viernes, enero 30, 2009

El juez Andreu o la falsa oferta del 163 por uno

Una virtud que parece acompañar a los jueces de la Audiencia Nacional de España es la capacidad que tienen de remover las plumas y las imprentas de uno a otro lado del globo.
Eso es lo que ha hecho el juez Andreu con su querella contra los integrantes del aparato militar siraelí, por la operación de 2002 que acabó con 13 personas e hirió a 150 más.
Y no digo que acabó con 14 personas muertas. No lo hago, no porque no considere a Salah Shehadeh, líder del aparato militar de Hamás y objetivo de esa operación, una persona, sino porque el juez Andreu juzga a los mandos israelies por no haber considerado personas a las otras 163 y haber producido sus heridas y su muerte en aras de lograr la de Shehadeh.
Con esto, el señor juez ha decidio imputar al ex ministro de Defensa de Israel, Benjamín Ben-Eliezer; el jefe de la fuerza aérea, Dan Halutz; el general del mando sur del Ejército, Doron Almog; el asesor de seguridad Giora Eiland; el secretario militar del ministro, Michael Hertzog; el jefe de Estado Mayor, Moshe Ya'Alon, y Abraham Dichter, director del Servicio General de Seguridad.
En un juicio en el que el juez será español, los testigos palestinos, los acusados israelies, el abogado de la acusación chileno y el de la defensa probablemente neoyorquino. Eso si es globalización. Lo demás son medias tintas.
Y todo el mundo protesta.
Por supuesto, protesta Israel. El Estado Hebreo cuestiona que Andreu pueda enjuiciar a sus halcones de la guerra. Pero entonces se da cuenta que ellos secuestraron, juzgaron y ejecutaron a ciudadanos de otros paises que habían cometido crímenes contra ciudadanos de esos países que no eran Israel -porque, por si nos fallan las cuentas, Israel no existía durante el apojeo de la Alemania Nazi-, amparándose en que eran delitos contra la humanidad y cualquiera tenía derecho a juzgarlos.
Entonces cambian sus protestas y dicen que matar a Shehadah no puede considerarse un crimen de guerra porque era un terrorista. E ignoran el hecho de que no se les considera imputados de ese delito, sino de matar a todos los demás que no eran líderes militares de Hamás, de herir a todos los demás que no eran líderes militares de Hamás.
Pero que Israel proteste no es extraño. Más allá de la facilidad para el olvido de lo que ellos hacen que demuestran aquellos que, sin embargo, se empeñan en que nadie olvide lo que les hicieron a ellos, es lógico que protesten. También protestaron las estructuras serbias por el juicio a Milosevic; también protestaron los restos del partido Baaz por el juicio a Sadam Hussein; también protestaron el entorno y los esguidores de Pinochet por el juicio al dictador militar chileno.
Es más que probable que el proceso resulte inútil en los aspectos prácticos. Como inútil ha resultado la ofensiva israelí que ha matado a 1.300 personas -diez días después Hamás hacía volar un puesto de control fronterizo israelí y mataba a un soldado-, como inútiles se han mostrado los cohetes yihadistas -cohetes, no misiles- que no han logrado que Israel levante el cerco económico que está matando de hambre a Gaza. Pero, a diferencia de los otros dos actos inútiles, la querella aceptada por el juez Andreu es el único acto que se encamina sólo y exclusivamente a castigar a los culpables. Sin bajas añadidas, sin represalias, sin daños colaterales.
De la conjura judeo masónica al antisemitismo
La protesta del aparato de gobierno israelí se omite por obvia, pero lo que resulta más llamativo es que proteste la derecha española. Sus ideólogos y las plumas acerrimas de la más acerrima derecha de nuestro país claman contra el juicio y acusan -la originalidad no es uno de sus fuertes- al juez Andreu -e indefectiblemente al gobierno de Zapatero- de antisemitas.
Ellos, herederos del nunca suficientemente explotado concepto de conjura judeo masónica que salpico el nacional catolicismo de principio a fin; ellos, que rezan en sus iglesias el rito de Viernes Santo que solicita castigo y redención para los asesinos de Cristo -dicho expresamente en el rezo, los judíos-; ellos, que ni han pestañeado cuando su pontifice Ratzinger ha admitido dentro del redil a un obispo que niega el holocausto, ahora se levantan como abanderados del semitismo en nuestro país. ¡Lo que hay que hacer para criticar a Zapatero!, ¡si es que se tienen ganado el cielo -un cielo en el que, por cierto, no entran los judíos por su delito étnico y universal de asesinar al hijo del carpintero-!
