos a empresas que, aunque generaran empleo -cosa que ya han demostrado que no hacen- nunca podrían contribuir a ese cambio productivo porque en su naturaleza no está la fabricación de nada, son del sector servicios.
Así que, si no estamos haciendo lo que deberíamos hacer para competir con quienes se supone que tendríamos que competir, ¿a qué está destinada nuestra competitividad?
Puesto que desconocemos la respuesta tendremos que analizar lo que esta haciendo la corte genovesas para obtener la respuesta.
La reforma laboral está reduciendo los salarios hasta límites que bordean el coste laboral cero, está reduciendo la capacidad legal de los trabajadores de recurrir a la justicia para defender sus derechos, está poniendo en manos de las empresas la potestad absoluta para determinar cuando y cuanto trabajan los empleados y cuanto cobran por ello.
¿Donde ocurre eso? En Estados Unidos en parte pero desde luego en Francia, en Gran bretaña y en Alemania desde luego que no. En esos países el nivel de sueldo se varias veces el español, el sueldo mínimo se el doble o el triple del nuestro, las tablas salariales por categoría vienen determinadas por los convenios y son de obligado cumplimiento y los sindicatos son tenidos en cuenta-incluso en Estados Unidos- a la hora de las decisiones laborales por las cuenta que les trae.
 La reforma educativa, desde la FP básica para aquellos que no superan la secundaria hasta el endurecimiento innecesario de las becas universitarias, pretende crear una masa de población con los mínimos estudios básicos necesarios para ejercer de mano de obra barata.
¿En qué lugares ocurre eso?. En Alemania, Francia Gran Bretaña y Estados Unidos no. Porque recurren a una masa de población inmigrante -que también es un mecanismo perverso, por cierto- de turcos, latinos, magrebies o nativos de cualquier país de la Commonwealth, dependiendo del caso para cubrir esos nichos laborales.
La política fiscal carga sobre los ciudadanos para poder evitar cargara las empresas, diseña amnistías a los defraudadores, algo que nunca ha ocurrido en Francia, cuyo concepto ni siquiera es permitido en Alemania y que no se recuerda en Estados Unidos desde que Eisenhower propusiera a los defraudadores -mafiosos la mayoría de ellos, por cierto- eludir la prisión a cambio de comprar bonos de guerra en los años cuarenta del pasado siglo.
A eso añadimos el hecho de que nuestros empresario, presididos por el cuentacuentos Joan Rosell, se desgañitan pidiendo más poder e impunidad para "atraer la inversión extranjera" -¿alguien ha visto que los empresarios británicos, franceses, estadounidenses o alemanes vean como la solución a sus problemas que otros empresarios extranjeros creen empresas en lugar de hacerlo ellos?-.
Y si ademas sabemos que el Ministerio de Hacienda no mete a mano a las sociedades de acciones en paraísos fiscales ni en las actividades financieras especulativas fiscales y que nuestros gobiernos regionales babean por lograr que un empresario del juego se instale en el extrarradio de Madrid a cambio de venderles casi como esclavos sin representación sindical a sus ciudadanos, de no cobrarle impuestos durante varios años, de incumplir leyes que van desde el índice de edificabilidad hasta la prohibición de fumar, el misterio llega a su punto de resolución.
En esas condiciones, con esas acciones, nuestra competitividad está destinada a competir, y valga la redundancia, con aquellos países que ofrecen impunidad empresarial absoluta, costes de trabajo mínimos, impunidad jurídica total para los beneficios y grandes masa de trabajadores dispuestos a trabajar en cualquier condición porque no tienen otra salida ni otra expectativa vital.
No queremos competir con Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña o Alemania, nuestro gobierno quiere competir con los países en los que las empresas de esos países deslocalizan sus centros de producción para ahorrar costes. Moncloa no quiere crear sectores industriales, tecnológicas y productivas de futuro, desean que nuestro tradicional sector servicios, arcaico y en manos de una patronal novecentista se nutra de las necesidades de esos otros que vienen a producir a España porque les sale más barato, porque tienen que pagarle menos a sus trabajadores,  gastar menos en impuestos y ahorrarse millones en gabinetes jurídicos porque siempre habrá un político que hará que la ley esté a su favor a cambio de un buen regalo navideños.
Nuestro gobierno quiere hacernos competir con Mali, con India, con China, con Tailandia y con Bangladesh. No quiere, por seguir con la fábula de la ilustración, convertirnos en leones sino hacernos más apetecibles para ser devorados que las otras gacelas.
De hecho, ya hay por ahí opinadores que ponen de ejemplo al esfuerzo chino como paradigma, ignorando que los comerciantes que usan como arquetipo para su tesis de la competitividad trabajan dieciséis horas al día, incumplen varias docenas de reglamentos de comercio, no tienen derechos laborales, no tienen fiestas e incluso utilizan a menores para trabajar para lograr esa competitividad.
Quiere que Victoria Secret utilice las manos de nuestras adolescentes y no las de las africanas para tejer el algodón y la seda de sus delicadas prendas a un céntimo la braga; que Apple utilice los ojos y los dedos de nuestros hombres y mujeres para ensamblar su Iphones a seis euros la hora en lugar de las de los ciudadanos de la República Popular China. 
Quiere que seamos competitivos para que los jugadores del mundo vengan a Alcorcón porque pueden fumar en el casino, pueden desgravar las pérdidas de las mesas de juego, pueden meter mano impunemente a las crupieres y camareras sin que los sindicatos puedan decir nada y además las putas son más limpias que las de Shangai o Bangkok. Esa es la competitividad que buscan y la que están consiguiendo. 
En 2012 Bangladesh redujo al 35% el porcentaje de personas que viven en la pobreza. Nosotros lo aumentamos al 19,8%. Aunque su pobreza no es la nuestra, nos falta poco para empezar a ser plenamente competitivos. Enhorabuena.


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