jueves, septiembre 27, 2012

25S Dos docenas de errores más uno (II)

Antes de que empiecen a proliferar por la parte baja de estas endemoniadas líneas las acusaciones de fascista, totalitario, facha o cualquier otra cosa que se les ocurra a los que han sido objeto de mi análisis en la primera parte de este post. Voy con la segunda.
La docena de errores que ha aquejado a los organizadores de esta convocatoria del 25 de septiembre tiene un reflejo, idéntico, completamente simétrico y paralelo, en aquellos que eran el supuesto objetivo de esas protestas, en ese gobierno nuestro que es el referente de una sociedad que cada vez cree menos en él porque cada vez cree menos en lo que está haciendo.
Sus errores son los mismos, aunque parezcan algo radicalmente diferente..
1.- El Gobierno ha tirado de la misma manipulación, fingiendo desconocer un hecho que todos conocían. 
Ha intentado amalgamar a los convocantes de este acto con los manifestantes de citas anteriores pese a que ninguno de los sindicatos nacionales o sectoriales, ninguna de las plataformas ciudadanas o de los colectivos sociales de la manifestación de hace diez días figuraba entre ellos.
Desde las declaraciones del titular de Interior afirmando "que son los mismos que se manifiestan todas las veces". Hasta las de la Delegada del Gobierno en Madrid -que cada vez que abre la boca hace subir el pan- afirmando que “intentan lo mismo que intentó el 15-M y no se les va a consentir", han buscado hacer ver a todos que era un peldaño más cuando en realidad sabían que esta convocatoria estaba intentando subir otra escalera diferente.
Han ocultado la presencia y el apoyo de la extrema derecha radical para centrarse en lo que ellos han llamado "restos trasnochados de la izquierda" algo  en lo que, desde luego, no pueden integrarse a grupos como el partido de Ynestrillas y otras organizaciones de ese corte político, que se han mostrado entusiasmadas con la iniciativa.
2.- Ellos también han confundido la realidad con la ficción. 
Han centrado su atención en Internet, en los mundos virtuales intentando criminalizar su uso como herramienta de oposición al Gobierno. Han olvidado que convocar algo de forma virtual no lo convierte en real. Que los delitos solamente existen en el mundo real. Han tirado de su nueva ley de Interior en un intento de convertir la sociedad española en el mundo de Minority Report, en el que se detiene a la gente por un delito que aún no ha cometido solamente porque en Internet se dice que lo puede hacer.
 Han llegado a decir que es ilegal manifestarse ante el Congreso, confundiendo la realidad de la legislación española con la ficción de la ley que a ellos les gustaría que existiera y que ya cuenta con varias advertencias previas de magistrados del Tribunal Constitucional.
3.- El Gobierno ha echado mano del mismo desconocimiento del concepto de desobediencia civil. 
Primero, lanzando de nuevo a la egregia Delegada del Gobierno en Madrid a la tarea, afirmando algo tan absurdo como que llamar a la desobediencia civil y practicar la desobediencia civil es un delito.
Algo que sabían falso y que solamente buscaba el miedo al castigo, el miedo a la represalia legal. Porque la desobediencia civil solamente puede castigarse legalmente -en los pocos casos en los que es castigable- cuando ya se ha producido y nunca es considerada por nuestro ordenamiento jurídico como un delito. Solamente como una falta. Si alguien no paga los impuestos, Hacienda se los reclama, si alguien da su tarjeta sanitaria a un inmigrante, Sanidad se la retira o le multa y así sucesivamente. Si alguien propone que se haga todo eso, el Gobierno, le guste o no, se tiene que aguantar. A menos que cambie la ley para adecuar la libertad de expresión y de reunión a sus necesidades. 
4.- Los tiempos tampoco han sido el fuerte del Gobierno en esto de su supuesta reacción a la supuesta desobediencia civil. 
Si quieren realizar respuesta punitiva a la desobediencia civil tendrán que hacerla de uno en uno en los tribunales o los procesos administrativos competentes, tendrán que gastar lo ingastable en esos procesos. Tiene que ser una respuesta que se extiende en el tiempo, no algo concentrado y prohibido de antemano para que no pueda producirse. 
Aclimatan el concepto de tiempo a sus necesidades. Afirman que no es tiempo de protestar cuando cualquier sociólogo, analista social o Gobierno sabe que las crisis son el tiempo de protestar y lo han sido siempre. Confunden las necesidades temporales sociales y del Estado con los requerimientos de su calendario como Gobierno. 
Equiparan dos líneas temporales que nada tienen que ver y de cuya mezcla ha derivado gran parte del problema que aqueja a la sociedad Occidental Atlántica. Los tiempos de los gobiernos y los mercados, con los tiempos de las sociedades y las personas.
5.- Y por supuesto, el Gobierno también ha tirado de una semántica falsa, aunque en su caso ni siquiera el desconocimiento es excusa.
