lunes, febrero 27, 2012

תשובה, el falso motor españolista contra ETA

Tiempo ha que Euskadi no se acercaba a estas líneas endemoniadas por ese problema de todos que ella sufrió durante años llamado terrorismo y personalizado en los locos furiosos de una banda que dijo ser liberadora y resultó no ser otra cosa que asesina.
Pues bien hoy ETA vuelve a la palestra porque se emnpeñan en revivirla una y otra vez. La izquierda independentista abertzale ha publicado un comunicado en el que lamenta las muertes causadas por la banda y el Gobierno nacional, los partidos que se arroban sin serlo la condición de constitucionalistas -y todos, en general, los que consideran que el nacionalismo español es aceptable pero el independentismo vasco no lo es- lo rechazan.
Dicen que no pueden creer en la sinceridad de las palabras de los abertzales porque no exigen la disolución de la banda, porque no son duros con ETA, porque no exigen el fin de la organización.
Y están en su derecho de no creer a los abertzales, pero su fe no es necesaria. Por más que intenten hacer ver que son ellos, los partidos que se llaman democráticos y que solamente lo son cuando les viene en gana, los que deben legitimar con su aceptación a Bildu y a la izquierda abertazale, todos sabemos que eso noes así. Bildu está legitimada desde que los vascos comenzaron a votarla, desde que refrendaron su creencia -también en un acto de fe- de que se había desligado del terrorismo y de que tenía claro que para buscar la independencia no hacen falta las bombas, no hace falta la muerte.
Da igual que el españolismo militante la crea o no. Euskadi ha demostrado que la cree -al menos una gran parte de Euskadi- . Y es Euskadi la que debe mandar en su futuro. No ETA ni el españolismo "democrático".
Así que la pataleta de que Bildu no es sincera en su lamento por las víctimas de ETA no es otra cosa que eso, una pataleta de aquellos que ya no tienen nada que reprocharle pero no se acostumbran a tener que convivir con ella, por mor de los actos democraticos de los vascos. No es otra cosa que un escozor antidemocratico, una picazón que enrojece las pieles de aquellos que creían que siempre iban a tener el recurso al terrorismo para castigar políticamente al independentismo y de repente se dan cuenta de que ese chollo político se ha acabado, ese sumidero de votos independentistas hacia el nacionalismo se ha cerrado, ese rentable simbionte electoral llamado ETA ha muerto.
Yo tampoco creo que sea sincero el lamento de BIldu. Tantas veces se le ha exigido, tantas veces se le ha reclamado, tantas veces se le ha querido forzar a hacerlo en la creencia de que nunca lo haría para seguir pudiéndoles echar en cara que no lo hacían, que ahora que lo han escenificado no resulta creíble, no se antoja verdadero.
Bildu y la izquierda abertzale hace algo que nosotros le hemos exigido. Revisa su pasado y enuncia sus errores, sus fallas ideológicas, sus equivocaciones pretéritas y el españolismo democrático, sorprendido de que haga lo que ellos no son capaces de afrontar, se refugia en la falta de sinceridad de sus palabras para no aceptarlo.
Hubo un tiempo en que era un clásico. Hubo un tiempo en que esa actitud de reclamar algo del indepentismo vasco para creerle y luego no creerle cuando lo hacía funciono para mantenerle criminalizado, aislado, apartado de la posibilidad de ser la opción política que siempre ha sido en Euskadi.
Pero ya no funciona. Ahora no. Ahora ETA ha muerto y los vascos lo saben. Y resulta absurdo e incluso irrelevante pedirle a un muerto que escriba su propia esquela mortuoria en el periódico.
Puede que sea porque yo intento librarme de las raices judeocristianas que componen el parapeto cultural para muchas de nuestras acciones pero no creo que el perdón y el arrepentimiento sean necesarios para ser considerado un demócrata.
Es necesario que se acepten las reglas del juego y se practiquen, no que te arrepientas de no haberlo hecho antes. Por eso se paga en las cárceles por un crimen, no en un confesionario, por eso hay juicios, no autos de fe. Por eso se llama Estado, no religión.
Pero, en cualquier caso, si se tira por la,calle de enmedio del arrepentimiento y el perdón se supone que tendríamos que hacerlo todos, se supone que todos deberíamos hacer acto de contricción por nuestros pecados pretéritos y nuestas faltas antiguas.
Pero el españolismo democrático es un reflejo de nosotros mismos, como lo son todas nuestras ideologías políticas, y comete nuestros mismos errores. Nos convertimos en jueces y jurados de la bondad de otros, de la sinceridad de otros, de las buenas o malas intenciones de otros cuando nosotros no revisamos las nuestras.
¿Queremos tirar de perdón y arrepentimiento?, ¿queremos que sea ese el molde en el que se base por mor de nuestro juedeocristianismo de pastel en el que se fundamente nuestra visión de lo que debe ser la acción democrática?
Adelante, hagasmolo. Pero empecemos por nosotros.
Si el españolismo no se cree a BIldu por tan plausible motivo, lamento tener que decir que yo no me creo al españolismo en su democratismo a ultranza, en su ciega fe en los valores democráticos.
Porque a lo largo de los últimos sesenta años no he visto a nadie llamar a la puerta de los deudos o descendientes de David Salvador, José Martín Merquelanz, Rosario Arregui ,  José Miguel Beñarán , José Ramón Ansa, Francisco Javier Larrañaga, Enrique Gómez, Francisco Javier Martín Eizaguirre, Aurelio Fernández Cario, Justo Elizarán, Juan José Lopategui, o cualquiera de  otras cuarenta personas muertas a tiros, para decirles "lo siento, fue una brutalidad innecesaria y un error absurdo matar a vuestro familiar por ser abertzale, estar vinculado a Herri Batasuna o militar en cualquiera de las formaciones políticas que durante la transición reivindicaban en España o en Francia la independencia de Euskadi".
Así que no me creo que los partidos españolistas sean democrátas y estén en contra de la acción violenta para lograr sus fines. Los etarras lo han hecho -no sinceramente, según dicen, pero lo han hecho-, pero ellos no.
Me creeré que somos sinceros en esto del perdón y el arrepentimiento como catalizador político cuando algún miembro del ejército español atraviese las calles de Donosti y coloque una corona de flores en algún homenaje que se haga a Tomás Alba, tome la palabra y diga "lamento profundamente -y sinceramente, por supuesto- que la institución a la que represento consintiera, albergara y apoyara a los elementos que mataron en Euskadi por primera vez en la historia de la democracia a un representante político simplemente porque lo era de Herri Batasuna. Fue un error táctico, un fallo estratégico y una salvajada".
Porque si hay que pedir perdón por Miguel Ángel Blanco, también lo hay que pedir por Tomás Alba. Si los abertzales independentistas han de arrepentirse públicamente y con acto de contricción por Ermua y por el asesinato que otros cometieron en nombre de su ideología, tambien hay que  hacer lo propio por Donosti y lo que algunos hicieron en nombre de la ideología de una Euskadi dentro de España que los partidos españolistas defienden ahora.
Y nadie lo hecho. Ni de forma creíble, ni de ninguna otra. Simplemente no lo ha hecho.
Si exigimos que los presos de ETA muestren su arrepentimiento -en hebreo vuelta,  תשובה - de forma pública y cuando lo hacen les conmimamos a que lo hagán de forma sincera, quizás deberiamos buscar a los excarcelados -también sin cumplir integramente su condena, por cierto- Iturbide y Zabala y exigirles que recorran el camino que les separa de la casa familiar de  Felipe Sagarna en Hernani y con los ojos arrasados en lágrimas verdaderas pidan perdón por matar a un zapatero por el execrable acto de pegar carteles de Herri Batasuna en unas elecciones municipales.
Quizás entonces me creyera que realmente consideramos el arrepentimiento y el perdón como una herramienta de integración social. Pero me temo que ninguna declaración política de ningún partido político ha exigido eso ni va a exigirlo para "creer" que el españolismo es verdaderamente democrático.
Y lo seguiré creyendo y engrandeciendo mi fe cuando algún responsable de la Policía Nacional se presente ante los familiares de Lasa y Zabala y les pida perdón por lo que les hicieron a esos dos seres humanos y reconozca que "recurrir a las acciones encubiertas y a las ops negras no es una forma lógica de luchar contra el terrorismo" y luego prosiga su recorrido por las casas de los Marey y todos aquellos que sufrieron el acoso y el castigo de los GAL, dirigidos desde el Gobierno Militar de Guipuzcoa y de la Jefatura Superior de Policía.
Algo que tampoco se hacho publicamente y nunca se hará.
Y tampoco estaría de más que alguien del benemerito instituto, con uniforme de gala, por supuesto, se presentara donde quiera que vivan los deudos de Zabaltza y otros tantosen carcelados, retenidos ilegalemnte y torturados en el infausto cuartel de Intxaurrondo y declare a voz en grito que la Guardia Civil "se arrepiente y pide perdón por haber utilizado la tortura y el secuestro como tácticas antiterroristas y de haber acabado con la vida de personas sin que estas tuvieran siquiera la posibilidad de demostrar si eran culpables o no de los delitos que se les achacaban".
Si el arrepentimiento público, la autoflagelación y el perdón de los ofendidos es una condición para participar en democracia, entonces debe serlo para todos y muchos de los defensores del terrorismo etarra no lo han hecho. Pero no es menos cierto que no lo ha hecho ninguno de los que practicaron, amparararon, organizaron y defendieron el terrorismo antiindependentista y el terrorismo de Estado.
Y que la mayoría de vosotros desconozcaís casi todos los nombres que he citado es una prueba de ello.
Aunque le siente mal a muchos. Tengo que decirlo. Si no miramos al futuro buscando constantes justificaciones del pasado resultará imposible que Euskadi siga adelante.
El perdón y el arrepentimiento son estímulos y exigencias absurdas cuando lo que está en juego es la ley y la democracia. Euskadi es un pueblo y un futuro. No una religión.

