jueves, julio 22, 2010

Barroeta Aldamar, 10 Bilbao, Las Vegas, Nevada

 Es un número como otro cualquiera: 18.791.426. Tal como vamos, hasta podría ser el número de parados que se espera en España para cuando acabe la crisis, la malhadada crisis que es culpa de todos menos de los que realmente la han fomentado y originado.
Pero no es eso. Esos dieciocho, casi diecinueve millones, significan otra cosa, suponen otra cosa. Aunque, en realidad, es más de lo mismo. Un gobierno que, por unos principios ideológicos vagos y de dificil sostenimiento hoy en día, ha decidido vivir de espaldas a la realidad social en la que desenvuelve el país que dice gobernar.
Ese número es la suma de la población total de La Rioja, Euskadi, La Comunidad Valenciana, Castilla - León, Aragón y Cataluña, ¿que tienen esas zonas de nuestro país en común?. Precismente ese número.
 Es la suma total de los españoles que viven en comunidades cuyas instituciones de gobierno han decidido contemplar el discurrir de la película en movimiento que es la sociedad española, en lugar de quedarse observando la foto fija de lo que fue en los albores de la democracia la sociedad de este país. Son las autonomías en las que de una forma u otra han optado por crecer y proponer la custodia compartida como forma preferente de custodia de los hijos en los divorcios.
Y este es el momento en el que las opiniones progresistas se disparán, en el que las banderas antimachistas se tremolan. Es el momento en el que Bibiana Aido ejerce de ministra y protesta. La ministra de Igualdad protesta contra la igualdad. Resultaría rocambolesco si no fuera bochornoso.
Ninguna de esas voces que se alzan airadas y beligerantes es la voz de las muchas mujeres que conozco que se han separado y han decidido hacer su vida por su cuenta y buscar su acomodo económico de forma independiente -aun incluso cuando la buena fe, la culpabilidad o la vergüenza de sus anteriores parejas les facilitaban unos ingresos-. Ninguna de esas voces, militantes y disgustadas, corresponde a las muchas mujeres que conozco que han tenido que cargar con la responsabilidad de la custodia y el cuidado de sus hijos ellas solas porque "su contrario" se borró unilateralmente de tal función. Ellas no tienen nada en contra de la custodia compartida. Al fin y al cabo no hay nadie con quien compartirla.
Ninguna de esas voces corresponde a algunas de las representantes del feminismo más reflexivo, que conozco y aprecio, que están hartas de lidiar contra los estereotipos aunque estos estereotipos las beneficien. Que quieren romper de una vez con la fórmula arcaica, manida y recalcitrante de madre no hay mas que una para imponer la realidad de padres no hay mas que dos.
Las voces que hablan con esa negativa afectación, con esas alarmas y excusas ante la custodia compartida, son las de las principales enemigas de la igualdad de la mujer. Las únicas que hoy por hoy siguen con el mensaje novencentista de que la mujer debe ser protegida y tratada como alguien incapaz de valerse por si misma, alguien que debe ostentar privilegios para vindicar la falta de derechos que tuvieron sus abuelas -e incluso sus madres-. Es el feminsimo radical, que sigue considerando que el Estado debe sustituir al padre y al esposo como protector de la mujer. Pero que la mujer, eso sí, sigue necesitando un protector.
Hoy por hoy son las únicas que creen que la mujer es incapaz de valerse por si misma. Hoy por hoy son las únicas que viven de propagar ese mensaje. Hoy por hoy son las únicas psicofonías a las que prestan fondos y oídos las paredes del Ministerio de Igualdad.
Aido habla de "corresponsabilidad parental" -la capacidad para generar eufemismos de los gobiernos occidentales no tiene parangón alguno-, los socialistas en el Senado votan en contra de la propuesta -otra vez del PP, que lo hace por joder, ya lo sabemos- porque dicen que responde a "la creciente presión de las asociaciones de hombres separados" y las chicas del feminismo a ultranza, las damas de Themis y compañía, ni siquiera protestan o votan en contra. Simplemente insultan y descalifican. Es lo que se han acostumbrado a hacer últimamente.
Pero en todo ese maremagno de reacciones, de estupores, de desabridos vaivenes que sufre el progresismo español -que lo es y mucho en otras muchas cosas. Perdón, en algunas otras cosas- no se ofrece una sola razón para estar en contra, para oponerse. Y no esque no se den porque no existan. Es que no se dan porque no pueden darse.