 Ha utilizado la palabra anti constitucionalista -término en el que misteriosamente el Partido Popular suele incluir a todos los que se le oponen- para definir a los convocantes ¿cómo puede ser anti constitucionalista alguien que reclama la redacción de una nueva constitución?, ¿cómo alguien que exige un nuevo proyecto constituyente puede estar contra el Estado Constitucional?
Y el Gobierno lo sabe, pero prefiere fingir que lo quieren esos individuos lo que quieren es un estado totalitario, que afirmar que no están legitimados para exigir ese nuevo proceso constituyente. Porque así elimina la posibilidad de que alguien pueda decir: "pues pregúntanos a nosotros, la sociedad, el conjunto de la población que sí está legitimado para exigirlo, si lo queremos".
Y luego tira de aquello de antidemocráticos -otro lugar común- como otra forma de desacreditarles. Y de nuevo sabe que no es así. 
Es posible que  su inconsciencia y falta de reflexión hayan permitido que se les filtren elementos de ese calibre. Y hasta se puede explicar que esa forma de ocupación no es precisamente lo más democrático que se puede ocurrir. Pero ellos saben que los convocantes -equivocados o no- están en contra del actual modelo de democracia representativa basada en la ley Dont y tendente al bipartidismo efectivo. No son contrarios al parlamentarismo ni a la democracia. Y decir lo contrario bordea la delgada línea que separa el error semántico de la pura y simple mentira manipulativa.
6.- La falta de objetivo o la modificación de ellos de las acciones gubernamentales en este asunto también ha bordeado lo ridículo. 
Se empieza diciendo que lo que se critica de estas protestas es la mala imagen que dan de España -sin entrar en el fondo-, luego la forma de convocatoria porque no están autorizadas -sin entrar de nuevo en el fondo- y luego que son antidemocráticas y anticonstitucionales -sin seguir entrando en el fondo-. El Gobierno siente visceralmente que debe desacreditar esa protesta pero no tiene muy claro porque y va utilizando argumentos que se contradicen ¿si era antidemocrática porque dos días antes solamente era una cuestión de imagen? ¿Si el problema es que se convocan por Internet sin autorización porque de repente se convierten en anticonstitucionales cuando la Constitución no afirma que esa forma de convocatoria sea ilegal?
Su oposición frontal a esta iniciativa muta tanto en sus objetivos que se vuelve difícil de sustentar, simplemente porque quieren ocultar el objetivo básico de su oposición que está en el fondo de la convocatoria.
Ni querían un referéndum sobre el rescate, cuando esa era la supuesta reivindicación, ni quieren sentarse a revisar qué es lo que falla en el proceso constituyente de nuestro Estado para cambiarlo. Quieren que las cosas sigan como están.
7.-Y claro eso deriva, como en el caso de sus antagonistas, en el error de no cuestionar para nada su propio nivel de legitimidad. 
Se atrincheran en su legitimidad primaria electoral -que es innegable- sin cuestionarse la secundaría del incumplimiento de sus promesas electorales -que también es un rango por el que se pierde la legitimidad por mucho que te hayan votado-. ¿les votaron para solicitar un rescate bancario? ¿Quieren sus electores -ya no digo los que no los votaron, digo sus electores- que el dinero ahorrado por los recortes se destine a ese fin? ¿Quieren aquellos que les votaron bajo la premisa de que tocarían las pensiones que ahora originen, pese a todos los artificios, un descenso de cuatro puntos como mínimo en el poder adquisitivo de los pensionistas?, ¿es legítimo solicitar un rescate sin el consenso de la población?
Pueden hacerlo como lo hicieron Islandia e Irlanda con un referéndum, incluso como quiso hacerlo Grecia al adelantar dos años las elecciones para realizar unos comicios en los que el rescate fuera el asunto central. Incluso pueden hacerlo debatiéndolo en el Congreso y comprometiéndose al consenso. Pero olvidan que la legitimidad del voto no es un folio en blanco para hacer lo que quieras hacer si eso no se ha explicitado en las propuestas electorales. 
Anclados en la legitimidad pretérita pretenden olvidar la necesidad de legitimidad actual.
8.- Y desde luego a ellos también les cubre el lodo de todo lo anterior cuando quieren hacer ver que sus normas, sus leyes o sus acciones son inevitables y que si se aprueban por su mayoría absoluta tienen el refrendo de toda la sociedad.
¿Es necesario convertir en delictivas las convocatorias de reuniones por Internet para solucionar los problemas actuales de España?, ¿endurecer las condiciones para conceder permisos de manifestación arregla el fiasco económico en el que nos movemos?, ¿otorgar más poderes a las delegaciones del Gobierno o aumentar las atribuciones y coberturas legales de las UIPs crea más empleo, genera reinversión o contribuye a la mejora de las condiciones sociales del millón de familias que ahora atiende la beneficencia? 
Olvidan que legislar contra la protesta sería innecesario si no hubiera motivo por el que protestar, olvidan que abrir canales de comunicación con los descontentos es la mejor forma de que esa protesta se canalice de forma productiva, no intentar evitarla.