domingo, febrero 26, 2012

Una preposición causal cambia el mundo feminista

Estaba yo dispuesto a escribir uno de esos post ilegibles míos, en este caso de porque precisamente ahora, que diría el cantautor, se han decidido los tuaregs siempre sin patria a reclamar una, cuando me ha asaltado una de esas noticias que no lo son, reportajes que no lo son e informaciones que no lo son. Vamos, uno de esos ejemplos de ideologización tan típicos en nuestra prensa diaria.
Según el titular de tan egregio ejercicio redaccional la cosa sería más o menos así: “Se ganan 5.500 euros menos al año por ser mujer”.
No es que tuviera yo mucha esperanza de que el titular correspondiera a la realidad, pero aun así me he leído la pieza publicada -no me atrevo a llamarla periodística- y he de decir que en realidad el titular ha fallado por pocas palabras. Pero ha fallado.
Si hubiera titulado "Las mujeres ganan en España una media de 5.500 euros menos que los hombres" hubiera sido impolutamente real. Es en la preposición. Ese "por" tirado así como con descuido, en mitad del texto en lo que se produce una manipulación tan amplia que no cabe en el titular.
Porque ese por, para los que usamos y rehusamos las preposiciones, es lo único importante de la frase. Ese "por" deja constancia de que el motivo, el único motivo, por el cual la mujer gana menos es por ser mujer. Ese "por" nos conduce a una responsabilidad social inexistente, nos transporta a una motivación perversa que genera la ya arquetípica conspiración histórica contra la mujer por un comité de sabios machistas oculto en alguna logia secreta encargándose de que la mujer no progrese en el mundo, de que nunca alcance la igualdad.
Ese "por" es lo más machista que se ha inventado desde el cinturón de castidad.
No voy a rebatir los datos -esta vez no, aunque es probable que, como todo en esto del emporio ideológico feminista, estén exagrados- pero todo lo que se dice, el titular, la idea de que el machismo social lleva a pagar menos a la mujer por ser mujer, ese 22 por ciento de brecha salarial y sus explicaciones se desmontan con un solo párrafo, con una sola línea incluida en este texto que, por desidia, supongo han dejado colar sus autoras.
"Allí donde los trabajos están más feminizados, ambos (incluidos los hombres) cobran menos”, apunta la secretaria de Igualdad de UGT. En la Administración Pública, donde los criterios de ingreso son más transparentes, la desigualdad es mucho menor".
Esa sola frase se carga el "por" que presentaba a las mujeres trabajadoras como víctimas de la desigualdad salarial injusta y machista y las traslada a la dura realidad del motivo real por el cual ganan menos. Esa frase que explica muchas cosas y destruye muchos supuestos dogmas innegables que los números mal interpretados parecen defender.
Más allá del hecho de que no sé por qué se considera feminizado un trabajo en el que la mayoría de los trabajadores son mujeres. Como si esa presencia hiciera más femenino el trabajo -¿no era eso sexismo en estado puro cuando se utilizaba al revés con el ejército, los bomberos, la policía, etc, etc?-, la frase tiene su miga.
Cando un centro de trabajo, un sector o una actividad está copado por mujeres los sueldos de todos, incluidos los hombres, son más bajos.
De por sí, esa afirmación ya desmentiría el machismo de la brecha salarial. No explicaría sus motivos, pero desmentiría que fuera el machismo su motivación. De ser así, lo lógico sería que los hombres cobraran un veintitantos por ciento más que las mujeres. Aunque fueran minoría en el sector, seguirían siendo hombres y por tanto el machismo no toleraría que su sueldo se igualara al de las mujeres. Ese "por ser mujer" comienza a tambalearse.
Pero para dar el motivo real hay que recurrir a algunos datos, a algunas cifras, a algunas de esas realidades existentes que el feminismo radical oculta o finge desconocer para que su discurso ideologizante pueda ser más efectivo.
Sólo un doce por ciento de las trabajadoras están sindicadas, solamente un dos por ciento de las mujeres sindicadas se presentan en alguna lista electoral para la representación sindical. Y eso son datos de los mismos sindicatos que han elaborado este informe sobre la brecha salarial "machista". Si he de creerme unos, he de creerme otros.
En la última memoria de la CEOE se incluye una encuesta sobre la mujer en el trabajo realizada a los empresarios -se ve que ahora está de moda-. EL valor que más destacan los empresarios de las trabajadoras es "su escasa conflictividad laboral" -y el peor, su mayor absentismo, por decirlo todo- y curiosamente en esa misma memoria, aunque en otro texto, se especifica que "…el principal foco de conflictividad laboral en España sigue siendo, hoy en día, la retribución salarial".
Las y los que sean medianamente inteligentes ya saben la conclusión de todo esto. Se llama cruzar datos, se llama sacar conclusiones, se llama realidad.
Se llama sociología. De primero, pero sociología. Una sociología que dinamita de forma definitiva la preposición causal que nos ocupa.
Las mujeres ganan menos porque no reclaman ganar más. Su presencia sindical es nula o como mucho testimonial, su actividad sindical es prácticamente inexistente. Por eso en los sectores con mayoría de trabajadoras todos ganan menos, porque nadie hace presión para ganar más, porque anteponen la falta de conflictividad como un valor para mantener el trabajo a la reivindicación como un riesgo necesario para mejorarlo.
Y esto lo refuerza la segunda parte de la frase. Incluso en la función pública ganan menos. Incluso en un entorno en el que los mecanismos están reglados y todo el mundo gana lo que tiene que ganar por ley retributiva, ganan un poco menos. La  desigualdad disminuye hasta casi desaparecer porque todo está reglado. Porque no hay casi capacidad de negociación, pero persiste en mínimos porque ese "casi" existe y ellas tienden a no utilizarlo tanto como los hombres. Salvo algunas – o muchas, supongo- que yo conozco que hacen lo que tienen que hacer con el riesgo que eso comporta –que hay que reconocer que en la Administración Pública es menor-.
Por eso la mujer gana menos. No porque sea mujer, sino porque lucha menos para incrementar su sueldo. Es una circunstancia, no una declaración de principios. Es lo que ocurre estadísticamente, no un rasgo definitorio de la mujer. Es una situación, no un paradigma.
Que nadie se me altere.
Y eso convierte el "por" del titular de la ínclita publicación en un ejemplo de machismo mucho más peligroso que la reimplantación de control parental femenino novecentista.
Porque ese titular sí estipula que la mujer no debe luchar por mejorar su salario, que esa situación que hace que la mujer no se comprometa con la lucha por su mejora y su dignidad laboral y salarial es algo connatural a la mujer, es algo que no puede evitarse.
La mujer gana 5.500 euros menos al año en España porque su actividad reivindicativa es ínfima, porque su deseo regateador a la hora de negociar un sueldo es nulo. Y según quien ha titulado ese producto editorial eso lo hace "por ser mujer". No hay otra lectura posible de este silogismo.
Así que aquellas que pretenden defender a la mujer de nuevo se están convirtiendo en sus principales detractoras. Defienden que el Estado tiene que hacer algo -no sé muy bien el qué- para que esa brecha se cierre, para que las mujeres ganen los mismo que los hombres porque ellas no van a hacerlo, no pueden hacerlo. Porque ellas son mujeres.
Si eso no es sexismo, si eso no es despreciar las capacidades de las mujeres, si eso no es machismo en estado puro, que venga vuestro dios y lo vea.
El Estado ya ha puesto los mecanismos. Se llaman Constitución y Estatuto de los Trabajadores. En ambos se especifica que la discriminación por motivos de sexo no puede existir.
Pero, claro, eso no sirve porque en realidad sabemos que las mujeres no cobran menos por ser mujeres. Por eso no pueden llevar los casos a los tribunales -salvo en los que sí se produce, que todavía hay algunos, por desgracia-, por eso no pueden utilizar el mismo mecanismo que utilizan todos los trabajadores para reclamar sus derechos.
Porque en este caso no han perdido un derecho. Han hecho omisión de una responsabilidad. Y las feministas lo saben y si no lo saben es que no quieren saberlo porque su jerarquización de valores de la realidad está completamente del revés.
La única herramienta para mejorar el sueldo es la negociación -colectiva o individual- y si esta falla el conflicto laboral.
Es una realidad histórica y actual que han demostrado los trabajadores a lo largo de la vida y obras de la humanidad. Es un riesgo que afrontaron con sangre generaciones enteras de trabajadores a los que les debemos un respeto y un agradecimiento por llevarnos más allá de la servidumbre y de la esclavitud a la que ahora quieren retrotraernos.
Pero las feministas radicales que han hecho del hombre el único enemigo no beben de esas fuentes. Para ellas las Trade Unions, las hermandades sindicales francesas, Víctor Hugo, Rosa Luxemburgo, La Comuna de París, los bolcheviques rusos prerrevolucionarios y todo el movimiento obrero y profesional de los siglos XIX y XX no existen, son derivaciones machistas que no han de ser tenidas en cuenta.
Solamente existe la buena de Catherine McKinnon y su visceral odio al hombre. Si una mujer tiene un problema el culpable es el hombre. Sencillo, indoloro y sin ninguna carga de responsabilidad. Como lo es todo en la mente de cualquier fanático.
Porque ellas no van a decir que es responsabilidad de la mujer cerrar esa brecha salarial y que se cerrará solamente si hacen lo que han hecho todos los que han revindicado a lo largo de la historia. Arriesgarse.
Para ellas la solución es que la mujer salga de paternalismo masculino y se refugie en el estatal -un Estado que se llamará Estada y que estará dirigido por mujeres, por supuesto- y será el estado el que les permita, a través de un teléfono  anónimo, desde luego, denunciar a su empleador -o empleadora, aunque una empleadora nunca haría eso, claro- porque ha descubierto, cuchicheando ante la máquina de café, que cobra menos que su compañero que se tiró tres días negociando su contrato, que ha entrado ocho veces en el despacho del jefe reclamando más sueldo y que amenazó con irse si no se le subía el sueldo tres puntos por encima del IPC. Porque su jefe le ha subido el sueldo a él por ser hombre y a ella no por ser mujer.
Y entonces un documento estatal emanará en dirección a su empresa conminándola a igualar todos los salarios bajo pena de excomunión y admonición pública en las noticias de las ocho. Eso sí, sin que la persona propietaria de la empresa pueda ni siquiera preguntar de donde ha partido la denuncia.
Todo muy igualitario, muy ultra feminista. Todo muy protector. Todo muy fascista.
Alguien tiene que empezar a decirle a estas defensoras de la reivindicación sin riesgo, del progreso sin esfuerzo y de la igualdad sin responsabilidad que el único camino hacia la libertad y los derechos pasa por la lucha y la responsabilidad. No por cambiar un padre o un marido que te mantenga por un Estado que te proteja.
Muchas mujeres ya lo saben y deberían gritárselo a estas adalides del matriarcado estatal protector.
Cuando luchen, cuando se arriesguen, quizás se sorprendan, cuando al girarse, se den cuenta de que a su lado y tras ellas hay una inmensa cantidad de hombres apoyándolas. Muchos de nosotros, pese a lo que diga McKinnon, sí tenemos tradición de luchar por los demás. Llevamos milenios haciéndolo.

