lunes, noviembre 08, 2010

Ratzinger se gana los altares en Santiago - a la santidad a través de la descontextualización-.

Ya tocaba. Por más que uno haga propósito de no hacer referencia excesiva en sus demoniacas líneas a los dimes y diretes relacionados con la vieja institución con sede en Roma, por más que uno se encuentre empleando su tiempo entre sus mudanzas y sus nuevas ilusiones, siempre hay un sumo pontífice católico que llega y lo jode -y perdóneseme la nada sacra expresión-. Pero es que cada vez que Benedicto, el inquisidor blanco, pone el pie en algún sitio y abre la boca en algún avión sube el pan.
La mala fé de los periodistas, las conspiraciones laicistas y la falta de rigor profesional de aquellos que informan sobre lo que dice Ratzinger han vuelto a obrar el milagro. El nuevo misionero pontificio ha sido descontextualizado. 
El hijo del carpintero se transifiguró una sóla vez, sus alimentos rituales se transustancian una vez a la semana y en las fiestas de guardar, pero él inquisidor austriaco se descontextualiza cada vez que habla. Un milagro tan repetido tiene que ser síntoma de santidad.
Primero llegó a Ratisbona con su sotana blanca todavía con la etiqueta del sastre colgando y los pérfidos islamistas le descontextualizaron por recurrir a la inocente pregunta retórica de San Manuel I Paleólogo, esa de ¿dime qué ha traído el islam al mundo ,salvo la espada y la guerra?
Primer milagro de descontextualización. Primera prueba de Santidad del nuevo pontífice -recordemos que la Congregación para las Causas de los Santos exige un mínimo de tres milagros probados para la santidad- .
Porque es sin duda un milagro que alguién interprete como un signo de enfrentamiento, en pleno conflicto con el yihadismo mas rádical de todos los tiempos, la utilización de esa frase, dicha por un rey de Constantinopla que practicaba el exterminio sistemático de los musulmanes de su reino.
Luego, con la sotana algo ya más ajada por el uso, sobrevoló Africa, el triste imperio del sida y las enfermedades de transmisión sexual, y de nuevo se obró el milagro. En esta ocasión fue descontextualizado cuando de forma inocente una vez más afirmó que "el preservativo no soluciona el problema del sida".
Porque, de nuevo, no se puede negar la condición de milagroso al hecho de que no se entienda adecuadamente que, en un continente donde el sida mata con la misma velocidad con la que se transustancializan el pan y el vino, aquel que dice acudir a llevar a esas tierras un mensaje de esperanza afirme que no usen preservativos y que se encomienden a la voluntad de dios para salvarse de tan virulenta enfermedad.
Pero al viejo Joseph aún le faltaba un milagro descontextualizador para alcanzar los altares de la santidad y ¿qué mejor sitio que España, antigua reserva espiritual de occidente y Corona protectora de la cristiandad para lograrlo? Así que pone el pie en tierra ibéricas y automaticamente consigue su objetivo de acceder a la santidad a través del milagro moderno de la descontextualización.
Abre la boca y dice "el laicismo agresivo de España me recuerda al clima anticlerical de los años treinta". Ya está hecho. Ya sube el pan Ya tengo que abandonar durante media hora mis mudanzas y mis ilusiones. Ya llega la descontextualización. Ya consigue la santidad.
Porque, claro, hay muchos que se indignan, que se enfadan, que se cabrean. Pero no es culpa de Benedicto. Es culpa del tercer milagro de descontextualización que se ha producido por obra y gracia del espíritu santo ese que se disfraza de pajarillo cagón cada dos por tres.
El gobierno español mantiene a sus sacerdotes, a sus profesores de religión -cosa que no hace con ningún otro credo-, pero son tan anticlericales como aquellos que cantaban el himno de Riego y prohibían decir "jesús" cuando se estornudaba, allá por 1931.
El Herario Público le permite recoger el diezmo -sí, eso de la crucecita en la declaración de Hacienda, es lo más parecido al diezmo eclesiástico desde los tiempos de Sancho III, el fuerte-, pero es igual que aquellos que recolectaban y fundían el oro de las iglesias para incorporarlo "a la riqueza del Estado".
El Estado español mantiene todas las iglesias momumentales y las catedrales de este país pero es idéntico en todo a aquellos que quemaban iglesias y destrozaban sagrarios en los tiempos de la Guerra Civil.
El gobierno español le paga un viaje privado para recoger el símbolo del peregrinaje compostelano -después de haber dado no más de ocho pasos en el Camino de Santiago, eso sí-, le facilita seguridad, le envía para recibirle a altos cargos del Gobierno y es lo suficientemente diplomático como para enviar a sus dos principales representantes en estas circunstancias -El Presidente del Gobierno y La Ministra de Asuntos Exteriores- al otro lado del mundo para que no suponga un desaire diplomático que no acudan a recibirle. Pero es igual que aquellos que no hubieran aceptado que papa alguno pusiera el pie en España en los años treinta del siglo pasado.