La ministra de Igualdad habla de corresponsabilidad parental, ¿qué mayor corresponsabilidad parental hay que compartir la custodia de los hijos?
 Los socialistas del Senado hablan de presión de las asociaciones de hombres separados, ¿no se debió a la presion de las organizaciones de mujeres separadas la conversión en delito penal del impago de pensiones?, ¿no ejercieron presión las asociaciones femeninas cuando exigían que se retuvieran las nóminas de los padres que no pagaban las pensiones o que se retirara el derecho de visitas si se producían los impagos?, ¿no respondió a la presión de esos colectivos la modificación de la ley de divorcio para crear el divorcio express?
A lo mejor los socialistas del Senado todavía no han descubierto que responder a las demandas sociales es, al menos en parte, una de las funciones de los gobiernos. Aunque esas presiones sociales no vayan en la línea ideológica que mas les convenga.
Y en Themis -por poner un ejemplo- hablan de injusticia, hablan de perdida de seguridad, hablan de machismo, por su puesto de machismo. E incluso hablan -como no iban a salir las frágiles mentes y personalidades de los pobres hijos de los divorciados a colación- de desequilibrio psicológico para los niños. Hablan de cualquier cosa para ocultar de lo que realmente quieren hablar, de lo que realmente están hablando. De dinero.
Porque la custodia compartida arroja a la mujer separada a la igualdad de forma absolutamente hostil e ineludible. La custodia compartida elimina la vinculación de la residencia y de los gananciales a aquel al que se le otroga el cuidado de los hijos. Obliga a liquidarlos. Hace desparecer, en un golpe de magia igualitaria de primer nivel -de esa que enseñan en Hogwarts en primer año-, las pensiones alimenticias. No sólo son compartidos los hijos también los gastos y las responsabilidades económicas. Todas ellas, sin excepción durante el peridodo de tiempo que los hijos están contigo.
Y eso es lo que no quiere el feminismo radical.  Las mujeres que ya han asumido esa responsabilidad y los hombres que ya han mantenido esa coresponsabilidad no tienen ningún problema en ello. No han de tenerlo. Pero esas no le importan a las hembristas que han robado a las mujeres la bandera de sus reivindicaciones -justas o injustas, que de todo hay-.
 ¡Ay de aquellas que creen en la venganza perpetua contra aquellos que decidieron que no las amaban, que amaban a otras o simplemente que no amaban a nadie!, ¡Ay de aquellas que practican el noble e impune arte de sacarle a su ex todo lo que pueden para compensar los años en los que se estuvieron acostando con él -¿dinero a cambio de sexo? Eso no puede considerarse..., bueno de eso hablaremos otro día-!, ¡Ay del hembrismo que necesita para medrar y sobrevivir la guerra de los sexos, la satazación del varón y la santificación de la mujer!.
Si no hay guerra de sexos, quizás no haya necesidad de mercenarias que combatan en la guerra. Trágico, ¿no?
Pero Igualdad, el ministerio, claro -si aún se escribiera con pluma me saldría la letra temblorosa por la risa-, no quiere escuchar. No quiere darse cuenta de que si las instituciones que representan a una amplia parte del país -con distintas ideologías políticas, entre las que se inculye la suya- han optado por recomendar esta fórmula es posible que sea por algo.
A lo mejor esperan que las parejas españolas diseñen sus viajes de enamorados de manera que pasen por el registro de Aldamar en Bilbao o por el de la plaza del  Duc de Medinaceli en Barcelona para poder casarse en un lugar en el que el divorcio no sea una carga para unos y un negocio para otras. Y a lo mejor hasta permiten abrir casinos, salones de juego e iglesias de Elvis Presley para que sean en todo como Reno o Las Vegas.
Espero que el gobierno y la ministra Aido sean reticentes a integrar como prefrente en nuestro código civil la custodia compartida por lo que supondría para las arcas públicas multiplicar por dos las ayudas a las familias monoparentales -¡vaya, pues no había caído. Si los dos tienen la custodia por separado, ya no hay excusa para excluir de esas ayudas a los hombres!- o por lo que dejaría de ingresar el herario público al incluir ambos la desgravación por hijos en sus declaraciones de la renta -¡anda, de eso tampoco me había dado cuenta!-.
Si se oponen por eso a la custodia compartida serán un mal gobierno y una mala ministra. Si lo hacen por cualquier otro motivo personal o ideológico, sencillamente ni siquiera son una ministra ni un gobierno.

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