sábado, febrero 25, 2012

La intercesión de Santa Illa ante dios por la crisis


Existe de repente, así por la tremenda, una nueva fecha en el calendario, un nuevo y beatífico poblador del santoral que ha ascendido repentinamente a los altares sin paso previo por las curias vaticanas ni por los sellos papales. Hoy es el día de Santa Illa.
El colegio privado madrileño  embargado y desembargado ha saltado al altar de los medios de comunicación, al sagrario televisivo de las noticias de calado social porque 160 niños y adolescentes se han quedado sin clase, sin colegio porque la crisis ha sacudido a la educación privada. Que sacuda a la pública con sus recortes de profesorado y de fondos no es noticia. No lo es por reiteración; que zarandee a la concertada por impagos de gobiernos levantinos y concesiones absurdas de presidentes baleares tampoco lo es por acumulación.
Pero que se cebe en la educación privada, en ese epítome de educación de calidad que todos los que están ahora en el gobierno nos quieren vender, en ese pendón ondeante de educación elitista que la egregia presidenta madrileña defiende a Chanel y espada por doquier, sí es noticia.
Así que, de pronto nos encontramos con que el Santa Illa se ha convertido en el nuevo artífice del martirologio de esta muerte económica de nuestro sistema que muchos se siguen empeñando en llamar crisis.
Pero cuando un santo asciende a los altares siempre lo hace con un propósito, con una única función secular y eterna: la intercesión. Todo santo es patrón de algo.
¿Por qué o por quién intercederá Santa Illa ante El Altísimo? Para muchos sería el patrón o patrona -que esto de los espíritus puros me da mucha manga ancha en lo del género- que rogaría al ser dormido e inconstante para que nos salvara de la crisis. Santa Illa, santa patrona de la crisis cíclica del sistema liberal capitalista, sacada en procesión en fechas no fijas -como la Semana Santa, eso es un grado- en ciclos cada vez más cortos y desesperados.
Suena ecléctico pero puede pasar.
Más, como en todo proceso de santificación, se tiende a minimizar, sino a obviar completamente, la vida pretérita del santificado. Como se ignora de Saulo, el natural nombre del mítico San Pablo que recomendaba a las mujeres raparse si no llevaban velo -¿sería yihadista?- que pasó de ser soguilla de lapidadores a convertirse en asesino sanguinario, cazador de hombres mujeres y niños. Como se olvida que San Luis fue un rey irracional y cruel que abofeteó y mató a un papa en su sitial pontificio -aunque el bueno de Bonifacio se lo merecía, hay que reconocerlo- , como incluso se olvidan los excesos del ficticio Ammonius a la hora de elevarle al martirio en Ágora.
¿Qué ha pasado por alto el abogado del diablo en esta canonización de Santa Illa?, ¿qué verdad vital ha ocultado la nueva congregación de los santos de la crisis a la hora de ponernos el martirologio de Santa Illa de ejemplo de la crisis?
No hay mejor abogado del diablo que el diablo mismo. Así que me toca hacerlo.
Si de algo ha de ser patrón Santa Illa es de la caradura, si de algo ha de ser intercesora Santa Illa ha de serlo para que el dios de los oídos duros y la existencia difusa nos proteja el egoísmo, la irresponsabilidad y el santo derecho a engordar nuestro bolsillo a costa de los otros.
Esos han de ser sus patronajes.
Porque el propietario del Santa Illa no es embargado de pupitres, encerados y elementos gimnásticos porque no tenga dinero para pagar a sus proveedores que han subido los precios por la crisis, porque haya perdido ingresos porque los padres despedidos hayan tenido que sacar a sus hijos del colegio, porque haya agotado su crédito para pagar a sus trabajadores y dar material educativo a sus alumnos.
El nuevo Ammonius parabolano de la educación privada madrileña es embargado porque le debe 992.000 euros a la Seguridad Social.
Y eso nos saca del martirologio de la crisis de un bofetón cóncavo con la mano abierta y nos arroja de un revés furibundo a la más completa hipocresía y al más completo fraude. Nos cambia al mártir en verdugo, nos transforma a la víctima en perpetrador.
El Santa Illa sería embargado aunque nuestro país tuviera la economía más saneada del orbe occidental, aunque nuestro presupuesto nacional tuviera el superávit más alto desde la llegada del primer galeón cargado de oro de las indias occidentales, aunque Merkel fuera comunista y aunque Europa estuviera repartiendo dinero los fines de semana porque le sobrara.
El repentinamente famoso Iñaki Santa no es una víctima de la crisis, es un causante de ella.
El colegio se fundó en 1959 cuando la Seguridad Social no existía, y en 1978 se acogió a la amnistía tributaria por los seguros sociales que se decretó cuando esta se reformó por primera vez en el sistema democrático. Y desde 1979 no ha pagado un duro en seguros sociales por sus trabajadores. Es decir no ha pagado jamas un seguro social. Con crisis o sin ella. Con Seguridad Social o sin ella.
No hay excusa, no hay motivación lógica o económica en ese impago, no hay circunstancia o coyuntura -como dirían los economistas de pro- que le justifique para tomar ese camino de fraude e impago. Es una decisión consciente que antepone su ganancia y su beneficio a la ley y a la justicia.
Lleva casi 35 años horadando los pilares del sistema de cobertura social en España. Iñaki Santa lleva casi 35 años siendo uno de los integrantes de la quinta columna de los infiltrados que han hecho morir el sistema liberal capitalista para comerse sus despojos.
Y eso le conduce directamente de una patada bíblica en sus educativas posaderas de los altares al patíbulo.
Eso le convierte en lapidador no en apedreado, en delincuente, no en víctima. En Longinos, no en Joshua.
