sábado, abril 09, 2011

Rajoy intenta saltarse la liturgia victimista


 Los vascos sí parecen entenderlo.

Dice el dicho popular: "El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra", pero las huestes de Mariano, que quieren hacer suyo todo lo popular y elevarlo a un rango superior, casi de mandamiento divino, han hecho suya esa expresión y la han llevado a su máxima expresión. El dicho popular -popular de Génova, se entiende- debería ser ahora: El hombre es el único animal que tropieza cada cuatro años en la misma piedra.
El próximo fin de semana hay manifestación de las víctimas del terrorismo. Ya sabemos de lo que estamos hablando.
Y el PP vuelve a volcarse con ella, vuelve a subir el tono y los decibelios, vuelve a acelerar el tempo, vuelve a afinar toda la percusión para formar parte de la primera línea de esa manifestación. Vuelve a recordar que esas cosas logran votos en los comicios, vuelve a tener en mente que estamos en precampaña. Vuelve a tropezar en el mismo enorme peñasco en el que torpieza cada cuatro años. En el que nos hace tropezar a todos cada vez que el metacrilato de las urnas comienza a reflejar la luz en la lejanía.
Vuelve a sentir la tentación de preferir sus votos al futuro de los vascos. Vuelve a dar pávulo a aquellos que, por más que lo digan, por mas que crean sentirlo, no quieren o no pueden conformarse con la paz en Euskadi.
Rajoy y los ideologos electorales de Génova vuelven a situarse en el lugar en el que no debería situarse nadie, en el que no tiene sentido mantenerse posicionado. Vuelven a jugar a lo mismo que han jugado siempre, porque siempre han salido ganando.
Pero ahora, justo ahora, el tropezón adquiere proporciones inmensas. Resulta dificil de explicar como otra cosa que no sea un encontronazo deliberado y finjidamente accidental con sus propios objetivos electorales.
El PP estará en esa manifestación, encabezará esa manifestación y se colocará tras la pancarta que encabeza esa manifestación. Y con ello dejara claro lo que quiere, dejará claro lo que hace, dejará claro lo que intenta. rajoy duda de acudir o no. Y eso deja claro lo que teme, lo que sabe. Lo que quiere.
Porque en esta ocasión, aquellos que por motivos personales comprensibles o por excusas ideológicas no tan respetables, se han alineado en las filas de los que quieren hacer de la condición de víctima algo hereditario, algo eterno, algo poderoso -de nuevo el poder y su deseo, ¿siempre será lo mismo?- lo han dejado claro.
¡Por la derrota del terrorismo. ETA fuera de las elecciones! Lo pueden decir más alto -y no tengo la más mínima duda de que lo dirán- pero no hace falta que lo digan más claro.
Aquellos que abogan por paralizar el tiempo, por reducir el espacio para dirimir sus vindicaciones, sus odios y sus pérdidas ya no hablan de paz, ya no hablan de libertad, ya no hablan de democracia. Ni siquiera de Euskadi. Hablan de guerra, con letras mayúsculas y en la cabecera de una manifestación.
Si hablaran de democracia sabrían que el juego democratico exige que todas las ideologías puedan participar en él. Reconocerían que la organización democratica exige la confianza en los principios de un partido político se den por sentados hasta que demuestra que carece de ellos.
Si su pancarta de arranque tuviera la palabra democracia inscrita en ella tendrían que darse cuenta de que no se puede aplaudir a un gobierno que sienta en el banquillo a una formación política, solamente porque no se fía de que diga la verdad; habrían de reconocer que no se puede ilegalizar un partido porque no nos fiemos de ellos, mientras siete jueces del Tribunal Supremo llenan 162 folios de argumentos legales para su legalización y de contraargumentos jurídicos para la repentina falta de fe del máximo órgano judicial de nuestro país.
Por eso no pueden hablar de democracia. Porque la democracia no incluye la venganza, no incluye el sacrificio del futuro en aras de la vindicación del pasado. No incluye el eterno culto a los muertos.
Es poible que nunca fueran en realidad democratas o es posible que el dolor y la rabia por sus muertos les diluyera la línea de pensamiento que define lo que es democratico y lo que no lo es, les volviera sufrientes maquiavélicos. En cualquier caso ya no quieren democracia en Euskadi. Quieren guerra. Quieren Victoria.
Y por eso tampoco pueden ni quieren hablar de Paz en Euskadi. No les sale el término, se les atraganta,  apenas lo recuerdan.
Porque todo el mundo sabe que la paz no se logra con la victoria. Que la victoria sólo es el perfectoel perfecto couagulante que enquista la herida, que enquista la guerra.
Todos sabemos que a la paz se llega antes mediante los acuerdos, mediante las negociaciones, mediante los ritos y los ritmos que permiten que todos los participantes en ese pérfido y sangriento juego que es y ha sido siempre la guerra salgan conformes, salgan convencidos de que la guerra ya no será nunca más necesaria. Y eso no se consigue con la victoria.
Porque cualquiera sabe que la paz llegará antes pasando por las urnas que de otra manera. Todos sabemos que la paz, la ausencia de violencia, el derrumbe definitivo de una banda mafiosa que tan sólo utiliza la ideología como excusa, se producirá antes si se le quitan los referentes políticos, si estos se separán de ellos, si se muestra a las claras que no tienen nada que ver con la ideología que antes les defendía.
Todo el mundo sabe que la paz se logra mirando al futuro, no anclándose a las exigencias de un pasado, a las vindicaciones deseadas por unos pocos y que colocan en el límite de la desesperanza a todo un pueblo. Así no se consigue la paz. Su puede conseguir la victoria y la venganza pero no la paz.
Así que ya lo dicen a las claras y sin ambajes.
