domingo, febrero 26, 2012

Una preposición causal cambia el mundo feminista

Estaba yo dispuesto a escribir uno de esos post ilegibles míos, en este caso de porque precisamente ahora, que diría el cantautor, se han decidido los tuaregs siempre sin patria a reclamar una, cuando me ha asaltado una de esas noticias que no lo son, reportajes que no lo son e informaciones que no lo son. Vamos, uno de esos ejemplos de ideologización tan típicos en nuestra prensa diaria.
Según el titular de tan egregio ejercicio redaccional la cosa sería más o menos así: “Se ganan 5.500 euros menos al año por ser mujer”.
No es que tuviera yo mucha esperanza de que el titular correspondiera a la realidad, pero aun así me he leído la pieza publicada -no me atrevo a llamarla periodística- y he de decir que en realidad el titular ha fallado por pocas palabras. Pero ha fallado.
Si hubiera titulado "Las mujeres ganan en España una media de 5.500 euros menos que los hombres" hubiera sido impolutamente real. Es en la preposición. Ese "por" tirado así como con descuido, en mitad del texto en lo que se produce una manipulación tan amplia que no cabe en el titular.
Porque ese por, para los que usamos y rehusamos las preposiciones, es lo único importante de la frase. Ese "por" deja constancia de que el motivo, el único motivo, por el cual la mujer gana menos es por ser mujer. Ese "por" nos conduce a una responsabilidad social inexistente, nos transporta a una motivación perversa que genera la ya arquetípica conspiración histórica contra la mujer por un comité de sabios machistas oculto en alguna logia secreta encargándose de que la mujer no progrese en el mundo, de que nunca alcance la igualdad.
Ese "por" es lo más machista que se ha inventado desde el cinturón de castidad.
No voy a rebatir los datos -esta vez no, aunque es probable que, como todo en esto del emporio ideológico feminista, estén exagrados- pero todo lo que se dice, el titular, la idea de que el machismo social lleva a pagar menos a la mujer por ser mujer, ese 22 por ciento de brecha salarial y sus explicaciones se desmontan con un solo párrafo, con una sola línea incluida en este texto que, por desidia, supongo han dejado colar sus autoras.
"Allí donde los trabajos están más feminizados, ambos (incluidos los hombres) cobran menos”, apunta la secretaria de Igualdad de UGT. En la Administración Pública, donde los criterios de ingreso son más transparentes, la desigualdad es mucho menor".
Esa sola frase se carga el "por" que presentaba a las mujeres trabajadoras como víctimas de la desigualdad salarial injusta y machista y las traslada a la dura realidad del motivo real por el cual ganan menos. Esa frase que explica muchas cosas y destruye muchos supuestos dogmas innegables que los números mal interpretados parecen defender.
Más allá del hecho de que no sé por qué se considera feminizado un trabajo en el que la mayoría de los trabajadores son mujeres. Como si esa presencia hiciera más femenino el trabajo -¿no era eso sexismo en estado puro cuando se utilizaba al revés con el ejército, los bomberos, la policía, etc, etc?-, la frase tiene su miga.
Cando un centro de trabajo, un sector o una actividad está copado por mujeres los sueldos de todos, incluidos los hombres, son más bajos.
De por sí, esa afirmación ya desmentiría el machismo de la brecha salarial. No explicaría sus motivos, pero desmentiría que fuera el machismo su motivación. De ser así, lo lógico sería que los hombres cobraran un veintitantos por ciento más que las mujeres. Aunque fueran minoría en el sector, seguirían siendo hombres y por tanto el machismo no toleraría que su sueldo se igualara al de las mujeres. Ese "por ser mujer" comienza a tambalearse.
Pero para dar el motivo real hay que recurrir a algunos datos, a algunas cifras, a algunas de esas realidades existentes que el feminismo radical oculta o finge desconocer para que su discurso ideologizante pueda ser más efectivo.
Sólo un doce por ciento de las trabajadoras están sindicadas, solamente un dos por ciento de las mujeres sindicadas se presentan en alguna lista electoral para la representación sindical. Y eso son datos de los mismos sindicatos que han elaborado este informe sobre la brecha salarial "machista". Si he de creerme unos, he de creerme otros.
En la última memoria de la CEOE se incluye una encuesta sobre la mujer en el trabajo realizada a los empresarios -se ve que ahora está de moda-. EL valor que más destacan los empresarios de las trabajadoras es "su escasa conflictividad laboral" -y el peor, su mayor absentismo, por decirlo todo- y curiosamente en esa misma memoria, aunque en otro texto, se especifica que "…el principal foco de conflictividad laboral en España sigue siendo, hoy en día, la retribución salarial".
Las y los que sean medianamente inteligentes ya saben la conclusión de todo esto. Se llama cruzar datos, se llama sacar conclusiones, se llama realidad.
Se llama sociología. De primero, pero sociología. Una sociología que dinamita de forma definitiva la preposición causal que nos ocupa.
Las mujeres ganan menos porque no reclaman ganar más. Su presencia sindical es nula o como mucho testimonial, su actividad sindical es prácticamente inexistente. Por eso en los sectores con mayoría de trabajadoras todos ganan menos, porque nadie hace presión para ganar más, porque anteponen la falta de conflictividad como un valor para mantener el trabajo a la reivindicación como un riesgo necesario para mejorarlo.