Eso le hace ejemplo y paradigma de otra cosa. No de la crisis, no de la educación privada, no de nada que tenga que ver con la circunstancia económica presente, pasada o futura de este país. Le hace ejemplo de algo muy diferente.
En España se defraudan al año -¿estáis sentados?- 88.000 millones de euros. Lo repito. 88.000 millones de euros.
¿Cuantos millones dice el presidente Rajoy que necesitamos para sanear las cuentas públicas?, ¿40.000 en números redondos? ¡Leche, si tenemos superávit! Hasta podemos recuperar 44.000 millones de los 160.000 emitidos en deuda pública - la famosa deuda soberana que nos está ahogando en los parqués europeos y atlánticos- que nunca se contabilizan como déficit nadie sabe por qué extraño motivo. Quizás porque nunca piensen pagarla y todo el mundo lo sepa.
De esos 88.000 millones, 33.000 son fraude directo a la Seguridad Social.
Dejando a un lado las pensiones cobradas de mala manera, las estafas en las bajas y las inclusiones fraudulentas en coberturas de familiares, que según los expertos de Hacienda no alcanzan los 2.500 millones, ese fraude se realiza principalmente por la contratación fraudulenta y el impago de los seguros sociales.
Así que no son los trabajadores, sus bajas continuadas y sus excesivas prestaciones los que han colapsado el sistema. No son los jubilados, sus pírricas pensiones, sus medicamentos para los gases aerofágicos y su toma de tensión del jueves por la mañana los que han conducido la Seguridad Social a la banca rota.
Son los empresarios.
O, para ser más exacto, son empresarios. No todos los los empresarios defraudan en los pagos a la Seguridad Social pero todos los que defraudan en las cotizaciones sociales son empresarios.
Porque son los empresarios los que contratan ilegalmente, en negro. Los trabajadores aceptan esos contratos por obligación -y en algunos casos minoritarios por conveniencia- pero en la inmensa mayoría de los casos la propuesta parte de la empresa.
Porque son los empresarios los encargados de pagar los seguros sociales de los trabajadores. No los trabajadores mismos, aunque ellos sean los beneficiarios de esos seguros.
Así que por descripción y por definición los que defraudan a la Seguridad Social son siempre empresarios.
E Iñaki Santa es su santo patrón.
Quizás, solamente quizás, Don Mariano y su gobierno deberían colgar un icono de esos de pan de oro y verde intenso con su rostro en la sala del Consejo de Ministros y fijar su vista en él antes de empezar a decretar y autorizar copagos autonómicos, antes de permitir que se pague un euro por receta, que se racionen los medicamentos a los enfermos crónicos, que se cierren las unidades cardiacas y contra el dolor de los hospitales públicos, que se reduzcan los sueldos de los funcionarios o que se permita que se privaticen hospitales para sanear las cuentas de la Seguridad Social.
Quizás deberían pedirle al Santo Iñaki que identifique a todos los que han cavado y siguen agrandando el agujero de la Seguridad Social en lugar de pretender arreglarla reduciendo las cotizaciones sociales que tienen que pagar las empresas, ignorando el hecho de que el que ha decidido no pagar no lo hará porque considera que, por ínfima que sea la cantidad, no tiene por qué abonarla.
Quizás deberían rezar a San Iñaki para que obrara el milagro de infundirles la presencia de ánimo suficiente para recuperar esos 33.000 millones -o todo lo posible- de las cuentas cifradas en Ginebra o Caiman Brac, de las propiedades personales y familiares de los defraudadores y de los dividendos de los accionistas de las empresas que han cometido esos fraudes y que han seguido operando y repartiendo beneficios durante años antes de pedirnos que trabajáramos tres años más en nuestra ancianidad -sé que eso lo hizo el PSOE, no se me alteren- para poder mantener la Seguridad Social.
Quizás deberían tener la imagen de Santa Illa presente para recordar que el fraude a la Seguridad Social parte mayoritariamente de los empresarios y no tienen que pagar por él los trabajadores antes de recortar prestaciones a los que no son culpables y otorgar ayudas a los que sí lo son.
Y cuando por medio de la intercesión de Santa Illa hayan recuperado y frenado ese fraude, entonces que se vuelvan a nosotros. Y si tenemos que hacer algo, lo haremos. Y si tenemos que renunciar a algo, lo haremos.
Pero hasta entonces que se encomienden a Santa Illa. Porque no pueden en justicia exigirnos nada hasta que hayan atravesado ese Via Crucis de enfrentarse a los empresarios en el fraude a la Seguridad Social.
Ese es el orden correcto de estos pasos procesionales. Primero el Beso de Judas del defraudador representado en Santa Illa, después las lágrimas de sangre de Getsemaní del que no ha hecho nada pero tiene que sacrificarse para el bien de todos.
Pero me temo que si saliera el primer paso de esta mínima procesión no quedarían los costaleros suficientes para llevar el segundo porque sencillamente no sería necesario sacarlo en procesión.
Sarcillo estaría orgulloso de este post.

LA TEJEDORA DE ALMAS



E
scucha, guerrero que apoyas el acerado filo de tu espada sobre un delgado hilo de seda. Escucha, tú, que has de quebrar la herencia de Nohelu, también llamada Tejedora de Almas. Escucha la verdad de mis palabras porque no he de mentirte. Escucha y recuerda, pues de tu decisión dependen nuestras vidas.

¿Habré de recordarte lo que ya viviste, poderoso guerrero? ¿Podrán mis palabras llevarte a esos días en los que fuiste lo que eras, antes de que ninguno de nosotros se cruzara en tu vida? Yo lo sé porque lo vi, lo se porque me fue dicho. Tú has de saberlo porque lo viviste.
Recuerda como eras antes de Nohelu, antes de nosotros. Antes de ti mismo.

