viernes, enero 25, 2013

Catalá y Valencia fichan a Gonzalo de Berceo como pedagogo mariano -con nuestro dinero, claro-.

Corría el año de gracia de 1237 y todo eran parabienes para un presbítero, criado den San Millán de La Cogolla, por la publicación de sus Loores, que habían dejado sin habla y arrebatados de clamor sacro a todos cuantos lo leyeron.
“Ellos esto diciendo encogiose la mar,/en muy poco instantes retornó a su lugar /quieríales don Cristo gran milagro mostrar,/ para que de su Madre tuviesen qué contar”.
Uno se podrá preguntar a qué viene este medieval y medievalista comienzo de post pero es que por más que lo he intentado no he encontrado nada que se asemeje más ni de lejos que estos versos de Gonzalo de Berceo, escritos allá cuando el milenarismo apenas estaba superado por los pelos, para encontrar una comparación más o menos pareja a lo que está haciendo la Conselleria de Educación del gobierno de la Comunitat Valenciana
Porque en el año de gracia de 1237 -aproximadamente que por entonces los calendarios variaban con la misma frecuencia que la prima de riesgo- el bueno de Gonzalo de Berceo daba una clase magistral en lo escolástico en versos pareados sobre Los Milagros de Nuestra Señora y hoy, en el año de desgracia de 2012, María José Catalá, consellera de educación del Gobierno valenciano, intenta hacer lo mismos. De hecho se ha puesto a ello.
Y no esperen una de esas comparaciones que se destilan en la esencia típicas de estas endemoniadas líneas. La cosa es absolutamente literal.
Catalá no tiene 40.000 euros para proporcionar un autobús escolar, por supuesto no tiene más allá de un par de millones de euros -fijados en su propio presupuesto- para impedir que los barracones que son muchos de los centros de enseñanza públicos se le vuelen por los aires con la microgénesis explosiva de las narices, desde Montserrat hasta Benidorm, desde El Saler hasta el innominado 107, Catalá no tiene unos miles de euros para manos de pintura, relleno de socavones o arreglo de cañerías y ni siquiera unos cientos para las facturas del gasóleo de institutos valencianos, pero si lo tiene para dar unos cursos sobre Los Milagros de Nuestra Señora.
Así como suena, sin anestesia ni nada, sin el más mínimo intento de disfrazarlos de otra cosa, sin el menor pudor a mostrar como un gobierno autonómico, emanado de los poderes de un estado aconfesional, gasta y tira el dinero en ampliar los conocimientos del profesorado y de la comunidad educativa de su región en una materia tan relevante para nuestra supervivencia presente y futura como son los Milagros de Nuestra Señora.
Y no es que Catalá entienda la aconfesionalidad de esa forma absurda que se entiende en este país que es estar con todos para que no se pueda decir que no se está con nadie. No, no es eso.
Porque uno busca ansioso un curso sobre La importancia y los Milagros de Fátima en la tradición islámica y no lo encuentra, uno busca uno sobre Sara, Miriam y las mujeres de los patriarcas del Talmud o algo sobre las novias de Siddhartha, las deidades femeninas fenicias o cualquier otra cosa por el estilo y no lo encuentra.
Así que a Catalá ya no se le ve de qué pie cojea. Es que lo mueva arrastrándolo con tan desmedido descaro que va dejando un surco en la tierra sobre el que se podría plantar un huerto- para lo que , por cierto, su consejería tampoco tiene dinero, según ellos. Para huertos escolares, se entiende-.
Para para Nuestra Señora sí.
La consejería tiene dinero suficiente para ofertar un curso de reciclaje del profesorado basado en los hechos sorprendentes atribuidos a una madre soltera de tiempos del emperador Augusto nacida y muerta en Galilea. 
Y no es una charla cualquiera de aquí te pillo aquí te mato, no. Es un curso en toda regla, que se impartirá en el Obispado de Alicante ¿por qué no me sorprende?, y se desarrollará desde el próximo 7 de febrero hasta el próximo 14 de marzo. En total, 30 horas lectivas divididas en seis sesiones.
Y, a ver, no es que vaya a sorprender a está alturas que esta émula del ínclito ministro Wert en tierras valenciana haga algo de eso. Acaba de donar miles de millones en suelo y exenciones de impuestos a las llamadas por ella Escuelas de Iniciativa Social, que no son otra cosa que conciertos con entidades religiosas -algo que ya hiciera allá en sus años de acólita, ¡Uy perdón!, de juventud, cuando era alcaldesa de Torrent- y otras lindezas por el estilo que solamente favorecen a quien está vinculada, o sea el Opus Dei.