Mas él dice que los que no están con él ahora son iguales que aquellos que estuvieron en su contra hace casi un siglo. Una forma de pensamiento muy bíblica y que hace posible este nuevo milagro ratzingueriano -si se me permite el palabro- de la descontextualización.
Porque, ya puestos, podría hacerse el mismo paralelismo con jerarquía eclesial católica de nuestro país y la de los años treinta, cuarenta y cincuenta.
Unas jerarquías que caminan de la mano de una sola tendencia política -como hacían en los años treinta-, que se manifiestan en las calles en contra de aquellos que gobiernan, que cobijan y ocultan desmanes económicos -afortunadamente en nuestro país más económicos que de los otros- como los de los aparcamientos de la diocesis de Valladolid, los del pequeño vaticano madrileño o lo de las tierras "donadas" de la diocesís de Tudela; que llegán incluso a pedir que se secunde una huelga general que nada tiene que ver con ellos, sólo porque es en contra de un gobierno socialista.
Una jerarquía políticamente beligerante y sectaria que no sólo no se mantiene al margen de los devenires de la tensión política, sino que además la acrecienta con mítines -perdón, sermones- en los que cardenales y arzobispos amenazan con el infierno a todos aquellos que voten al PSOE antes de partir hacia Roma a ocupar sus puestos de curia vaticana a la derecha del siempre descontextualizado papa inquisidor.
Una iglesia que sigue el dictado de las necesidades electorales de un partido político en concreto y convoca con motivos vagamente católicos a las gentes a las manifestaciones para desgastar a un gobierno que, quizás se merezca ese desgaste, pero que no le devuelve esa misma moneda.
Pero Benedicto no compara el clima de subordinación de su jerarquía eclesíastica a los intereses de un determinado sector del espectro político de este país, como hiciera en los años treinta con la CEDA, en los años cuarenta con  la Falange y en los años cincuenta con los palios compostelanos del dictador.
Eso no lo compara, eso no lo recuerda, quizás por que en esos años estaba en un campamento de las juventudes hitlerianas junto con su hermano pederastra -sé que no tiene nada que ver con esto, pero, puestos a descontextualizar, yo también quiero contribuir al milagro-.
El descontextualizado inquisidor sólo ve lo que quiere ver. Ve la absurda extensión de la ley del aborto, ve la asignatura de educación para la ciudadanía, ve la apuesta por la incorporación de modelos familiares diferentes al tradiocnal, ve el matrimonio gay, ve la apuesta por la educación pública y no por la concertada católica y eso lo convierte en un "laicismo agresivo" que acabará con la quema de la Catedral de Burgos -puestos a quemar catedrales ya podrían empezar por las horrorosas pinturas de Kiko Argüello en la catedral madrileña-.
Porque no puede comprender que alguien piense de manera diferente a él -aunque esté equivocado en muchas cosas- sino es por el deseo de oponerse a la única religión verdadera. Porque está tan convencido de que solo hay una verdad, que confunde disensión ideologica con agresión. Porque él que no está conmigo, está contra mí.
Porque su ancianidad o el poco tiempo que tiene entre descontextualización milagrosa y descontextualización milgrosa le han forzado a olvidar que aquella famosa cita evangélica tan repetida era exactamente al revés de como él la concibe y la práctica.
"Hay uno que cura en tu nombre pero no es de los nuestros" -le dijeron a ese supuesto Jesús de Nazaret sus acólitos- "dejadle que sane, el que no está contra mí, está conmigo" -contestó el chaval galileo sin inmutarse lo más mínimo y siguió a lo suyo. A eso de creerse hijo de dios. Pero claro eso se supone que lo dijo el chico galialeo. No tiene nada que ver con el catoliscmo jerárquico. No tiene nada que ver con Roma.
Así que Joseph Ratziger por fin ha conseguido el tercer milagro de descontextualización que le eleva a los altares. Da igual lo que diga el cardenal Lombardi, condenado a ejercer la diplomacia después de cada milagroso ataque del pontífice católico.
El milagro y el daño ya están hechos.
Aunque Lombardi diga que no se buscaba polémica, que no quiso ser negativo. Todos sabemos que si lo quiso, que si la buscaba. El milagro de la descontextualización lacicista de Ratzinger se suma al de la descontextualización islamista y al de la descontextualización africana. Aunque el Cardenal Lombardi intente negarlo. Todo proceso de santificación tiene que tener su abogado del diablo. Y le ha tocado a Lombardi.

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