Recuerda al joven guerrero orgulloso de su país y de su gente. Entregado al arte de la defensa que no al de la guerra.
Tan fuerte en la paz que no había en su alma sitio para la guerra, confiaba en los suyos. Tan sólo confiaba en ellos y en el poder de su brazo para salvaguardar su ciudad y su país. Puede que no fueras del todo feliz, puede que la tristeza te invadiera en ocasiones, cuando te acercabas a las costas del sur o a los riscos del norte, pero eras uno con tu gente y ellos lo eran contigo.
Eras el guerrero que vive la tranquilidad de la paz y que acepta el hecho de que esta puede acabarse. Eras el luchador que asume que, si la paz termina, él está obligado a restaurarla.
Así creciste y así te hiciste hombre. Esperando una oportunidad de demostrar a los tuyos y a ti mismo que tu poder no era una falacia, que tu brazo podía contribuir a su felicidad y que tu mente siempre estaba puesta en ellos. En ellos a través de ti, pero en ellos.

¿Has de vivir de nuevo el día en que creíste que esa oportunidad había llegado?

Yo no estaba allí, pero, años después, tus mismos labios me lo contaron mientras mi pluma transformaba la carne en pergamino y la sangre en tinta. Escucha mi relato salido de tus labios.

Recuerda esa mañana, como tantas otras, en la que paseabas orgulloso con la mano apoyada en el pomo de tu espada. La sangre se agolpó en tus sienes cuando escuchaste la campana del torreón de la costa del Este. La juventud nos hace desdichados si no hacemos lo que creemos que somos capaces de hacer. Tu eras capaz de luchar y agradeciste al destino que te diera la oportunidad de hacerlo.

Viste los barcos antes de que nadie los viera, antes de que ellos divisaran la costa. Sus velas, rojas como la sangre y blancas como los sudarios, anticipaban el mensaje que sus hachas y sus espadas estaban dispuestos a ratificar.
Contaste dos velas y te alegraste; contaste diez y te sorprendiste. Contaste cien y te asustaste.

Pero el miedo no te impidió ocupar tu puesto. Si habías nacido para morir ese día, morirías por los que habían sido tu vida. Subiste de un salto a la más rápida de las embarcaciones. La primera que llegaría a enfrentarse a la horda.

La pasión por la lucha te envolvió. Saltaste el primero al abordaje de los que habían venido a abordar. Muchos de tus barbudos enemigos nunca supieron qué fue lo que les mató. Nunca llegaron a mirarte a los ojos.
Mientras repartías mandobles y estocadas, contemplaste a lo mejor del ejército de los tuyos caer en la batalla. Lloraste por ellos, sufriste por ellos. Seguiste matando por ellos.
La sangre de tus enemigos era la única medicina que recibían tus heridas y con ella te sanaste para seguir luchando. Hoy, los guerreros del norte aun celebran tu coraje, aún rinden homenaje a los que cayeron a tus manos como barridos del mundo por la furia de un dios. Entonces eso no te importó. No ha de importarte ahora.

Cayeron diez naves y seguiste luchando; cayeron veinte y redoblaste tus esfuerzos. Cayeron cincuenta y te permitiste la esperanza. Tus rugidos y los de tus compañeros inundaron el aire cuando el resto de la flota de dragones de muerte abandonó la batalla. La lucha no había terminado, pero había empezado bien.

Recuerda y hazlo pronto porque de ello dependen muchas cosas. Recuerda como esperasteis que las baterías de tierra borraran del mar las velas blancas y rojas, de sangre y muerte. Como ansiasteis ver a los cañones vomitar fuego y a las bombardas arrojar piedras.

Maniobrasteis con la rapidez de la desesperación cuando los cañones permanecieron en silencio; navegasteis con la inquietud del que sabe que llega tarde y no puede evitarlo cuando las bombardas siguieron mudas. Intentaste evitar lo inevitable y navegaste de vuelta para proteger tu ciudad, tu tierra, de la invasión.
¿Recuerdas el dolor? ¿Recuerdas la sorpresa?

 ¿Recuerdas tu muerte?

De nuevo de un salto bajaste a las calles del puerto y apartaste de ti y de la vida a todos los invasores que se cruzaron en tu camino. Aún había esperanza. Si os hacíais fuertes en el reducto podríais vencer. Olvidaste que los cañones no habían disparado.

Y entonces los viste. Matando por la espalda a lo que quedaba de la guerrera y ardiente juventud que había dado su vida por defenderlos. Conociste la traición.
Su sonrisa, aviesa y cruel, te dolió más que cualquiera de las heridas que los hombres del norte te habían infligido. Les vistes entregarles vuestro oro, les vistes entregarles a vuestras mujeres. Y conociste el sufrimiento.

Te arrojaste sobre ellos y mataste a muchos, pero su traición te hería más que sus espadas. Sus risas te arrancaban la piel como garras de una fiera feroz que pretendiera devorar tu ilusión y tu esperanza. Combatiste contra ellos porque era lo único que podías hacer, pero hasta eso te lo habían enseñado ellos.
¿Recuerdas como pudiste matarles? ¿Cómo, tendidos en el suelo ante ti, aquellos que habían sido los señores de la ciudad estuvieron a tu merced?

Pudiste matarles pero no lo hiciste. Tu espada se elevó sobre sus cabezas  pero no la descargaste. Eran los tuyos. Traidores y perversos, pero eran los tuyos. Demasiada sangre se había vertido ya.

Montaste en tu caballo y, herido en el cuerpo y muerto en el alma, cabalgaste para alejarte, para olvidar que aquellos a los que querías eran los que hacían desangrase tu corazón. Para entregarte al abrazo del olvido. Para morir.




¿S
erás capaz de olvidar tu dolor de hoy y recordar el dolor de antaño? ¿Puedes apartar un instante el filo de tu espada de este delgado hilo y recordar cómo fue esa huída? Te pido que lo hagas. No por nosotros que, si hemos de morir, moriremos. No por Nohelu, que no ha de pedirte nada. Te pido que lo hagas por ti.

El sol ardía pero no tanto como el dolor y la sangre en tus heridas. Tu caballo había muerto de cansancio y tú habías abandonado su cadáver para seguir arrastrando el tuyo por una tierra yerma que habías decidido que fuera tu ataúd.
Así llegaste a nosotros. Eso no hubiste de contármelo. Yo estaba allí.

Te vimos llegar, lacerado y sangrante, desde el desierto. Nosotros, que nunca habíamos recibido a nadie, que nunca habíamos hospedado a los extraños, recibíamos la visita de un extranjero.

Te vi caer y levantarte en un absurdo esfuerzo por llegar a ninguna parte. Por alejarte de tu sufrimiento. Te vi arrastrar tu espada con el brazo colgando de un costado. Y sentí lastima. No de lo que eras, sino de lo que habías sido.
Todos nosotros nos levantamos de nuestros asientos, abandonamos nuestros quehaceres y te observamos. Atravesaste nuestro poblado como si no existiera, como si fuera un espejismo más que hubiera que ignorar. Te miramos, pero no te hablamos. No te ofrecimos agua, pues tu sangre manaba a borbotones. No te ofrecimos comida, pues tu carne ardía con la fiebre. No te ofrecimos hospitalidad, pues tu muerte te hacía imposible dejar de caminar. Tú no nos viste, pero nosotros si te vimos a ti. Tú sólo veías tu dolor.

¿Recuerdas lo que ocurrió, luchador sin tierra? Hazlo, pues mucho está en juego.

Recuerda como apareció Nohelu, una mujer, entre nosotros.
Cómo te siguió en silencio cuando cruzabas la aldea, como te volviste hacia ella e intentaste apartarla de ti con la mirada. Recuerda como te sonrió.
Ella siguió tu paso, aclimató su caminar a tu cansino arrastrar por la arena, y siguió tras de ti. Sin hablar. Esperando.
Te ofreció agua y tú la rechazaste; te ofreció vino y tú lo repudiaste; puso comida en tus labios y tú la escupiste. Y ella siguió allí. Esperando. Caminando y esperando.


Y por fin volviste a caer. Te arrastraste por la arena buscando un lugar en el que desangrarte. Pero no estabas lo suficientemente lejos de tu sufrimiento, lo bastante alejado de tu ira. Tu sangre manaba lenta y quisiste levantarte de nuevo.

