martes, enero 13, 2009

¡Te alabamos, señor! (y cogemos el metro)

Mucho se ha hablado en estos días de los dichosos autobuses ateos -si los autobuses son ateos ¿que es el metro? ¿agnostico?- y muchos han sacado los pies del tiesto, en uno u otro sentido, como sólo suele ocurrir en los asuntos que abordan de una manera tan directa la religión. Si tenemos en cuenta que la iglesia española -o al menos su conferencia episcopal- saca los pies del tiesto por cosas mucho menos llamativas, no es de extrañar que ver circular por las calles de Barcelona la leyenda "Dios no Existe" levante sabañones en el pasillos del poder episcopal patrio.
Pero de todas las esenciales verdades que se han desparramado en estos días yo me quedo con una en forma de pregunta que se resume en ¿qué quieren conseguir con ello?
La pregunta es tan acertada que pocos se la han hecho ¿que busca la Unión Española de Ateos y Librepensadores - curioso concepto desgraciadamente en desuso- con su campaña publicitaria?
La Conferencia Episcopal, con el egregio cardenal Roucco a la cabeza, se ha dado mucha prisa en afirmar que ellos no se sienten amenazados ni preocupados por la campaña. Ellos y, por ende se supone, que todos los católicos españoles Que de todos es sabido que Roucco está aquí para librar al amado pueblo católico -de esta la aún reserva espiritual de occidente- de la pesada carga del pensamiento - ¿vamos comprendiendo de donde surge el concepto de librepensador?-.
Pero que ellos no se sientan amenazados parece implicar que ese es el fin último de la campaña y por ello hay que dar gracias a dios -en la persona de Roucco, por supuesto- a que los católicos sean tan condescendientes y no perciban la amenaza.
Porque las exposiciones fotográficas en Mallorca sí amenazan y hay que prohibirlas; las representaciones de obras de Ionesco o Leo Bassi sí amenazan y hay que prohibirlas; las películas de Harry Potter sí amenazan y hay que evitar que se vean. Pero los autobuses no amenazan.
Dios no quiera que una tonelada de acero en movimiento sea una amenaza para la Conferencia Episcopal, porque entonces los católicos no podrían subir en esos autobuses y el metro de Barcelona no está para muchos trotes.
Así que, si el obejtivo no es amenazar a los pobres católicos, que no se meten con nadie y que son perseguidos en su fe por la Educación para la Ciudadania y demás inventos -que si son amenazantes y peligrosos y que fuerzan manifestaciones masivas-, ¿cual es la oculta intención de estos mensajes publicitarios?
Debería estar claro. Buscan establecer un principio legal y social. Buscan establecer que los ateos pueden hacer uso y exposición pública de sus ideas y principios sin necesidad de preocuparse por no ofender a los que creen en cualquier dios conocido o por conocer.
Para ser más exactos, buscan que quede claro que la presentación pública y el proselitismo -latinajo que viene a significar búsqueda de adeptos a una idea o creencia- no son propiedad exclusiva de los que sí creen en un dios -se llame este como se llame- y que estos no pueden tremolar el respeto a las religiones cada vez que alguien pretende convencer a los indecisos -que en todo hay indecisos, no sólo en las elecciones- de que opten por el ateismo.
Desde siempre - o al menos desde que los palios dejaron de escoltar y cobijar al dictador en sus visitas jacobeas-, la oficialidad católica ibérica ha considerado que cualquier expresión pública del ateismo e incluso del agnosticismo es una ofensa a la religión.
La iglesia española ha optado por la estrategia -con la connivencia de mucho gobierno pacato y responsable, en ocasiones- de reducir el ateismo -y no digamos el antiteismo- al ámbito de la conversación en el sofá o en el bar. Y los chicos de la Unión de Ateos y Librepensadores quieren acabar con eso.