Necesitan derrotar al terrorismo, necesitan que continue la guerra hasta la derrota de sus enemigos. Eso es lo que quieren. Eso es lo único que les import
a. Sus corazones, anegados de odio por sus pérdidas, precisan del bálsamo de la victoria absoluta para sanarse, para poder decir que la muerte de aquellos que tenían cercanos sirvió para algo.
Así que no pueden pedir otra cosa que la derrota, que salir victoriosos y creen que tienen el derecho de exigir al Estado que asuma esa necesidad como algo propio.
Pretenden que España continue una guerra que ahora mismo ni siquiera continuan los mafiosos de ETA, que les acompañe en esa eterna batalla, poniendo el riesgo el futuro de Euskadi, demorando innecariamente la paz, ignorando intencionadamente la democracia.
Esa pancarta, esa exigencia -que puede sonar como las anteriores, pero es radicalmente distinta- les delata.
No hablan de democracia porque no son democratas o han dejado de serlo, no hablan de paz porque no son pacifistas o han olvidado que lo fueron, no hablan de libertad porque no son libertarios y no han asimilado el significado de la palabra.
Hablan de derrota porque son víctimas, porque se sienten víctimas. Porque eso es lo único que les importa y la única condición que las da poder para poder forzar a los demás a combatir en una guerra interminable, que tiene como único objetivo saldar sus cuentas personales con la banda asesina que les robó a los suyos.
Las víctimas eternas necesitan la guerra. Porque si no hay guerra no se puede vencer. Y lo que necesite o quiera Euskadi no entra dentro de sus planes. No es relevante para ellos. Eso es el futuro y en el futuro no va a estar sus muertos.
Y todo ello sería comprensible aunque inasumible a nivel estatal si no hubiera una segunda parte en la pancarta: ETA fuera de las elecciones. Y esa frase sería poco reseñable si no fuera terriblemente demoledora.
ETA ya está fuera de las elecciones, de hecho siempre ha estado fuera de las elecciones. Pero ellos no lo asumen, no quieren creerlo, no pueden verlo. Y ese velo no se lo coloca delante de los ojos ni el dolor por sus pérdidas ni el deseo de venganza por sus muertos.
Esa exigencia, parapetada tras las muertes causadas por la banda, sólo deja a las claras una cosa. Que aquellos que sostengan la pancarta son incapaces de separar la ideología abertzale de las acciones macabras de la banda terrorista.
Cualquier abertzale es, para ellos, un etarra o un defensor de ETA porque ETA dijo una vez -sin creérselo nunca- que era abertzale. Ya no es una cuestión de dolor o de sufrimiento. Es una cuestion de españolismo ideológico y visceral. Es una cuestión de unos cuantos silogismos perniciosos convenientemente enunciados.
Una ideología es perseguible porque alguien, que decía hacerlo en nombre de esa ideología, mató a alguien cercano a mi. Si queremos evitar que alguien mate en nombre de esa ideología lo mejor es no permitir que esa iedología exista. Vamos, la pura esencia del fascismo ideológico. Lo siento.
Así que las víctimas, las que se llaman así porque perderían fortaleza social si se llamaran de otra manera, piden en una pancarta que se mantenga una guerra en aras de la victoria, con menoscabo de la democracia y de la paz y además exigen que una ideología en concreto no participe en unas elecciones y sea borrada del arco ideológico español.
Si nuestra historia les hace caso y les sigue haciendo caso tendremos que fundar en Euskadi y en el resto del territorio español una Asociación de Afectados por las Víctimas del Terrorismo.
Y el PP ve desde tanta distancia la piedra ocupando toda la carretera que podría evitarla de mil maneras distintas, con cientos de maniobras diferentes.
Pero se acerca a ella y termina estrellándose de nuevo contra su sólida base de basáltica intransigencia y de granítica venganza porque aún piensa que le puede salir bien. Un puñado extra de votos de gentes que han dejado hace tiempo de pensar en la democracia, la libertad y la paz en Euskadi siempre es bueno. Cualquier voto es bueno.
Pero, por primera vez, Mariano, el bueno de Mariano, tiene dudas ¿Por qué vienen las dudas del ínclito Rajoy?, ¿duda porque ha cambiado su forma de ver España y a los españoles?, ¿duda porque le importa el futuro de Euskadi y de sus gentes?
No, hombre, no. ¡Que Mariano es del PP!
El procer designado de las mesnadas neoliberales conservadoras de este país duda por algo tan obvio y evidente que nos muestra que, en el mundo de la política, nadie es ajeno a la posición que ocupan e intentan ocupar aquellos que se autoproclaman vícitmas y vengadores eternos del terrorismo.
Rajoy dura porque se ve Presidente del Gobierno. Rajoy duda porque, por primera vez, echa cuentas y estas le salen sin los sufragios del más radical de los españolismos victimistas que circularán por las calles madrileñas el próximo fin de semana.
Rajoy se deshace en desfloramientos -perdón por la expresión- de la margarita de su agenda y en demoras silenciosas porque como candidato a lo mejor le vienen bien los votos de los que anteponen la venganza al fin de la violencia.
Pero sabe que como presidente es seguro que le vendrá mejor una Euskadi en paz y democrática que una guerra en pos de la victoria definitiva contra el terrorismo; que le vendrá mejor un alto el fuego definitivo y verificable que una cadena continua de atentados; que le vendrán mejor unos cuantos diputados abertzales que cientos de militantes clandestinos y violentos.
El bueno de Mariano se hace cruces porque, quizás por primera vez en su carrera, sus intereses personales pueden coincidir con los de Euskadi. Y eso es muy difícil de asimilar.
Los otros no tienen esas dudas. Necesitan su guerra. Necesitan su victoria. necesitan su venganza. Ni Rajoy, ni Euskadi ni el futuro les importan lo más mínimo.

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