Sus palabras están escritas, pero no hace falta que te las lea para que las recuerdes.

-         Puedes levantarte y caminar hacia la muerte y puedes no hacerlo –su voz sonó a tu espalda y tu te volviste hacia ella-

-         No hay diferencia –la sangre se agolpaba en tu garganta- Me han matado.

-         Si sigues tu camino lo habrán logrado –y se agachó para ayudarte a alzarte de nuevo- Si te paras, es posible que los derrotes.

¿Recuerdas la sensación que se depositó tenuemente en tu corazón en aquel momento?  Era pequeña, como una mariposa recién salida del capullo; era débil, como una cría tambaleante; era esquiva, como un reptil en la noche contra una mangosta vieja. Pero estaba allí. ¿Recuerdas el momento en el que, entre el sufrimiento y la cólera infinitos, volvió a abrirse paso la esperanza?

-         Si me tumbo aquí moriré igual –dijiste, mirándola por primera vez-

-         Ya estás muerto –y Nohelu sonrió porque sabía que tú ya no creías tus propias palabras. Ya no creías tu propia desesperación- No tienes nada que perder.


Eras orgulloso, aún lo eres porque tienes motivos para serlo. Intentaste seguir tu camino. Muchos de nosotros te admiramos entonces y aún lo hacemos por ello. Nos gustan las gentes leales, aunque lo sean a su dolor y su desesperación.
Pero, cuando la esperanza anida en un ser, se abre camino de forma inexorable. La desesperación que movía tus pies ya no era tan intensa; el dolor que te daba la fuerza para caminar ya no era tan profundo; el sufrimiento que te guiaba ya era menos denso, menos agobiante.

-         Aún hay dolor, aún hay desesperación. –susurró Nohelu en tu oído mientras tú contemplabas la infinita muerte de arena que se extendía ante tus ojos- Aún habrá sufrimiento.


-         No hace falta que me lo recuerdes –te enfadaste con ella- Vivo de ellos. Me alimento de ellos.

-         Te equivocas. Mueres por ellos. Pasas hambre por ellos –y te agarró del brazo- deja que lo otro te alimente.

-         Es muy pequeño

-         Y tú eres muy grande – te soltó-. Deja que crezca. Lo hará rápido.


Recuerda como tomaste una decisión. El modo en el que te abandonaste hasta el punto de perder el sentido. Te he contado mil veces lo que ocurrió cuando caíste en el sueño sin sueños que precede a la muerte o a la vida.
Tus ojos han leído como ella cargó contigo por tres leguas de desierto. Cómo se negó a que nadie compartiera con ella la carga de tu cuerpo, tus heridas, tu dolor y tu sufrimiento. Te he contado como te depositó en medio de nosotros y nos miró. Cómo aceptó, una por una, las apuestas de aquellos que negociaban con tu vida. Ninguna apuesta pasaba de dos días. Sólo una superaba las diez horas. Era la mía.

Así llegaste a nosotros. Nosotros, que no aceptamos que habite en nuestras tiendas ningún ser vivo no nacido en la tribu, te acogimos, te dimos nuestra hospitalidad. No rompimos nuestras costumbres.
Al fin y al cabo tú ya estabas muerto.
No he de contarte lo que escuchaste cuando, durante un ínfimo instante, abandonaste el sueño y me miraste.

-         ¿Quién es? –preguntaste. Y yo supe que te referías a Nohelu- ¿Qué hace?

-         Es Nohelu. –y, mientras el sueño que mata o cura te arrancaba de nuevo del mundo, me escuchaste- Teje almas.


N
ohelu tejía almas y era lo que siempre había hecho. En el pueblo de las llanuras es un oficio respetado y tradicional, pero no es nada sobrenatural. Sólo unos pocos escogidos pueden hacerlo y por eso se les estima. Pero todo el mundo tiene un alma y alguien tiene que tejerlas. Nohelu lo hacia para nosotros.

¿Recuerdas tu sorpresa cuando, tras salir del sueño que a veces mata y a ti te curó, supiste todo eso? ¿Recuerdas la nuestra cuando supimos que tu pueblo no tejía sus almas?

Recuerda claramente porque tu alma y las nuestras dependen de ello. Te maravillaste al contemplar su trabajo. Sus dedos volaban sobre el telar aunando en una pieza única cada uno de sus trabajos.
Nohelu tomaba la seda de los más extraños gusanos y tejía los hilos de aquello que era dulce y delicado en el alma de los hombres; el cáñamo, de las plantas de los pantanos, para las pasiones, que han de ser fuertes y firmes; los hilos de lino para los deseos, que han de ser claros y constantes; el cálido hilo de algodón para los instintos, que han de ser repetidos y continuos. Nohelu los trenzaba con sus dedos, los anudaba con sus manos y los pulía con sus dientes.

¿Eres capaz de acordarte de lo que sentiste cuando contemplaste, aún casi muerto, la ceremonia? Viste al niño, desnudo, vacío en mente y espíritu, llorando con el instinto de los que saben que el mundo no es lo que debería ser. Viste a su madre acunarlo entre pieles. Viste a los ancianos sumergirle en el agua del río hasta que su piel se enfrió como el cielo.
Y viste a Nohelu arroparle con el tejido de su nueva alma. Y el niño dejó de llorar, siempre dejan de llorar en ese momento. Y se calentó y suspiró. Viste su rostro sonreír y supiste que tenía una alma. Un alma tejida por Nohelu.
No te he de contar lo que sentiste porque estabas allí. No me has de explicar lo que sentiste porque estaba a tu lado.

Durante lunas curé tu cuerpo. Lamí tus heridas, coloqué emplastos en tus quemaduras, arrojé fuego sobre tus yagas y peyote sobre tu rostro para mitigar tu dolor. Siempre lo había hecho. Eso es lo que hacemos los Hombres Medicina. Ese es nuestro trabajo.
Y tu cuerpo sanó. Hubiera sido un insulto personal para mí que no lo hiciera. Pero no era bastante.

-         ¿Por qué las telas de las almas de Nohelu son siempre blancas? –me preguntaste un día mientras colocaba pulpa de cactus en tu dolorida espalda-.

-          Los colores son la esencia de la vida –contesté yo- Los tejidos de Nohelu nos dan un alma. Nosotros la tintamos con nuestra vida. Los tejidos son nuestra esencia. Los colores nuestra elección.

Has de buscar en tu memoria el día en el que, apoyándote sobre tu espada como en un bastón, entraste en la tienda de Nohelu y la interrumpiste en su trabajo.

-         Hazme un alma –exigiste con la fogosidad de aquellos que están acostumbrados a depender sólo de si mismos-.

-         Ya tienes una –contestó ella sin levantar la vista del telar-.

-         No sirve –insististe- Esta muerta. Tu misma lo dijiste.

-         Yo dije que tú estabas muerto –sonrió y apartó el telar de sus piernas- Nunca dije que tu alma lo estuviera.

-         ¿Me harás una?

-         Te la harás tu –y te invitó asentarte frente al telar- Para ti, reconstruir tu alma es recordar.


Veo en tu mirada que te acuerdas de esos días y esas noches. La voz de Nohelu te dirigió y te arrulló mientras tus nudillos, acostumbrados a la tensión del peso de la espada, crujían de doblarse y retorcerse con el trabajo en el telar. Su risa te relajaba cuando los delicados hilos con los que trabajabas se enredaban en tus manos y en tu cuello; se retorcían con vida propia, negándose a ocupar su puesto en el tejido.
¿Recuerdas como te consoló cuando contemplaste tu obra?
Una tela gastada y retorcida. Llena de huecos y de agujeros que no habías sabido o podido cubrir. Una tela que podía haber sido hermosa en otro tiempo pero que, cuando colocaste el último hilo, se te antojaba absurdamente inacabada.

-         ¿Es así mi alma? –preguntaste con tristeza-.

-         Las almas cambian –fue todo lo que dijo Nohelu besándote en la frente-.