No se puede anteponer la sensibilidad de una idea en concreto a la libertad de pensamiento -por no hablar de la de expresión- y es tan absurdo como pretender que nadie diga que el comunismo real es un fiasco y que la dictadura del proletariado no existe para no ofender a los comunistas -si es que aún queda alguno-; que el gobierno de las conciencias es imposible para no ofender a los ácratas y anarquistas -de los que siempre ha habido pocos-; o que las fluctuaciones del mercado no se regulan a si mismas y no vuelven al punto de origen para que no se vea herida la sensibilidad de los liberales y mercantilistas.
Por esa regla de tres, ellos hubieran debido callarse el hecho de que consideraban a un tal Jesús de Nazaret como la encarnación de la divinidad para no ofender la sensibilidad religiosa de los hebreos que todavía se hallan esperando un mesias entre progromo y progromo en Palestina.
La libertad del culto y el respeto a los demás cultos están bien, pero es algo que sólo es exigible por aquellos que tienen un culto o una creencia religiosa. La libertad de pensamiento y exposición pública de ese pensamiento es exible por y para todos, muy por encima del respeto -ideológico, se entiende- a los cultos vigentes.
Sin embargo, la iglesia católica española - o los que hablan por ella- ha pasado olímpicamente -uy, perdón, quise decir mesiánicamente- de respetar la libertad de pensamiento. No sólo no se puede ofender a los cultos. Tampoco se puede ofender a los que no lo tienen.
El metro de Madrid se llena todos los noviembres y dicembres de inmensos espacios publicitarios para anunciar las vigilias marianas con lemas mucho más explicitos sobre la bondad del catolicismo. Según la teoría de la libertad de culto que manejan los jerarcas eclesiales, eso significaria un insulto frontal a la libertad de pensamiento, puesto que agredería la sensibilidad de ateos y antiteistas. Pero nadie se ha quejado.
Cada mañana el aire de la m-30 madrileña o de la judería granadina se llena con las bien timbradas voces -y es un hecho incuestionable que están bien timbradas- de los mulahs entonando el grito Allah akbar - o sea, dios es grande- y eso supondría, aplicando el principio de respeto a las sensibilidades que tanto tremolan los ideólogos ultracatólicos, que el islam madrileño o granadino atenta contra aquellos que han hecho del ateismo o el antiteismo su forma de relación con lo llamado trascendente. Pero nadie se ha quejado.
Cada solsticio de invierno, las parroquias cuelgan inmensos carteles públicos en los que se leen mensajes como "Jesús es el camino", "Ha nacido el Redentor", o "Cristo es la Luz" y se nos muestran misas nocturnas vaticanas y bendiciones papales de año nuevo con cierto regusto a resaca de Lacrima Christi. Y, salvo por el hecho de que nos corten el concierto de Año Nuevo de la filarmónica de Viena, nadie hace acopio de sus derechos de pensamiento para que no se realicen esas conexiones vía satélite.
Cada pascua -esa fecha que va y viene en el calendario como si no tuviera del todo decidido cuando murió un personaje que no está muy claro que llegara a nacer- las calles se llenan de capirotes, imágenes y golpes de pecho; las televisiones se llenan de capirotes, imágenes y golpes de pecho y las marquesinas - y algún que otro autobús- se llenan de anuncios de capirótes imágenes y golpes de pecho. Y nadie sale a la calle enarbolando el respeto al pensamiento ajeno y sintiéndose agredido en su sensibilidad -salvo, en todo caso, por la continua entrada en las parrillas televisivas de La Tunica Sagrada, el filme más hediondo que se recuerda en toda la producción pseudo religiosa hollywoodiense. Y eso es más que justificable, aunque Victor Mature no lo comparta-.
Pero unos autobuses circulan con un slogan ateo y la tinta se desparrama; una organización humanitaria -Ammistía Internacional- hace un anuncio poniéndo en tela de juicio -de la forma más elegante y estética que se ha hecho hasta el momento- la tan cacareada caridad cristiana y se exige su retirada por irrespetuoso. ¿cual es la diferencia?
La diferencia se centra en ese curioso concepto del que hablamos al principio: El libre pensamiento.