Y esto lo refuerza la segunda parte de la frase. Incluso en la función pública ganan menos. Incluso en un entorno en el que los mecanismos están reglados y todo el mundo gana lo que tiene que ganar por ley retributiva, ganan un poco menos. La  desigualdad disminuye hasta casi desaparecer porque todo está reglado. Porque no hay casi capacidad de negociación, pero persiste en mínimos porque ese "casi" existe y ellas tienden a no utilizarlo tanto como los hombres. Salvo algunas – o muchas, supongo- que yo conozco que hacen lo que tienen que hacer con el riesgo que eso comporta –que hay que reconocer que en la Administración Pública es menor-.
Por eso la mujer gana menos. No porque sea mujer, sino porque lucha menos para incrementar su sueldo. Es una circunstancia, no una declaración de principios. Es lo que ocurre estadísticamente, no un rasgo definitorio de la mujer. Es una situación, no un paradigma.
Que nadie se me altere.
Y eso convierte el "por" del titular de la ínclita publicación en un ejemplo de machismo mucho más peligroso que la reimplantación de control parental femenino novecentista.
Porque ese titular sí estipula que la mujer no debe luchar por mejorar su salario, que esa situación que hace que la mujer no se comprometa con la lucha por su mejora y su dignidad laboral y salarial es algo connatural a la mujer, es algo que no puede evitarse.
La mujer gana 5.500 euros menos al año en España porque su actividad reivindicativa es ínfima, porque su deseo regateador a la hora de negociar un sueldo es nulo. Y según quien ha titulado ese producto editorial eso lo hace "por ser mujer". No hay otra lectura posible de este silogismo.
Así que aquellas que pretenden defender a la mujer de nuevo se están convirtiendo en sus principales detractoras. Defienden que el Estado tiene que hacer algo -no sé muy bien el qué- para que esa brecha se cierre, para que las mujeres ganen los mismo que los hombres porque ellas no van a hacerlo, no pueden hacerlo. Porque ellas son mujeres.
Si eso no es sexismo, si eso no es despreciar las capacidades de las mujeres, si eso no es machismo en estado puro, que venga vuestro dios y lo vea.
El Estado ya ha puesto los mecanismos. Se llaman Constitución y Estatuto de los Trabajadores. En ambos se especifica que la discriminación por motivos de sexo no puede existir.
Pero, claro, eso no sirve porque en realidad sabemos que las mujeres no cobran menos por ser mujeres. Por eso no pueden llevar los casos a los tribunales -salvo en los que sí se produce, que todavía hay algunos, por desgracia-, por eso no pueden utilizar el mismo mecanismo que utilizan todos los trabajadores para reclamar sus derechos.
Porque en este caso no han perdido un derecho. Han hecho omisión de una responsabilidad. Y las feministas lo saben y si no lo saben es que no quieren saberlo porque su jerarquización de valores de la realidad está completamente del revés.
La única herramienta para mejorar el sueldo es la negociación -colectiva o individual- y si esta falla el conflicto laboral.
Es una realidad histórica y actual que han demostrado los trabajadores a lo largo de la vida y obras de la humanidad. Es un riesgo que afrontaron con sangre generaciones enteras de trabajadores a los que les debemos un respeto y un agradecimiento por llevarnos más allá de la servidumbre y de la esclavitud a la que ahora quieren retrotraernos.
Pero las feministas radicales que han hecho del hombre el único enemigo no beben de esas fuentes. Para ellas las Trade Unions, las hermandades sindicales francesas, Víctor Hugo, Rosa Luxemburgo, La Comuna de París, los bolcheviques rusos prerrevolucionarios y todo el movimiento obrero y profesional de los siglos XIX y XX no existen, son derivaciones machistas que no han de ser tenidas en cuenta.
Solamente existe la buena de Catherine McKinnon y su visceral odio al hombre. Si una mujer tiene un problema el culpable es el hombre. Sencillo, indoloro y sin ninguna carga de responsabilidad. Como lo es todo en la mente de cualquier fanático.
Porque ellas no van a decir que es responsabilidad de la mujer cerrar esa brecha salarial y que se cerrará solamente si hacen lo que han hecho todos los que han revindicado a lo largo de la historia. Arriesgarse.
Para ellas la solución es que la mujer salga de paternalismo masculino y se refugie en el estatal -un Estado que se llamará Estada y que estará dirigido por mujeres, por supuesto- y será el estado el que les permita, a través de un teléfono  anónimo, desde luego, denunciar a su empleador -o empleadora, aunque una empleadora nunca haría eso, claro- porque ha descubierto, cuchicheando ante la máquina de café, que cobra menos que su compañero que se tiró tres días negociando su contrato, que ha entrado ocho veces en el despacho del jefe reclamando más sueldo y que amenazó con irse si no se le subía el sueldo tres puntos por encima del IPC. Porque su jefe le ha subido el sueldo a él por ser hombre y a ella no por ser mujer.
Y entonces un documento estatal emanará en dirección a su empresa conminándola a igualar todos los salarios bajo pena de excomunión y admonición pública en las noticias de las ocho. Eso sí, sin que la persona propietaria de la empresa pueda ni siquiera preguntar de donde ha partido la denuncia.
Todo muy igualitario, muy ultra feminista. Todo muy protector. Todo muy fascista.
Alguien tiene que empezar a decirle a estas defensoras de la reivindicación sin riesgo, del progreso sin esfuerzo y de la igualdad sin responsabilidad que el único camino hacia la libertad y los derechos pasa por la lucha y la responsabilidad. No por cambiar un padre o un marido que te mantenga por un Estado que te proteja.
Muchas mujeres ya lo saben y deberían gritárselo a estas adalides del matriarcado estatal protector.
Cuando luchen, cuando se arriesguen, quizás se sorprendan, cuando al girarse, se den cuenta de que a su lado y tras ellas hay una inmensa cantidad de hombres apoyándolas. Muchos de nosotros, pese a lo que diga McKinnon, sí tenemos tradición de luchar por los demás. Llevamos milenios haciéndolo.

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