Y tu alma cambió. No me hace falta recordar esos días porque siguen vivos. ¿Lo están para ti?
Yo había curado tu cuerpo y Nohelu seguía, día y noche, encerrada en su tienda. El viento trajo el olor de la primavera y tú cabalgaste con nosotros, pescaste con nosotros, cazaste con nosotros. No cobraste ni una pieza, pero cazaste.
Te reíste al pillarte los dedos con el arco. Soportaste las bromas de los niños y el candor enamorado de las niñas. Nos contaste historias y escuchaste las nuestras. Viajaste con nuestro peyote y nos quemaste la garganta con esa pócima que tú llamas licor. ¿Recuerdas haber visto durante todo ese tiempo a Nohelu?
No lo recuerdas porque casi no la viste. Nadie la vio.

Un día, con la luz de la alegría en los ojos y la sonrisa de la esperanza en los labios, entraste en la tienda de la tejedora de almas y observaste el más hermoso de los tapices que nunca había tejido. Y lo era porque no sólo estaba completo y era firme, sino porque los colores inundaban sus dibujos.
El azul de la paz, el negro del dolor, el rojo de la pasión y el amarillo de la esperanza. Había mucho amarillo.

-         Contempla tu alma –te dijo- Es hermosa ¿Verdad?

-         Tu me has salvado –y la besaste- Ahora puedo enfrentarme a aquello de lo que huía. He de irme. Volveré

-         Sé las dos cosas. No tienes que decírmelas.


No hace falta que te diga como montaste en el caballo pinto y cabalgaste hacia el desierto. No hace falta que te recuerde como nuestros guerreros te siguieron como hacen los leales con su lealtad. Como lo hacen los hermanos.

No hace falta que me cuentes como te giraste para mirar el poblado que abandonabas. Para mirarnos a los que nos quedábamos en él. No hace falta, guerrero de alma nueva, que me digas como tu vista se tiñó de verde al vernos. Como sentiste el miedo. El miedo siempre es verde.

No hace falta que me digas que fue en ese instante cuando empezaste a odiar a Nohelu. Yo estaba allí. Lo vi.

T
u lucha y nuestros guerreros hicieron de tu guerra una campaña fulminante. Arrojaste al mar a los hombres del norte con la misma facilidad con la que una flecha penetra en una piel curada y tensa. Cuando hubiste acabado con ellos entraste en la que había sido tu ciudad.

Entraste como conquistador en la ciudad que habías abandonado como hijo traicionado de una lealtad muerta. Nuestros guerreros te seguían maravillados pero atentos. No pestañearon cuando, pese a los gritos de las madres y los llantos de los niños, les ordenaste quemar las casas con ellos dentro. La guerra es así. La venganza es aún peor.

Sé que ese momento sigue vivo en tu mente porque sé leer tu cuerpo. Yo lo salve de la muerte. Hoy te contraes al recordar como él sol de repente te pareció anaranjado, como observaste en él matices que nunca antes había visto. Aún ves los rostros de los guerreros, las mismas caras que no se habían alterado al lanzarse a la destrucción, sorprenderse cuando les ordenaste apagar las llamas que apenas acababan de comenzar a arder. El naranja es el color de la compasión.

Lo que no recuerdas porque no lo viviste. Lo que he de contarte porque yo si estaba aquí, fue lo que en el poblado pasó ese día.
Los llantos de la madre y las maldiciones del padre se oyeron tan lejos que la Tribu de los Bosques envió un guerrero al funeral creyendo que había muerto un jefe.

Suplicaron y exigieron; los jefes suplicaron y exigieron. Los guerreros tan sólo exigieron. Las mujeres tan sólo suplicaron. Pero el alma del niño ardió porque Nohelu dijo que no era perfecta. Mientras veíamos la tela invertida arder en el fuego sagrado del roble miramos a Nohelu. Otras veces se había quemado el alma de un contrario. No era algo desconocido. Pero Nohelu siempre había llorado. Todos vimos que sus ojos estaban secos.

Y tú seguiste tu campaña. Eso sí eres capaz de recordarlo. Cada vez que uno de los traidores caía en tus manos encontrabas una excusa para perdonarle; hallabas un castigo que, aunque duro era justo, no definitivo. Cada vez que un guerrero amenazaba una vida no combatiente tú frenabas su brazo con calma y serenidad. Cada vez que yo te enviaba un pergamino relatándote lo que ocurría en el poblado, tú lo leías sin leerlo y lo contestabas amablemente.

¿Eres capaz de recordar lo que decían mis mensajes? ¿Aún conservan tus oídos la canción lenta y desesperada que los tambores te enviaban con el viento?
Si es así, no hará falta que te recuerde que cada vez que alguien ofrecía comida a Nohelu ella la rechazaba. Cada vez que alguien la saludaba, ella le fulminaba con la mirada. Cada vez que tejía una nueva alma, los ancianos la rechazaban.

Dejó de ocuparse de los ancianos y cuando lo hacía una mueca de disgusto afeaba su rostro. Dejó de cantar ante el fuego y sólo lo hacía cuando las lanzas de dos guerreros apuntaban a su espalada. Dejo de hablar con las mujeres salvo para poner de manifiesto sus defectos. Y lo peor de todo. La Tejedora de Almas dejó de tejer. Los pocos hombres que quedaban en el poblado no yacían con sus mujeres por temor a concebir un hijo que creciera sin alma o, lo que era peor, hubiera de albergar un alma que Nohelu hubiera tejido obligada por los ancianos.

Tú recuerdas esos días de otro modo. Hastiado de batallas y amargado sintiendo que alguien te robaba tu venganza. Sintiéndote cobarde y débil en lugar de pacífico y misericordioso. Recuerdas aquellos días odiando a Nohelu por hechizarte para privarte de tu justa vindicación. Recuerdas esos días alimentando tus oídos con las palabras de Buitre Gris. El gris es el color de la inquina.

-         Se ha aliado con tus enemigos –te decía- Una noche yo hacía guardia en el recodo de las montañas y vi llegar a unos jinetes. Se reunieron con alguien del poblado. Seguro que era ella. Seguro que le pagaron para que pusiera el miedo y la cobardía en tu alma. Ella sabe como hacerlo.

-         Seguro que es así –tu sólo escuchabas porque Buitre Gris te decía lo que querías oír- No puedo ser lo que era. He de romper el hechizo.

-         Tu eres grande –has de recordar al adulador calentando tus oídos- Romperás el hechizo si viajas a la montaña grande, al lugar de los dioses. Entonces, la odiada bruja caerá. Tú serás jefe.


¿Recuerdas haberle prometido mujeres y poder si te ayudaba a hacerlo? ¿Recuerdas haber visto su sonrisa al recibir la promesa?

N
adie alcanza nunca la Montaña Sagrada. La montaña alcanza el camino de aquellos que merecen acceder a ella. Tú debías merecerlo porque la montaña salió a tu encuentro en apenas dos soles. Los emplumados Shamanes y hombres antiguos que allí habitaban y que allí seguirán habitando no se sorprendieron de verte. No se sorprendieron aunque no hubieras nacido Oglada. Si estabas allí es que era tu destino estar allí. Aunque aún no estuvieses vivo.

¿Recuerdas lo que te dijeron? ¿Atesoras aún en tu mente sus palabras?

-         Nadie viene aquí sin un motivo –dijo el más anciano de ellos- ¿Cuál es tu motivo?

-         Una de vuestras brujas me ha hechizado –anunciaste-. Debéis liberarme de ese hechizo.

-         Nosotros no tenemos brujas. Quien te da la vida tiene derecho a quitártela –respondió el anciano haciéndote el gesto para que le siguieras- Y, por cierto, nosotros no debemos hacer nada. Lo que hacemos simplemente debe hacerse. Parece lo mismo, pero no lo es.

-         Trenzó mi alma y me engañó al hacerlo –dijiste mientras seguías al anciano con respeto. Mientras tu decías eso Nohelu escupía en la cara de una moribunda con rencor-.

-         ¿Nohelu? –la pregunta llegó como una respuesta-.

-         ¿Cómo lo sabes?

-         Solo ella puede atreverse a rehacer lo que se ha deshecho

Y, por supuesto, recuerdas lo que no puede ser olvidado. Aquello que ha sido mostrado a muy pocos. Aquello que ni siquiera los más bravos de nuestros guerreros y los más sabios de nuestros ancianos han visto jamás.
Los Shamanes sacudieron la montaña con sus cantos y sus danzas. Sus cuerpos viejos y arrugados se estiraron y rejuvenecieron cuando los dioses y guerreros de antaño bailaron junto a ellos.
Debes pensar. Debes volver a escuchar con el oído de la memoria lo que el viejo te dijo.

