viernes, marzo 16, 2012

Violencia estructural o la cólera del rostro radical

Sabía yo que esto de la violencia estructural  contra la mujer que se sacó Ruíz Gallardon de la chistera filosófica que todo político debería tener a mano y que en nuestro país solamente utilizan algunos por generación iba a traer cola.
Y es que cuando uno se acostumbra a que su pensamiento se trate como único y a quecualquier disensión del mismo pueda serrechazadacon una sola palabra -que en este caso es machista, pero en otras ocasiones fue rojo, facha o negro de mierda, ya puestos- cuando te obligan a argumentan te chirrian los goznes y se te atoran las toberas por las que debería circular el límpido viento de los pensamientos estructurados y coherentes.
Para empezar, los medios afectos a la defensa a ultranza de la ideología denominada de género -que en realidad lo es de otra cosa- califican el concepto de "violencia estrutural contra la mujer" de término confuso y ambiguo.
¡Vaya por dios! resulta que de un plumazo han reconocido sin saberlo lo que nosotros ya sabíamos: que la ideología de género se basa en un concepto ambiguo y confuso.
Porque da la casualidad que la violencia estructuras e institucional contra la mujer es uno de los pilares fundamentales de este subproducto del pensamiento igualitario de la humanidad que identifica todo daño, todo problema que tiene el sexo femenino como un problema conjunto de clase social -una clase social imposible- generado por una violencia organizada y estructurada contra ellas por el simple hecho deser mujeres.
Ergo y por definición, violencia estructural contra la mujer.
No les parecía muy confuso el término cuando dos ministras del emporio ideológico del feminismo agresivo, representantes sincuento de todas las asociaciones que rentabilizan el concepto y un buen puñado de idologas puras acudieron en la Universidad Carlos III a la presentación de la cátedra de género que inauguró esta universidad -en la cátedra no se espécifica de que genero es la cátedra- y se aprovecho para presentar un ensayo doctoral titulado "Discriminación sexista y otras formas de violencia estructural e institucional contra la mujer"
¿Entonces  sí tenían claro el concepto?, ¿en esa ocasión si había que aplaudir cuando y asentir sesudamente cuando se hablaba de una discriminación institucional y estructural de la mujer?
Por si no lo recuerdan, les facilito un resumen de la presentación de la tesis
"Se ha analizado la condición femenina, vinculada a una cultura de identidad que considera al varón como el prototipo de la humanidad, en un marco de interpretación única de la realidad. Se ha intentado descifrar las posibles causas de una ideología marcadamente sexista y el funcionamiento de la estructura social y del sistema patriarcal que se caracteriza por el poder y el por control de los varones sobre las mujeres, impuestos desde las instituciones, siendo, por lo tanto, una práctica de dominio y opresión y una estructura de violencia. Asimismo, se ha hecho referencia al Feminismo que pone de relieve las tensiones y paradojas que las vindicaciones emancipatorias suscitan en las perspectivas teóricas supuestamente universalistas, a la vez que puede percibir las trampas de los discursos ilustrados, actuando con una conciencia crítica capaz de resaltar las contradicciones de tales discursos. Se ha tratado del tema de la violencia estructural e institucional contra las mujeres, revelada a través de la ideología patriarcal, sutilmente forjada, universalmente aceptada y reforzada por las costumbres, por la religión, por la política, por la cultura y por el Derecho, lo que paradójicamente la convierte en una práctica perfectamente legítima y aceptable. La conclusión a que se llega es que la discriminación contra la mujer es practicada por la Sociedad y por el Estado a través del poder, de las conductas, de las normas y de su respectiva aplicación y constituye una violencia estructural e institucional. Las diversas formas de violencia contra la mujer (social, laboral, sexual, psíquica y moral) son una consecuencia de esa violencia estructural e institucional. Las teorías feministas han ensayado una reformulación de las teorías estándar los Derechos Humanos con el objetivo de ofrecer una respuesta adecuada a este problema".