Confunden las legislaciones que son necesarias para ellos, como gobierno, con las que son prioritarias para el país. Más bien juegan a que los demás las confundamos.
9.-Y claro, en un clásico, el uso de los medios de comunicación también les falla hasta el estrépito en algo que ya está empezando a ser un clásico. Ellos no tiran de Internet porque hasta hoy -salvo quizás Barack Obama- ningún gobernante ha sabido utilizar esas redes como forma de comunicación.
Ellos tiran de una comunicación falsa en la que el Presidente el Gobierno pretende ganar apoyo social, como los convocantes ansiaban ganar relevancia, afirmando que la mayoría de los ciudadanos no se manifiestan. Intentando tomar de rehenes de su apoyo a los que no apoyan esta acción en concreto. Ignorando el hecho de que la mayoría de la población no se manifiesta públicamente en ningún país del mundo. Ignorando el hecho de que el CIS -órgano gubernamental, no lo olvidemos- le da la valoración más baja como presidente que ha tenido ninguno -incluido Leopoldo Calvo Sotelo- ignorando el hecho de que las encuestas del INE -también gubernamentales- afirman que un 60 por ciento de la población está en contra de los recortes en general y un 78 por ciento de alguno de ellos en particular. Establece una política de comunicación maniquea del nosotros o ellos en la que parece que solamente si se manifiestan los cincuenta millones de españoles a la vez en el mismo sitio y por idéntico motivo eso reflejan el descontento masivo.
10.- Lo que le arroja en el espejo de lo que también deseaban sus contrarios -que no sus opuestos- El enfrentamiento. 
El Gobierno arroja la percepción de que esto es una guerra, de que la entiende así y de que reacciona así porque solamente sabe moverse en se escenario.
Recurre a técnicas policiales que solamente han sido utilizadas en los últimos veinte años en regímenes en permanente guerra con su sociedad o en aras de la famosa "guerra contra el terrorismo". Retenciones preventivas, prohibidas expresamente por la Ley de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado salvo en el caso de delitos -no faltas- anteriores de aquellos que consideran que van a participar en los ya imaginados disturbios; identificaciones aleatorias, prohibidas en idéntica legislación, de ciudadanos que viajan en autobuses en controles que no se justifican por ningún delito previo -como un atentado o un robo a mano armada- con el único objetivo de crear una lista de participantes en la movilización; creación de un cordón policial en tres frentes idéntico -y si no lo creen que lo comprueben- al que estableció el Gobierno de Nixon en las manifestaciones contra la Guerra de Vietnam cuyo único objetivo táctico era asegurar la represión posterior convirtiendo el lugar de la concentración en una ratonera en lugar de minimizar los riesgos de un estallido violento; introducción de infiltrados policiales para desatar los disturbios como si el objetivo fuera que hubiese disturbios para luego poder desacreditar a los manifestantes.
Y como sé que eso habrá muchos que no lo crean.
 De repente, lo único que importa es la victoria militar -entendido militar como operativo táctico, no nos encendamos- sobre los manifestantes, no la disquisición sobres sus motivos.
11 Y eso refuerza la falta de referente de la postura del Gobierno, de su supuesta legítima defensa. 
Porque el referente de todo esto, el Congreso de los Diputados, desaparece del escenario. 
En lugar de llenar de contenido el pleno de ese día. En lugar de debatir leyes de importancia, de trascendencia, que aborden los problemas del país para demostrar que su defensa del actual sistema parlamentario tiene un referente fuerte, se permite que se transforme en un habitad fantasmal con apenas una cincuentena de diputados en el hemiciclo y con los demás dispersos por el edificio en número calculando del mínimo necesario para aprobar las leyes irrelevantes que se han llevado a votación.
Dejan su postura sin referente porque no convocan a 1.650 policías antidisturbios a proteger la actividad el Congreso, les movilizan para defender los traseros de un centenar de diputados que están haciendo lo que les acusan de hacer: nada provechoso -aunque a lo mejor equivocado- para el país.
12. Y para terminar el mismo error de inconsciencia
Repetir la misma acción, la misma forma de afrontar la protesta y la crispación social, la misma forma de reaccionar ante el desacuerdo. Como si esta vez fuera a funcionar. Como si no hubiera fracasado ya múltiples veces en el intento de acallar el disgusto social y las ganas de cambio.

Esta docena de errores han dejado la supuesta defensa del Estado de Derecho en otro brindis al sol que ha sido más pernicioso para la solución de las cosas en nuestro país que beneficiosa y además ha dejado un tanto descolocados a miles de los millones de personas que apoyaron a este Gobierno, creyendo que podía servir para lograr los cambios que demandan cuando sus líderes e integrantes ya sabían que no iba a ser así. Y lo ocultaron.
Y aún nos queda un error. El que, unido a las dos docenas anteriores, suma el número 25 que completa este día de septiembre. 
El error que es solamente nuestro.

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