domingo, enero 06, 2013

La parabola de Monseñor Demetrio y la catecúmena.

- Monseñor Demetrio, ¿el feminismo radical es malo porque es radical? ¿Porque, como todo lo radical, puede llegar a interpretar el mundo solamente a través de un prisma, a tratar a los individuos como un todo homogéneo y a asignar virtudes y defectos solamente por el hecho de ser hombre o mujer?
- No hija mía, no. Hacer eso es bueno. El feminismo radical no es malo por eso.
Nosotros hicimos eso en el siglo I, considerando perversos a todos los que mantenían la fe en los dioses grecorromanos, quemando la biblioteca de Alejandría, considerando paganos e impíos todos los textos generados por los que tenían esas creencias pese al saber que atesoraban.
Luego lo repetimos en el siglo XI, enviando a lo peor de cada país y cada familia a matar infieles al grito de "dios lo quiere", sin buscar un acuerdo, una entente ni un entendimiento con aquellos que pensaban de forma diferente a la nuestra. Santificando a hombres que se bañaron en la sangre de judíos y musulmanes y potenciando el más fanático de los radicalismos
Y luego lo repetimos en el siglo XV poniendo en marcha la Santa Inquisición donde el radicalismo de unos cuantos era la tabla de medir para decidir sobre la vida y la muerte de los que no creían en un dios idéntico al nuestro e incluso los que, creyendo en ese mismo dios, se negaban a verlo como nosotros o a rendirnos pleitesía y ciega obediencia.
El feminismo radical no es malo por ser radical, por poder convertirse en fanático o por correr el riesgo de intentar imponer una única visión del mundo. Si eso lo hizo la Santa Madre Iglesia no puede ser malo. El feminismo radical es malévolo porque puede hacer lo mismo que hicimos nosotros pero defendiendo cosas opuestas a las nuestras.
Es malo porque nos viene mal.
- Entiendo, Eminencia. Entonces, ¿la ideología de género es mala porque antepone los derechos de unos a otros, el derecho de la vida de unos al derecho a la vida de otros?, ¿es mala porque defiende el aborto?
- No pequeña, no. Los caminos del Señor son inescrutables.
Durante siglos, La Santa Iglesia de Roma ha hecho lo mismo. Eso no puede ser malo. 
Hace cinco siglos convencimos a todos los monarcas europeos para anteponer el derecho a la vida de los creyentes en nuestra versión de dios al derecho a la vida de todos los demás y para que decretaran expropiaciones, expulsiones, persecuciones y pogromos de todos ellos en todos los reinos que se llamaban cristianos.
Hace seis siglos nuestros teólogos mantuvieron que dios prefería la muerte de un infiel que su vida y no nos importó defender la vida de niños o de adultos si no se convertían a nuestra fe. La vida no nos importaba si no estaba al servicio de nuestro dios y por tanto bajo nuestro mando y dominio.
Hace siete siglos, cuando éramos muchos y eso no importaba, decidimos que el aborto no era un pecado porque los nacidos no tenían alma hasta que eran bautizados, porque era mejor que se borrara el pecado de una madre soltera que conservar una vida
Pero hace poco más de un siglo un papa decidió que dios había cambiado de opinión porque cada vez éramos menos, porque mientras el resto de las religiones ganaban en ciegos adeptos la nuestra la perdía y nos convenía que los nuestros tuvieran el mayor número de hijos posibles.
Así que la ideología de género no es mala por defender el aborto y no el equilibrio entre el derecho a la vida de unos y de otros. Es perversa por defenderlo ahora que a nosotros no muy mal que se defienda.
- Comprendo, Ilustrísima. Pero ¿entonces no es buena porque defiende el divorcio y eso atento contra el bienestar de los niños y las niñas?
- No, jovencita, no. Los misterios teológicos escapan a tu discernimiento. Ora y escucha para que te llegue la iluminación.
Durante siglos nosotros hemos dejado de lado el bienestar de los niños. Hemos aplicado castigos corporales en nuestras instituciones sin importarnos si eso hacía sufrir o traumatizaba a los niños.
Durante centurias hemos casado y descasado a monarcas, nobles y gentes de posibles si importarnos el impacto que esas anulaciones tenían en sus vástagos ni en las vidas familiares que se rompían con ellas.
Casi desde el principio, nuestros confesores y directores espirituales han forzado con el miedo al pecado y a la condenación el mantenimiento de familias rotas donde no había habido o ya no quedaba amor ninguno sin preocuparnos un ápice si ello suponía el maltrato parental a menores, la explotación de los mismos o incluso los más abyectos abusos por parte de uno u otro de los padres.
Durante décadas hemos protegido y escondido a curas pedófilos y pederastas, a abusadores sexuales de menores y a todo tipo de personas que hacían daño a los niños preocupándonos más por nuestra imagen pública que por el bienestar de esos menores.
Así que, si a nosotros, los representantes de Dios sobre La Tierra, no nos importa el bienestar de los niños, eso no puede ser malo.
Defender el divorcio es malo porque no depende de nosotros, porque la gente puede descubrir que hay otra forma de vida y de felicidad, que un mal marido o una pésima esposa pueden ser una madre ideal o un padre abnegado y eso nos deja a nosotros sin nada que decir.
Defender el divorcio no es malo porque atente contra el bienestar de los menores. Es malo porque nos quita a nosotros la capacidad de decidir sobre el futuro de la gente.
- Voy pillándolo Obispo Fernández, voy pillándolo.
Entonces, Eminencia ¿puedo abandonar esa familia a la que voy en el que varias mujeres que son hermanas están casadas con el mismo hombre, en la que hombres que no tienen su misma sangre obligan a niños a que les tratan como padres y esas mujeres a que las traten como madres y en la que todos dicen ser hijos de alguien que no está?
- Por supuesto, pequeña, ese es el claro ejemplo de familia desestructurada, impía, perversa, lasciva y pecaminosa que engendra la ideología de género, el feminismo y, en general, toda ideología que anteponga el deseo del ser humano al de dios, que es, como tú bien sabes, el nuestro.
- Gracias Monseñor Fernández por darme permiso para no volver jamás al colegio de curas y de monjas en el que estudio y, ya de paso, ¿puedo, con su bendición, dejar de estudiar religión, para mayor gloria de dios?
- ¡Hija mío! ¡No has entendido nada! ¡Estas al borde mismo de la herejía! ¿Cómo vas a dejar de estudiar religión para mayor gloria de Dios?
- Para santificar aquello que nos dio y que es lo más preciado que Él nos entregó, Ilustrísima
- ¿la familia cristiana?, ¿la Santa Madre Iglesia?, ¿la virtud, la virginidad y la castidad?, ¿la obediencia y la humildad? ¿Cuál ese don que quieres defender, hija mía?
- El Libre Albedrío, Monseñor Demetrio Fernández, el Libre Albedrío. 
Por cierto, ya me voy, que vienen a traerle su bozal. 

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