jueves, agosto 25, 2011

El humo de Bildu atraganta al nacionalismo español

Cuando se busca el ridículo con ahinco termina por encontrarse. Esa es una máxima que parecen querer aplicar a rajatabla todos los partidos falsamente llamados constitucionalistas en su estrategia de oposición a Bildu.
Para empezar el ridículo surge de que los gobiernos hagan oposición. Se comprendería que los partidos donostiarras la hicieran. Pero desde que Garitano y sus mesnadas electorales desembarcaran cargadas de sufragios en las instituciones vascas parece que hubieran accedido al gobierno de la nación.
Los líderes nacionales, los partidos nacionales españoles y todo el aparato político español habla de ellos constantemente, les exige cosas, les demanda actuaciones. Vamos, como si ya gobernaran en Euskadi.
Pero, mal que nos pese, ese es el ridículo más ínfimo que están protagonizando aquellos que se empeñan en convertirse en investigadores judiciales y recabar nuevas pruebas fehacientes e inconfesables de algo que ya está dictaminado y sentenciado por la judicatura.
Han echado el estío político por el sumidero persiguiendo la imagen de alguien hablando con los familiares de los presos, atesorando el dato del ex batasuno que ha sido contratado en tal o cual ayuntamiento, cuestionando uno u otro apretón de manos o poniendo el grito en el cielo por una u otra instantánea de pintxos y txiquitos institucionales.
Han abierto la boca y han introducido de golpe en sus vías respiratorias todo el humo que Bildu esta poniendo en el aire para ocultar otras cosas.
Como a fuerza de llamarse demócratas una y mi veces han terminado por creerse que todo lo que hacen ellos es democrático, se han olvidado de lo que supone hacer oposición democrática.
Siguen intentando virar una decisión judicial y se olvidan de hacer lo que la oposición democrática -ya que han decidido serlo en España y las urnas han decidido que lo sean en Donosti y Guipuzcoa- tiene que hacer.
O sea, hacer oposición.
De tanto tremolar el victimismo universal en sus campañas, de tanto tener al terrorismo como simbionte político se han olvidado que la oposición no es negar un saludo, no es criticar una reunión, no es escrutar los antecedentes de nadie.
Mientras se preocupan de quien habla con quien en que fiesta institucional olvidan hablar de la política lingüística -o de la ausencia de ella, en el caso nacionalista-, mientras se atrincheran en la necesidad de sus escoltas, arrinconan las obras públicas, las inversiones, la gestión de las ayudas al desempleo o la política de festejos.
No he leído, escuchado o visto una sola crítica de oposición a los cargos electos de Bildu que tenga que ver con su función política, con su gestión municipal, con las decisiones de Garitano como Diputado General de Guipuzcoa -si es que ha tomado alguna y si es que el Diputado general de Guipuzcoa tiene capacidad para tomar alguna decisión-.
Tanta atención ponen en los facebook y los twiters de Bildu que parece que las actas municipales de Donosti no son dignas de ser leídas, que los bandos municipales nada tienen que ver con la política.
Todos aquellos que han hecho de Bildu el objetivo de su caballería política, todos aquellos que han incluido en sus programas electorales -oficial o arteramente- el punto de descabalgar a Bildu del caballo institucional están haciendo el ridículo porque se empeñan en recordar a Euskadi y a todos lo demás lo que ya sabemos.
Euskadi ya sabe que son abertzales, eso no hará que dejen de votarles; los habitantes de las tierras vascas ya saben de donde vienen, eso no les restará un sólo sufragio de los que recibieron, pero el nacionalismo español -y en parte el vasco- sigue intentando que eso sea la clave para la destrucción del nuevo grano en sus posaderas políticas que les ha salido en forma de partido abertzale legalizado.
Una formación bisoña, no acostumbrada al gobierno ni a la gestión, una formación fuertemente ideologizada y una coalición cogida casi por los pelos y lo único que los supuestos profesionales de la acción política de este país deciden echarle a la cara es con quién habla y con quién no, a quien apoyan en la soledad de sus salones y a quien no.
Si de verdad quieren que los votantes vascos se desmarquen de Bildu lo único que tienen que hacer -que democráticamente pueden hacer- es criticar su gestión, su gobierno allá donde gobiernen y todo lo demás es tan absurdo que roza el ridículo.
Roza el ridículo actual y prepara el ridículo futuro.
Si todas las andanadas de la armada de la política del nacionalismo español disparan contra la misma línea de flotación. Si todas las exigencias se resumen en que exijan -ya no pidan, deseen o anhelen, que exijan- la disolución de ETA y que se solidaricen con las víctimas de esa banda mafiosa que un día cometimos el error de considerar como un grupo de terrorismo político. Si todo se reduce a eso...
¿qué pasará cuando en su pegada de carteles para las elecciones en Euskadi, Martín Garitano diga a voz en grito que apoya a las víctimas de ETA y exija más alto todavía la disolución de la banda asesina?
El PP vasco y el PSE han deglutido la cortina de humo que Bildu les ha arrojado a la garganta y pierden en el tiempo con una estrategia que ya se ha demostrado absurda e inconsecuente, Como hicieran antaño -no demasiado- con la condena de la violencia, han puesto todas sus esperanzas en el convencimiento de que eso no se va a producir, han colocado todos los huevos en la cesta de que Garitano y sus chicos nunca harán eso, de que se lo podrán estar echando en cara eternamente, de que será un argumento eterno y recurrente.
Por más que exijan, que demanden, que exhorten a Bildu a que diga exactamente la frase que ellos quieren oír en realidad no quieren que lo haga, esperan que no lo hagan, ansían que siga sin hacerlo. Como pasó con Sortu. Como pasó con ETA.
Porque si lo hacen ellos ya no tienen nada que llevarse a sus macilentos carrillos electorales en Euskadi
Porque cuando lo hagan, que lo harán -si no por convencimiento sí por oportunidad- volverán a darse cuenta del rid´ñiculo que supone no estar preparado para que ocurra algo que, supuestamente, se ha deseado que ocurra.
Y será la segunda vez.

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