A los que lo ejercen no les importa que otros también lo ejerzan. No les resulta insultante que otros, ejerciendo su libre capacidad para pensar, hayan llegado a la conclusión de que dios existe, de que tiene un hijo carpintero, de que se convierte en zarza ardiente para atosigar a un patriarca tartamudo e indeciso, de que Mahoma es su profeta, de que se ha proyectado a una relaidad superior durmiendo a la sombra de un sicomoro, de que está sentado en la pradera esperando para completar el círculo de los guerreros o de que lanza truenos y rayos sobre el mundo para proteger a los frutos de sus constantes deslizes carnales con bellas mujeres a lo largo de toda la península del Peloponeso.
Para ellos, para los que anuncían hoy en los autobuses que dios no existe, la verdad está en la libertad de pensamiento y jucicio y por tanto no les ofende que otros ejerzan su libertad de pensamiento y juicio llegando a conclusiones contrarias a las suyas. Por ello no protestan por la constante publicidad que se da al hecho religioso en todos los ámbitos de la vida pública española.
Quizás sea una posición provocadora, pero la publicidad es provocación. Esa es la tendencia actual y los que hacen publicidad hoy en día lo saben.
Quizás la posición más realista sea la de la Iglesia Evángelica -y esta va con letras mayúsculas para demostrar que hay otras iglesias en el mundo-, que se dedica a hacer contraprogramación y a presentar una campaña contraria -pero no olvidemos que los evangelistas descienden del calvinismo y eso significa comprensión total de las leyes del comercio, aunque sea de almas-.
Quizás la posición más saludable sea la de Tuzsa, la compañía de autobuses Zaragozana, que se ha negado a llevar los anuncios en sus vehículos.
Se niega, no porque sean ofensivos, sino porque, como es una empresa pública y el Ayuntamiento de Zaragoza -con el imponderable Juan Alberto Belloch a la cabeza- es una institución de gobierno de un Estado aconfesional, sus servicios no aceptan anuncios que hagan referencia a la religión ni contra un dios ni a favor de la Virgen del Pilar. No hay mayor desprecio...
Todas esas posturas no ponen en ningún momento en duda la capacidad y el derecho de los seres humanos de expresar, hacer públicas y explicar las teorías, ideologías o creencias emanadas de su libre ejercicio de pensamiento. Pero aún estan los otros.
A esos otros, los que mantienen que la verdad defendible no es el hecho de pensar, sino un pensamiento en concreto, todo les parece ofensivo. A los jerarcas eclesiastricos católicos -que no a todo católico que se arrodille y rece por el mundo- todo les resulta molesto proque todo, hasta un cartel en un autobús, les recuerda el hecho de que hay gente que pensando ha llegado a una conclusión diferente a la suya y les arroja a una realidad en la que no quieren vivir, en la que no están dispuestos a existir.
Un mundo en el que tienen que convencer y demostrar; un mundo en el que tienen que dar pruebas y ejemplo para mantener sus posiciones de fe. Un mundo en el que no se solventa todo con la expresión: Palabra de Dios.


1 comentario:

Unknown dijo...

Muy buen articulo, me siento muy identificado con los librepensadores, soy agnostico, rechazó la idea de un "dios" creador y etc., pero esto resulta muy molesto para la gente que cree fervorosamente y durante el colegio (catolico por cierto) en el que iba fui hostigado en más de una ocasión por no aceptar al "señor" en mi vida. Aún así siempre mantuve una conducta de respeto por aquellos que si creen en ""dios", pero muchos no hacen lo mismo con quienes no creemos y cuestionamos sus dogmas.
La pregunta es ¿Por qué?.
A mi me enferma la iglesia catolica, es un partido politico literalmente de alcance internacional, con distintas variantes internas, algunas de las cuales han sido condenadas por "humanizarse" como la teoria de la liberación y los jesuitas.
Ahora tengo el problema que quieren bautizar a mi hija a lo cual me opongo totalmente, dios no es bueno y jamas lo ha sido y debe ser enseñado desde pequeño para que los niños asimilen esas mentiras, es ¡horrible!, luego es más dificil aún explicarles que deben pensar por si mismos y ver que no existe un solo "dios".
Saludos, excelente blog

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