Lo que indigna es el tempo, la forma, el modo y la circunstancia en la que eso sucede.
Si las ruinosas inversiones del Gobierno de Valencia hubieran resultado rentables, si el circuito y el Gran Premio de Fórmula 1 hubiera llenado las arcas autonómicas, si las tasas del Aeropuerto de Alicante hubieran engordado el erario público, si los fastos papales, las copas de vela y las inversiones en los equipos de fútbol hubieran hecho rica a Valencia y a su tesoro autonómico, sería criticable que Catalá despilfarrara el dinero en un curso baldío e inútil desde todos los puntos de vista, que nada tiene que ver con el reciclaje y la mejora del profesorado en su ejercicio docente y cuestionable hasta desde el punto de vista teológico -hay que recordar que la adoración y devoción a la madre de su mesías ha estado siempre al borde de la idolatría en la mente teológica y los pasillos de Roma-.
Pero con la educación pública recortada y arrasada, con madres desnudándose para lograr un autobús, con padres encerrándose para lograr un colegio digno, con la FAPA  valenciana en pie de guerra, viendo como no pueden apagar todos los fuegos que enciende el bombardeo sistemático a la línea de flotación de la Enseñanza Pública al que somete la desidia y el recorte de su Conselleria, que les destine un solo euro, aunque sean solamente los gastos que precisa para anunciarlos -que es mucho más, seguro-, a los milagros de María, la Galilea no es solo criticable, es un insulto medido y desmedido. Es una prevaricación en toda regla.
Porque ella sabe que una entidad pública no puede sufragar algo de tan marcado contenido religioso que se explicita diciendo que en las clases se "presentarán los elementos que configuran la presencia del cristianismo" al tiempo que se "reflexionará sobre la validez del mensaje de Jesucristo en nuestro tiempo" y hay sentencias judiciales que lo afirman por activa y por pasiva.
Porque ella sabe que los cursos dados por las comunidades autónomas deben aportar contenidos finalistas, que en este caso son la capacitación de los profesores, y la vida mariana no capacita a los profesores para nada -salvo para aguantar con resignación cristiana toda la impotencia y la falta de recursos que ella misma les obliga a asumir-. Y los dictámenes judiciales sobre casos de cursos corruptos en las comunidades de Madrid o Galicia -incluso alguno que otro en Euskadi- así lo afirman.
Y sobre todo porque María José Catalá, que no debe ser tonta para poder haber medrado dentro de la Obra de Balagué sobre La Tierra, que no es ciegue, pese a que deje que su lobbismo religioso la haga apartar la vista de la realidad, sabe que su obligación como consejera, la obligación que juró al jurar su cargo es para con la enseñanza pública, no para con otra cosa, que el dinero del que dispone es para la Enseñanza pública no para conseguir que los profesores de colegio e instituto sientan devoción mariana, que su cargo está al servicio del Estado, de lo público y de los ciudadanos. No de la Ciudad de Dios, de lo religioso y de los feligreses.
Y por si la ciencia, la filosofía y la teoría política laica no le deja eso claro, Catalá también sabe de otras fuentes.
No se puede servir a dos amos. Y no era precisamente laico y a ateo quien lo dijo.
Si estás en el gobierno, tus amos son los ciudadanos y debes servirlos a ellos. De igual quien te adoctrinara, quien te encumbrara, quien te cubra las vergüenzas y te diga que te ha perdonado los pecados, quién finja garantizarte la salvación.
Si quieres seguir al otro amo, lo tienes muy fácil. Coge tu cruz y síguele. Creo que eso fue lo que te exigió, María José. Pero síguele tú sola, no nos lleves a nosotros.
Pero María José Catalá no pretende servir a dos amos, pretende que sus dos amos la sirvan a ella, porque en realidad, cumple a pie juntillas la máxima del dueño único.
Catalá parece servir a dos, al estado y al Opus Dei, pero solamente sirve a uno que no es ninguno de esos dos, ni por supuesto ese dios que tanto tiene en la boca, en la peineta y supuestamente en la mente.
Catalá usa a dios, al Opus y al estado para servir a su dinero, solamente a su dinero, a su único dios, a su único gobernante, a su único dueño.
Y por eso se atreve a malgastar el nuestro resucitando la pedagogía mariana del bueno de  Gonzalo de Berceo.

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