O sea que parece que lo que las tiene confundidas no es el concepto en sí mismo, que saben perfectamente a qué se refiere. Quizás lo que las tenga perpléjas y confundidas es que lo haya utilizado alguien que se pasa por el arco del triunfo la supuesta inviolabilidad del feminismo como ideológia paradigmática y que además lo haga con respecto a algo que ellas consideran un estigma de la sociedad patriarcal machista y no una circunstancia extemporanea e ineludible de carácter biológico llamado embarazo.
No creo que sea díficil de entender la frase "existe una presión social asentada que penaliza el embarazo y por ello ejerce violencia estructural contra la mujer embarazada".
No es que esté yo plenamente de acuerdo con el faraón huído al Ministerio de Justicia despues de dejar 6.000 millones de deuda financiera en el Ayuntamiento de Madrid y otro millar largo de facturas impagadas, pero el concepto está absolutamente claro.
Y la factoría ideológica del feminismo lo sabe.
Las empresas penalizan el embarazo. Buscan mujeres solteras o divorciadas sin hijos por encima de casadas porque les causan menos problemas de rendimiento. Y eso es un hecho.
Pero si las feministas del enfrentamiento eterno y el victimismo continuo se ponen a reflexionar sobre ese punto en concreto -que reflexionaran sobre algo ya sería novedad, que cambiaran uno sólo de sus puntos de vista sería una noticia de alcance galáctico-se dan cuenta de que reconocerlo les causa muchos problemas.
Primero esa discriminación no es culpa del machismo latente. Es directamente culpa suya. De principio a fin.
Porque los empresarios y las empresarias que tuercen el gesto ante un embarazo en una de sus empleadas no lo hacen por machismo, no lo hacen porque consideren a lasm ujeres seres inferiores con un rol definido en el hogar del que no pueden salir -si lo hicieran por eso simplemente no las habrían contratado- lo hacen por el cálculo de valor rendimiento más simple que se puede realizar. Por lo mismo por lo que se empeñan -y al final han conseguido- en poder despedir a alguien que tiene bajas continuadas, a alguien -y eso es justo- con ausencias continuas injustificadas. Es una decisión basada en la rentabilidad, no en los presupuestos de ideología de sexo.
No es justo, de acuerdo, pero no es machista.
Y la culpa de ese descenso continuo de la rentabilidad, de la posibilidad de competir de la mujer embarazada y con hijos es solamente achable a la forma en la que el feminismo radical y sus gobiernos afectos han incorporado el concepto y han afrontado el problema.
Me explico.
Porque como siempre han pretendido desvincular a la mujer del entorno social y familiar y han presentado el problema como un problema de la mujer, exclusivamente de la mujer y solamente de la mujer.
Han ampliado las bajas maternales, la protección jurídica contra los despidos por embarazo, las bajas previas por parto, los permisos por lactancia y la conciliación familiar. Y eso está bien. Pero les han ampliado esos derechos exclusivamente a las mujeres. 
Y eso, además de ser injusto, desequilibra irremisiblemente el sistema.
Reticentes hasta la cólera, incapaces hasta la incoherencia, de reconocer a los hombres -que ellas los llamen varones si quieren- los mismos derechos que a la mujer han mantenido congelados los derechos de estos y han generado con cada ampliación de los derechos femeninos un descenso en la relación de rendimiento laboral entre hombres y mujeres.
Si se hubieran considerado todos esos avances como derechos familiares y se hubieran aplicado a ambos progenitores por igual de forma simultanea no se hubiera provocado esa brecha de rentabilidad que lleva a las empresas -que solamente se preocupan por eso, sean dirigidas por quién sean dirigidas- a ejercer esa violencia estructural contra la mujer embarazada y contra la posibilidad de embarazo.
Puede que nuestra economía -o la inmensa capacidad de acumulación de beneficios de nuestros empresarios sin pensar un sólo segundo en la reinversión ni la mejora de las condiciones laborales- no nos hubieran permitido llegar a los niveles nórdicos de conciliación familiar -seis meses para padre y madre, posibilidad de excedencia con sueldo de los padres que tienen que cuidar a sus parejas por embarazos de riesgo diagnosticado, etc, etc- pero desde luego no hubieran penalizado a las mujeres embarazadas como elemento de valor / rendimiento en el mercado laboral.
