domingo, julio 15, 2012

Y hacer lo que hace un puto gusano -con perdón-

Estamos condenados a la ironía. En estos tiempos nuestros en la que nuestra invención de la sociedad occidental atlántica está al borde mismo de su extinción como sistema de organización humano, el sarcasmo nos ataca desde todos los frentes.
Mientras nuestros gobernantes se empeñan en tratarnos como gusanos y nosotros seguimos empeñados en darles la razón arrastrándonos debajo de la mesa de nuestras necesidades, nuestra supervivencia y nuestros instintos más primarios para resistir sus constantes acometidas, un gusano de verdad -de esos de los nematodos segmentados de toda la vida- de nombre Caenorhabditis nos explica eso que todos decimos desconocer, que muchos de nosotros creemos que no sabemos cómo hacer.
Un gusano nos muestra cómo enfrentarnos a la crisis.
Y es que Corin Bargmann, una de las más hermosas acumulaciones de neuronas que pueblan el Rockefeller Center -y lo digo por el interior de su cerebro, no por su pálido rostro y su melena rubia, no se me ofendan las feministorras extemporáneas- ha descubierto gracias a este arrastrado bicho que, en los cerebros y organismos complejos la motivación personal modifica el sistema nervioso con la misma rapidez a la que un fotón nos llega desde Andrómeda. 
¿Y eso que tiene que ver con la crisis, con nuestra forma de comportarnos en ella y con nuestra manera de enfrentarnos a aquellos que la engrandecen solamente en beneficio de unos pocos?
Parece que nada. Pero todo.
"Nos diferenciamos unos de otros por dos razones: por nuestras experiencias individuales y deseos que dan forma a nuestro sistema nervioso, y porque diferencias genéticas sutiles innatas nos distinguen unos de otros", ha dicho esta santa mujer cuando ha descubierto que cuando cambian las motivaciones del innombrable nematodo, se modifica de arriba abajo su sistema nervioso.
Y eso nos cambia el mundo. Bueno el mundo no. Nos cambia a nosotros.
Ya no podemos echarle la culpa a nuestra educación por ser unos egoístas, adalides del individualismo a ultranza, que solamente encuentran o buscan soluciones para sí mismos. 
Ya no podemos refugiarnos en que "nos repudia la violencia" o "no somos dados a la acción física" o "nos bloquean las situaciones de enfrentamiento" para evitar meternos en el meollo de los problemas que nos acucian en los personal y en lo social e intentar eludirlos a cualquier precio -siempre y cuando el precio lo paguen otros, claro está-.
Ya no nos es suficiente el recurso a nuestro material genético heredado de la parsimonia de nuestro padre o la natural resignación de nuestra madre para eludir el riesgo que supone luchar por lo que sabemos justo y por lo que conocemos que es necesario.
Un gusano y Cori Bargmann nos han fundido los escudos como una ráfaga acertada de un caza rebelde le hizo en los tiempos mitológicos del cine a La Estrella de La Muerte.
Se acabó el "yo soy así", el "no me sale" o el "yo no valgo para esas cosas" porque las motivaciones personales nos cambian todo eso.
 Y las motivaciones son solamente nuestras. Nosotros las cambiamos y nosotros las elegimos.
Así que si cambiamos nuestras motivaciones y dejamos de movernos por el gusto por hacer lo que queremos, cuando queremos, como queremos y con quien queremos por el deseo de que se haga lo que se debe hacer, lo que es justo hacer aunque no nos venga bien, nuestro pasivo sistema nervioso que clama por la inacción se modificará.
Si cambiamos la motivación de la supervivencia propia a cualquier precio por la de la vida digna para todos, nuestros atávicos recursos neuronales al egoísmo y a la huida del enfrentamiento perderán su fuerza y serán sustituidos por otros tan atávicos como esos pero convenientemente enterrados como son la defensa de la especie y la lucha por la dignidad.
Porque si ponemos nuestra motivación en el todo y no en la ínfima parte que somos nosotros mismos nuestro sistema nervioso cambiará y nos permitirá hacer lo que ahora no encontramos o no buscamos fuerzas para hacer.
El sonriente rostro de una investigadora yanqui que probablemente jamás ha pensado en todo esto y un puto gusano nos demuestra que no es que no podamos hacerlo, es simplemente que no queremos.
Que si cambiamos, el mundo cambia. Así de sencillo. Tan sencillo que un simple nematodo es capaz de hacerlo.
Ya, si no hacemos algo para parar lo que está ocurriendo, ya ni siquiera podremos decir que nos comportamos como gusanos ¡Que triste!

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