-         Un hechizó es un nudo imposible en el hilo del alma. A veces se produce por error y a veces por maldad. –los cánticos de los shamanes seguían abriendo la montaña-. Nohelu desciende de una estirpe antigua de tejedoras de almas. La primera de ellas habitó sola en el mundo antes de que nada existiera.

-         Ella lo ha puesto. Me impide ser lo que soy –la desesperación volvía a teñir tu alma- Me impide volver y vengarme. Frena mi mano cuando yo quiero utilizarla. Me ha hechizado

-         Nohelu no habría puesto un nudo en el hilo de tu alma por maldad. El púrpura nunca decoró el tejido de la suya.

-         ¡Pues se habrá equivocado! –el odio se atemperó, pero la desesperación no-

-         No sabes lo que dices. La mujer de la que desciende Nohelu habitó en el mundo cuando el mundo no era habitable. Cuando ni espíritu ni carne podían soportar vivir en él. Nohelu no puede cometer un error. No tejiendo un alma.

-         ¿Por qué?

La montaña se abrió. No te preguntaré si recuerdas lo que viste. Es algo que no puede olvidarse. El Shaman te miró mientras tu te maravillabas al ver los inmensos tapices que pendían del vientre de esa montaña que se había abierto ante tus ojos.

-         La mujer de la que hablas es el espíritu joven de esa primera que hizo esto. De la que tejió las almas de los dioses.

Y lo viste y lo supiste. Lo supiste como sabes ahora que tu espada se cierne sobre un hilo de seda. Dibujos tan intrincados que eran imposibles de seguir. Tejidos tan prietos y volubles; tan fuertes y livianos que eran un contrasentido en si mismos.

Viste el matiz plateado del honor de Manitú, el Gran Padre, y la cascada de rojos de la pasión de Maekaone, La Madre del Amor. Viste el Negro reluciente del La Gran Muerte y el Gris herrumbroso de Usal, El Eterno Traidor. Y viste el Naranja, el Púrpura, El Oro y el  Ámbar de dioses que desconocías y que sus propios seguidores ya habían olvidado. Pero no viste blanco.

-         Ningún dios tiene el alma blanca –afirmaste y el Shaman asintió-

-         Ellos son lo que son porque han de serlo. Sus almas fueron creadas con los colores que estaban destinados a portar. Las almas de los dioses no fueron teñidas. Sus hilos son del color que deben ser porque un dios no puede ser otra cosa que lo que es.

-         ¿Ellos liberaran mi alma? –de nuevo la desesperación-

-         La liberaras tú. Si es que ha de ser liberada. Nosotros y ellos sólo podemos mostrarte el hilo de tu alma. Tú has de deshacer el nudo si es que existe.


Cuéntame como fue. Yo no estaba allí. No puedo recordarlo. Cuéntame cómo los ancianos vertieron a tu alrededor la seda de miles de gusanos, el algodón de miles de plantas.
 Cuéntame cómo te mojaron con el agua que destila el cáñamo y cómo te sacudieron con las varas firmes del lino. Cuéntame de nuevo cómo hicieron lo que sólo se había hecho con Chekeeree, el gran jefe antiguo que hubo de seguir el hilo de su alma para encontrar a su pueblo perdido.
Cuéntame como, de pronto, apareció un delgado hilo brillante como la trampa de una araña y resistente como la cuerda de un arco. Explícame cómo salía de tu cuerpo y se perdía en el horizonte. Dime cómo parecía no tener fin.
Cuéntame cómo los guerreros, absortos y maravillados, entonaron sus gritos de guerra y sus cantos de bendición. Vuelve a relatar a estos viejos oídos cansados de Hombre Medicina, cómo los ancianos te dijeron que siguieras el hilo de tu alma para encontrar el nudo y cortarlo o desatarlo. Cuéntame cómo, seguido por los guerreros que eran tus hermanos, emprendiste el camino siguiendo el hilo de tu alma mientras los shamanes, de nuevo cantando y danzando, cerraron la montaña sagrada sobre las almas de los dioses antiguos.
Cuéntamelo para que yo lo sepa. Cuéntamelo para que lo recuerdes.

Cuéntame lo que hallaste en el otro extremo del hilo de tu alma

H
as llegado hasta aquí, guerrero al que conocimos cuando estaba muerto, y ahora estamos todos en el mismo sitio.
Has seguido el hilo de tu alma y has recorrido el camino que antes ya habías recorrido. Has caminado por valles que conocías y por cerros que habías olvidado. Pero dime, hombre del alma rota, ¿Has encontrado algún nudo?
Ahora no debes recordar. Ya ha pasado el tiempo de hacerlo. Ahora me debes escuchar.

“Estoy ante ti. Soy aquel que libró tu cuerpo de la muerte. No me debes nada porque el destino quiso que esa sea mi ocupación, que ese sea mi lugar en la vida.
Tras recorrer tu camino no has encontrado el nudo que buscabas. Tu ira ha crecido. Nohelu ha conseguido engañar a los dioses y los sabios para hechizarte. Has recorrido el camino de vuelta como si fuera un camino de ida y estás de nuevo en el principio. Quieres odiar porque el odio te recuerda que estas vivo. Que tienes otra opción ¿Realmente quieres seguir el camino que te plantea esa opción? ¿Elegir es siempre cambiar?”

“Seguiste el recto e impoluto hilo de seda y te ha llevado hasta el poblado en el que fue tejido ¿Dónde esperabass que empezara lo que acababa en el tapiz de tu alma? ¿Pueden las cosas comenzar en un lugar diferente del principio?
Y no has hallado la bruja que esperabas hallar. No has encontrado el nudo que atenazaba tus actos allí donde creías que estaba. No lo has hallado y eso te desespera. Tu espada se alza para cortar ese hilo, para desligarte de la bruja que te ha obligado a cambiar”

“Yo estoy ante ti porque te salvé. ¿Curaría yo tu cuerpo para permitir que alguien envenenase tu alma? Yo estoy ante ti porque sé lo que hay en la tienda en la que habita Nohelu. En la tienda a la que tu temes entrar para no enfrentarte a ella.
No te diré que entres en esa tienda ni te pediré que no cortes ese hilo. Pero te diré que, si descorres la piel que cubre la entrada, encontraras una mujer que ya no sabe quién es porque ha dejado de ser lo que quería ser. Una mujer que recurre a la ira para que tú no lo hagas, que se encierra en la frustración para que tú te abras a la esperanza. Que odia para que tu ames.”




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“Si entras en esa tienda veras un tapiz muy parecido al que Nohelu tejió para recomponer tu alma. Veras que fue hermoso, verás que sigue siéndolo, pero veras que está lleno de huecos, de rupturas, de hilos desenhebrados. ¿De donde crees que sacó el material para recomponer tu alma?
Los hilos de las almas nuevas son fáciles de lograr pero tú no eras un alma nueva. Cada nueva fibra que puso en tu tapiz salía del suyo; cada nueva pieza que cerraba un espacio en el tuyo abría uno en el suyo.
Nohelu, La Tejedora de Almas, desenhebró la suya para enhebrar la tuya.
Si entras en esa tienda verás que el hilo de tu alma lleva directamente, sin nudo alguno, a un tapiz en el que el lugar, trenzado con lino, seda y amor, que debería ocupar el corazón de Nohelu está vacío.
Puedes creerme. Yo curé tu cuerpo. No tengo ninguna razón para mentirte.”

Ahora sabes lo que encontrarás en esa tienda, sabes lo que pasará si cortas el hilo. Eres libre de quedarte fuera y de usar tu espada. Pero, si no has de escucharme a mí ni a mis razones, escúchate a ti mismo. Ella no te hechizó. No puede hacerlo y lo sabes.
Tan sólo cambió los colores de tu alma. Nadie puede volver a pintar tu alma de blanco.

Escucha llorar a la mujer que quiso rehacerte el alma, aun perdiendo la suya en el intento, Escucha, siente y decide.

Fin


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