miércoles, octubre 03, 2012

Experimento Big Data: "yo soy yo y mis conexiones" (o el arte de querer vivir obviando al otro)


Uno de los signos de nuestro tiempo es que la ficción cada vez nos alcanza antes. Hasta hace dos días como quien dice el futuro tardaba mucho en llegar. Los escritores de anticipación, los guionistas de ciencia ficción, vivían y morían antes de que la realidad alcanzara sus visiones, sus sueños o sus pesadillas.
Pero ya no. Hace un tiempo indeterminado entre cuando empezamos a usar el éter para fingir que nos comunicamos y hoy mismo, que los plazos se han acortado, que la ficción se ha hecho casi simultánea con la naturaleza de nuestra realidad. 
No hace ni dos semanas que Black Mirror, una serie televisiva que no lo es porque obliga a pensar, nos mostraba como sería el mundo si un aparato nos recordara todo lo que habíamos visto en nuestra vida y ya alguien nos presenta algo llamado The Human Face of Big Data que se encuentra a caballo entre ese capítulo televisivo y el gran clásico mil veces referenciado de El Gran Hermano de Orwell. Algo que registrará todo lo que hacemos, lo que vemos y lo ejecutamos durante toda nuestra vida en Internet.
Algo que, entre pompa y circunstancia, anuncia la posibilidad definitiva de lo que llevamos intentando hacer desde que confundimos la conexión con la comunicación y el acceso con la información.
Algo que nos permitirá definitivamente apartar a esa molestia antaño llamada prójimo de nuestras vidas. Que nos consentirá matar al otro.
Porque referenciará a los demás -en el caso de que todos lo usáramos, por supuesto- por lo que hace en el mundo virtual, por sus conexiones, por su existencia ficticia en el vacío que algunos inventaron para vincular y nosotros nos empeñamos en usar para mantenernos aislados. Con la ficción de comunicarnos, pero aislados.
Porque el ser humano será sus conexiones, porque sus relaciones serán sus conexiones, porque sus reacciones serán sus conexiones, porque sus definiciones serán sus conexiones.
Más allá del error anecdótico que nos impedirá diferenciar a un analfabeto informático, incapaz de eliminar o filtrar su spam de viagra a olas páginas que saltan mostrándole todo tipo de páginas porno, del obseso sexual y otros errores por el estilo, saber a qué nos conectamos y que se conectan los demás nos conducirá al sueño que esta civilización occidental atlántica lleva persiguiendo desde hace generaciones.
Al mito del aislamiento seguro y del control absoluto de nuestras relaciones personales, sociales, afectivas y políticas.
Sustituirá al ser humano por las conclusiones que nosotros saquemos de cada ser humano sin ni siquiera conocerle.
El disco duro de Black Mirror, que grababa todo lo que un individuo veía, nos eliminaba de la ecuación precisamente al individuo que lo llevaba, haciéndole solo referenciable por lo que él veía que los demás veían de él.
Es decir, nosotros veíamos como, digamos, su amigo del alma, contemplaba que el portador le llamaba "cabrón con pintas" y solamente teníamos la reacción del otro para alcanzar el significado.
No veíamos si el individuo lo decía sonriendo, si lo decía con sarcasmo, si gesticulaba airado, si le estaba enseñando una foto de una broma que le había gastado en su infancia.
Si el receptor se lo tomaba mal era simplemente que el otro le había insultado, si el receptor se lo tomaba bien significaba que era una broma. No contaba con la posibilidad de error en la decodificación del mensaje.
Pero Big Data va más allá. Es la culminación del proceso que iniciamos con la conexión constante. 
Ya no necesitamos  tener al otro como referencia para comunicarnos con él. Podemos enviarle un mensaje de felicitación sin necesidad de ver en su rostro la extrañeza o la repulsa directa a nuestro mensaje, podemos transmitirle o recibir de él una mala noticia sin necesidad de escuchar cómo se rompe su voz por el teléfono al transmitirla o sin tener que soportar como estalla en llanto o como se indigna al recibirla.
Ya no tenemos gestos, inflexiones, reacciones, silencios incómodos, miradas, sonrisas torcidas silenciosas, miradas iluminadas. Ya no tenemos comunicación. Solamente tenemos millones de monólogos entrelazados que no se convierten en diálogos porque nunca perciben ni tienen en cuenta las reacciones del otro.
Y con este nuevo experimento alcanzamos el clímax, la perfección del camino que ya estamos recorriendo hacia la falsa comunicación unidireccional y sin respuesta efectiva. 
El otro ya no existe. Solo existen las conexiones que ha hecho.
Big Data nos dirá como somos y se lo dirá a los demás sin necesidad de reflexión por nuestra parte ni de contacto por parte de los otros. Estableceremos el prejuicio como única puerta de entrada a la comunicación entre seres humanos.
Dime a qué te conectas y te diré quién eres. Y si no me gusta a lo que te conectas no me gusta quien eres.
La vida, que hasta hace un par de generaciones, era la ciencia de los porqués, se convierte de repente en la tecnología de los cómos y de los cuantos.
Conozco a un individuo en una red social y descubro que se conecta constantemente a páginas neonazis. No me gusta, le descarto.
A lo mejor lo hace porque está haciendo un estudio universitario o porque es policía y su trabajo es investigarlo o por cualquier otro motivo. Pero Big Data no lo dice y nosotros estamos parapetados tras el éter para no tener que preguntarlo antes de decidir. Sus motivaciones no importan, solamente importan sus conexiones.
Entro en contacto con una mujer en una fiesta y Big Data me dice que entra contantemente en páginas LGTB. Con toda la tristeza de nuestras hormonas desinfladas la descartamos para fines afectivos o amatorios.
A lo peor es porque lleva la prensa de esos colectivos, a lo mejor es porque tiene una hermana que acaba de salir del armario, a lo mejor es por puro activismo y no por tendencia sexual pero nosotros no necesitamos pasar el trago de preguntárselo. Big Data nos da la respuesta a su tendencia sexual cuantificada en el número de sus conexiones y nuestras conclusiones solamente dependen de nosotros, no de la realidad. Las circunstancias no importan.
Dejamos de ser “yo y mis circunstancias”, para ser “yo y mis conexiones”.
Ya lo hacemos, ya lo estamos haciendo de forma continua y constante hasta el punto de que nuestra aparente constante comunicación es solamente constante conexión, pero Big Data nos daría la posibilidad universal de referenciar a los demás solamente por el tamiz de nuestro individualismo.
Yo no digo que sea bueno o malo. Solamente digo que no es humano.
A lo mejor hasta tenemos que dejar de ser humanos para sobrevivir. Para vivir tengo claro que no, pero para sobrevivir... cualquier cosa es asumible, ¿o no?

No hay comentarios:

Lo pensado y lo escrito

Real Time Analytics