sábado, junio 02, 2012

Si la ley de arrendamientos no impone la cordura

Este gobierno nuestro, que deambula entre el caos de la deuda soberana y su prima de riesgo de record y la intransigencia de su ideología cultural que le ha llevado a cometer los mismos errores de adoctrinamiento educativo que sus predecesores con eso de la educación para la ciudadanía, se ha puesto ahora con los alquileres.
Los paradigmáticos gobernantes que nos hemos colocado en las urnas quieren potenciar el mercado del alquiler y ahí está su primer error. 
En tratar el alquiler como un mercado, como una situación económica pura y dura, sin tener en cuenta ninguna otra cuestión, ninguna otra realidad. Sin tener en cuenta lo social. Algo muy clásico viniendo de quien viene. Algo previsible en un gobierno que intenta enseñar en los colegios que la conflictividad social no existe y que la desigualdad social es un mito.
Y como lo abordan así pues lo solucionan de la siguiente forma. Con una regla de tres neocon que haría reírse por lo ingenua al mismísimo Keynes y que forzaría al infarto a otros liberales de pro como Friedman, por ejemplo.
Si no se pone vivienda en alquiler lo que hay que hacer es proteger al propietario para que se sienta seguro a la hora de alquilar y la saque al mercado.
Y así se acortan los plazos de arrendamiento, se posibilita en la práctica el libre desahucio -todo debe ser libre, el despido, el desahucio... ¿por eso somos liberales, no?-, se aplica la recuperación automática sin cumplir los plazos de contrato en cuanto se necesite la vivienda para uso propio o familiar. Vamos, que no se manda a una pareja de la Benemérita con uniforme de gala a cobrar los alquileres por los pelos.
Y puede que si el parque de viviendas en alquiler en este país fuese amplio eso serviría. Y es posible que si la cultura del alquiler estuviera asentada en nuestro territorio esas medidas tuvieran su efecto. Y puede que si fuéramos Estados Unidos o Alemania eso sirviera. 
Pero claro, no es así. Y por eso no sirve.
En España hay 700.000 viviendas vacías que no son alquiladas ni compradas. Y eso solamente de obra nueva. Viviendas que nunca han llegado a ser ocupadas.
Sin embargo vamos ya por las 300.000 familias que han sido desahuciadas de sus viviendas por impago de hipoteca.
¿Cuál es el factor común de esas dos cifras? -Venga, pensemos un poco aunque sea sábado y nos estemos preparando para romper la noche dentro de unas horas- ¡En efecto, los bancos!.
De nuevo nuestro sistema financiero y sus entidades están en el meollo de uno de nuestros problemas ¿por qué será que no me sorprende?
Como parece que ahora está de moda que seamos nosotros los que tengamos que proponer las soluciones que los gobiernos no saben elaborar porque sino se nos acusa de criticones, desorganizados, protestones y elementos que fomentan una conflictividad social falsa -o inexistente, según la nueva ciudadanía del ministro Wert- con fines oscuros, espurios y torticeros, allá va una propuesta.
Como la propiedad privada es sagrada -no es que yo comulgue en su totalidad con ese mandamiento liberal, pero lo asumo de momento- no es de recibo quitarle los pisos a los bancos.
Pero, dado que no pagan el IBI por esas propiedades -que la Iglesia no es la única-, como tampoco se les obliga a afrontar los gastos registrales de las mismas ni los impuestos de transacciones por ellas, obliguémosles, a cambio de mantener esos beneficios fiscales e impositivos, a ponerlas en alquiler a unos costes asumibles por los ingresos medios -reales, no haciendo la media con lo que ingresa la Familia Real y la de Rodrigo Rato, por poner dos ejemplos- de una familia española. Digamos 300 euros. O si se prefiere pongamos un precio por metro cuadrado.
Pueden no hacerlo pero entonces empiezan a pagar todos los impuestos que no pagan más uno añadido que nos sacamos de la manga porque somos el gobierno y queremos que nuestro país funcione más allá de las necesidades del sector financiero y de sus agujeros inmobiliarios que penaliza el disponer de una vivienda deshabitada.
Y con eso tenemos 700.000 viviendas en el mercado del alquiler con un precio al que los arrendatarios pueden acceder. Porque ese es el principal problema que limita el alquiler en nuestro país. 
No se trata de que los propietarios pongan viviendas en el mercado de alquiler. Se trata de que las coloquen a unos precios que se puedan abordar por aquellos que quieren o se ven obligados a alquilarlas.
Pero ahí no acaba la cosa.
En España hay 2.300.000 viviendas más vacías, sin habitar que tampoco están en el mercado del alquiler. Estas son de particulares o al menos no son de los bancos.
¿Qué hacemos con ellas en un país en el que se está desahuciando a una media de 60.000 familias por año?, ¿en un país en el que más de cuatro millones de adultos entre 25 y 35 años siguen en sus casas porque no tienen capacidad económica, pese a trabajar, para acceder a una vivienda particular?
Pues más de lo mismo.
Para empezar cruzamos de una vez los datos entre Hacienda, los padrones municipales, y la Seguridad Social para descubrir todos esos fraudes que permiten a los defraudadores dar como vivienda de residencia una casa que tienen vacía mientras residen en otra localidad. Con eso ganamos impuestos, puesto que pierden desgravaciones a las que no tienen derecho, sino que además sacamos a la luz viviendas que ahora parecen habitadas pero que no lo están.
Y a partir de ahí aplicamos el mismo impuesto por tener una vivienda deshabitada, el mismo gravamen por mantener viviendas fuera del mercado del alquiler que aplicamos a los bancos.
Pero como somos un gobierno que creemos en el refuerzo positivo como forma de educación -aunque Wert se oponga firmemente- lo que hacemos es reforzar esto con medidas de apoyo.
No con medidas de protección contra el arrendatario que perjudican al inquilino para defender al propietario. Sino con medidas que incentivan a los dos a entrar en el mercado del alquiler.
Hacemos desgravable el cincuenta por ciento de los alquileres pagados y liberamos de impuestos el cincuenta por ciento del dinero ingresado por el propietario del alquiler. De esa manera los dos saben que obtienen un beneficio de tener la casa alquilada y además de paso resulta que a lo mejor hasta conseguimos convertir en legales todos los alquileres en negro que jalonan nuestro mercado inmobiliario.
Creamos una bolsa de alquiler social en la cual el propietario puede inscribirse con beneficios fiscales plenos -desgravando el total de lo que ingresa por el alquiler- y en la que son las administraciones las que se encargan de asignar y vigilar el alquiler a familias o personas que lo necesiten a precios muchos más bajos que los del mercado, durante el tiempo que dure su situación especial -desempleo, dependencia, etc- con un límite adecuado para que esa situación no se convierta en endémica.
Y bueno, es sábado por la mañana, tampoco es la mejor hora para diseñar todo un sistema de alquiler en un país donde el alquiler está denostado por la mitológica frase de que "es tirar el dinero". Así que aquí me quedo.
Solamente una reflexión. Si vas a estar pagando una hipoteca hasta los setenta años y la esperanza de vida media es de 74 años ¿qué diferencia hay entre el alquiler y la compra?
Habrás tirado el dinero igual porque hoy por hoy, no está permitido enterrar a los seres humanos en sus propias viviendas. Las mastabas y las pirámides no están de moda.
Quizás deberíamos pensar en ello antes de seguir obsesionados con eso del piso en propiedad.

No hay comentarios:

Lo pensado y lo escrito

Real Time Analytics