Pero no lo han hecho porque son incapaces de contemplar a la mujer en el contexto familiar y afectivo, porque para ellas, ancladas al mítico y arcaico "nosotras parimos, nosotras decidimos", consideran que el hecho de la maternidad concluye en el parto.
Por eso y por algo mucho más grave, mucho más vinculado a la forma de pensar occidental con respecto a lo que tenemos que dar y a lo que tenemos que recibir de la sociedad.
Porque han argumentado, como hacen con todo, desde la teoría de los derechos sociales y no desde la teoría de la responsabilidad social.
Porque han considerado el ocuparse de los hijos, el permiso de maternidad o la lactancia como un derecho, no como una obligación. Han obviado la realidad legal y jurídica más obvia de que los progenitores están obligados a ocuparse de sus hijos.
Porque todos esos permisos deberían ser obligatorios, no deberían estar sometidos al arbitrio de la mujer el utilizarlos o no. Porque es obligatorio que padres y madres se ocupan de sus hijos y los bebés recién nacidos precisan atención constante.
Pero para eso tendrían que haber cambiado el foco del derecho y ponerlo en el ser humano recién nacido y no en la mujer y no saben hacer eso. La mujer siempre debe ser el foco de sus reivindicaciones. Y deberían haber apelado a la responsabilidad social y no a los derechos. Pero eso no quieren hacerlo porque la mujer, para ellas, no puede tener ninguna obligación social, todos los derechos, pero ninguna obligación.
Y con toda esa cobertura familiar al embarazo y el parto -algo que siempre será voluntario- y la exigencia de la asunción de la responsabilidad de cuidado de los hijos -algo que siempre será obligatorio. Igualado al alza para hombres y mujeres no habría posibilidad de que se diera esa violencia estructural en el mundo laboral contra el embarazo y la mujer embarazada.
Y Gallardón no la podría esgrimir como fatuo argumento contra el aborto, que nada tiene que ver con eso.
Pero hay otra violencia estructural que están mucho menos dispuestas a asumir, que están mucho menos en condiciones de explicar y que hace que prefieran encerrarse en el argumento de la ambigüedad del concepto propuesto por el ínclito político del falso apellido compuesto sin guión.
La que han ejercido ellas directamente, ellas y todo su constructo ideológico, propagandístico y estructural contra la mujer embarazada. Rectifico, contra la mujer embarazada no, contra la mujer que quería ser madre.
Y, claro, me veo obligado a volver a explicarme.
No han respetado la libertad ideológica de la mujer. Toda su ideología, basada en la lucha de dos clases sociales inexistentes de hombres y mujeres, apoyada por el aparato de un gobierno que se entregó de lleno a la tarea, ha vendido, promocionado, presentado, anunciado y definido, la maternidad o, para ser más exacto, el gusto por la maternidad como un reducto de un pensamiento sumiso de mujeres educadas en los principios de un sistema patriarcal machista que no defendía la independencia y la igualdad de la mujer.
Como si la biología y la supervivencia de la especie fueran machistas.
Han considerado que cualquier mujer que pusiera su realización personal, su proyecto vital o sus gusto en la maternidad y el cuidado de los hijos, tenía derecho a hacerlo pero era una pobre mujer que no había conseguido liberarse, que por educación y por cultura seguía vinculada a una cultura retrógrada y machista y que, aunque había que respetarla como mujer, había que intentar salvarla de sus propios pensamientos y deseos.
Han intentado hasta la extenuación cargar sobre los hombros, las espaldas y los ovarios de todas las mujeres españolas sus propias frustraciones, forzando a que todas piensen que su única obligación para con su propio sexo -que es con el único estamento con el que tiene obligaciones- es demostrar que la mujer es una profesional mejor que el hombre, que el trabajo la realiza y que su principal objetivo tiene que ser ostentar o detentar el poder -porque que lo haga de forma justa o injusta es secundario-.
Y luego si aún  quieres tener hijos, te inseminas artificialmente con esperma de un desconocido y tienes una hija -siempre una hija- a los cuarenta y reclamas que el Estado te de todas las facilidades del mundo porque eres una madre soltera que no tiene apoyos.
A lo mejor ha pesado en ese nuevo rol que en esto de la maternidad tiene que haber material humano masculino de por medio. Y eso nunca deja cómodas a las feministas de la interminable guerra de sexo.
Y si la violencia contra la mujer embarazada y el embarazo por parte del mundo de la empresa solamente puede definirse por la palabra avaricia, la violencia estructural ejercida por el aparato ideológico de un gobierno y todos sus entes y asociaciones afines solamente puede definirse con otra: fascismo.
No es que yo crea que la mujer debe pensar eso, no es que a mi me parezca plausible refugiarte en la maternidad y el cuidado de los hijos para eludir otras responsabilidades familiares como es su sostenimiento económico, sociales como es la participación y la mejora social o personales como es devolverle a la naturaleza y a la historia las capacidades que uno y otra han facilitado a través de la sociedad y la genética, pero no consideraré nunca la maternidad un rol desfasado de una sociedad caduca.
La maternidad es un hecho biológico y una necesidad antropológica, Punto final. Refugiarse en ella para eludir otras cosas es una muestra del inefable egoísmo occidental atlántico que nos aqueja en eso y en otras muchas cosas. No tiene nada que ver con el machismo.
Y no es que las hayan perseguido gritándolas al oído que no se queden embarazadas -como hacen con los hombres por otros motivos en otras ocasiones-. Las pruebas de esa violencia no están en lo que han hecho, sino en lo que no han hecho.
Ni una sola asociación de mujeres tiene un solo programa para ayudar a madres adolescentes que quieren serlo, en ocho años no se ha realizado un solo programa desde ningún estamento del Gobierno Central -ni siquiera desde el Ministerio de Igualdad- para ayudar a esas mujeres. No existe una sola caja de acogida para madres adolescentes vinculada a una asociación feminista y hay más de una docena en la que las mujeres esperan -en muchos casos ilegalmente, según la ley previa a la del gobierno del PSOE sin el conocimiento de sus padres que las han reclamado como evadidas de casa- mientras las asociaciones feministas les gestionan los abortos y las ayudas económicas para los mismos.
No se ha convocado una sola manifestación, protesta, simposio, mesa redonda o lo que sea, para solicitar la equiparación de las condiciones de apoyo familiar a la maternidad y la paternidad para las embarazadas y sus parejas, no se ha protestado por la estigmatización y el ataque a la libertad de decisión de la mujer que suponen campañas en las que el slogan es "no soy madre, soy mujer", como si una cosa negara la otra o una mujer no pudiera elegir ser madre sin renunciar a la condición de mujer.
Y después de todo eso Trinidad Jiménez se atreve a acusar de Gallardón de infantilizar a la mujer. Ella que se cogió una pataleta digna de primer día de parvulario solamente porque Alfonso Guerra la llamó señorita, se atreve a decir, obviando por enésima vez la vida antes del polvo, que Gallardón no tiene que decirle a la mujer si tiene o no tiene que ser madre. Y sabe que en eso le tenemos que dar la razón, pero finge ignorar el hecho de que el Estado si está capacitado para vehicular las herramientas que tiene los ciudadanos para ejercitar sus derechos. Y, mientras exista el látex y los fármacos hormonales, el derecho está satisfecho.
Y ahora pueden tirar de lo mismo que tiran siempre y acusarme de machista y de retrógrado por defender que todos, hombres y mujeres tiene que tener los mismos derechos familiares de forma libre y las mismas responsabilidades sociales de forma obligatoria y por decir que toda mujer tiene derecho a que se respete y se apoye su visión de la feminidad, de sus responsabilidad social y de sus derechos personales aunque no coincidan con los del aparato ideológico preponderante.
No sé si el ministro Gallardón se refería a esa violencia estructural contra la mujer y el embarazo. Pero tengo claro que yo sí me refiero a esa violencia estructural.
A esa y a otra. Pero la otra es contra hombres. No viene al caso ¿o sí?.

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