Para defender ese antiemitismo que nos invade -como las olas de erotismo de antaño-, dicen que el juez Andreu no está respetando la el orden legal isaraelí , en el cual las acciones (leasé asesinatos) selectivas -no dice nada de las desproporcionadas- se consideran legales.
Y tienen razón. El juez Andreu no respeta esa ley al enjuiciar a los mandos israelies. Como el Tribunal de Nuremberg tampoco se respeto la ley de Trabajo y Sanidad pública de Goebbles -que los alemanes se habían dado a si mismos tras unas elecciones en las que ocho millones de ellos votaron al partido nazi - en la que se recogía abiertamente la posibilidad de discriminar, encerrar, deportar y matar a los judíos; como El Tribunal Penal Internacional no respetó las actas 114 y 119 del parlamento serbio -tambien elegido democráticamente- que dieron carta blanca a la limpieza étnica en Croacia, Bosnia y Serbia; como la Corte Marcial que juzgo a Sadam Hussein ignoró los decretos -ratificado por una parlamente salido de unas elecciones con partido único, pero elecciones- por los cuales se convertía en legal el exterminio de los kurdos dentro de suelo irakí.
A ver si al final va a resultar que no hubo holocausto porque se hizo en virtud de una ley democrática; no hubo limpieza étnica en los balcanes porque se llevó a cabo bajo el amparo de unas actas parlamentarias emitidas por un parlamento democrático; y no hubo exterminio de los cuerdos porque Sadam Husseim tenía la capacidad para emitir esos decretos según las leyes de su país.
Si Israel ha dicho en alguna de sus leyes que matar a 13 personas y herir a otras 150 no es un delito si con ello se consigue matar a un sólo terrorista -cosa que aún está por ver-, esas leyes no merecen ser respetadas porque van contra al menos 60 normas internacionales que Israel, como país democrático, se ha comprometido con su firma a cumplir.Y sus leyes no pueden alterar eso.
Y baste un ejemplo:
El Estatuto de la Corte Penal Internacional establece que "lanzar un ataque intencionadamente, a sabiendas de que causará pérdidas incidentales de vidas, lesiones a civiles o daños a bienes de carácter civil constituye un crimen de guerra". No lo yo digo yo, ni los dice Andreu -que siempre podemos ser desechados por antisemitas-. Lo dice la Corte Penal Internacional.
Con todo, puede que el proceso sea inútil, pero no lo será del todo. Hace unos días el embajador de Israel en España sacaba pecho y decía que la ofensiva demostraba que las reglas habían cambiado. Que ninguna acción violenta quedará sin respuesta. Entonces le quitaba la razón al ínclito sefardí, pero hoy tengo que darsela. El juez Andreu demuestra que estaba colmado de razón: ninguna acción violenta quedará sin respuesta, aunque esas respuestas no sirvan para evitar la acción posterior. Ni para Hamás ni para los halcones guerreros de Israel.
Pero lo que resulta más llamativo es que acusen de antisemitismo a Andreu porque -según los adalides de la enseña bicolor de Libertad Digital (dime de que presumes...)- sólo inicia esos jucios contra Israel, cuando Andreu investiga desde hace meses los asesinatos de Hutu tras la vuelta de los tutsi al poder en Ruanda y Congo; cuando otros dos jueces de la Audiencia Nacional tiene abiertos procesos contra los ex presidentes de Guatemala y El Salvador por las matanzas de jesuítas y de indios mayas; cuando la Audiencia Nacional mantiene procesos contra la mitad de la cúpula gubernamental china por los mismos delitos que se les imputan a los israelies y con las mismas excusas por parte de los encausados.
¿Es que Effraim Rios, el expresidente Cristiani, Hu jintao y la etnia Hutu forman parte de la consabida conjura judeo masónica y por eso la Audiencia Nacional las incluye dentro de su antisemitismo?
De nuevo, cuando les cambian las reglas para recordarles que una bandera o un Estado no son un parapeto para las atrocidades y para la matanza indiscriminada, recurren a la defensa de me odian por soy judío. Porque cualquier otra cosa sería admitir algo parecido a "me aborrecen porque soy un criminal" y eso sería culpa suya, no de los demás.
Y la derecha española - la que es más ultra incluso que la derecha ultra del PP- tiene que seguir esa línea porque, de otro modo, tendría que reconocer que los josues guerreros de Israel comportan de manera criminal pese a que lleven una bandera en el hombro y una supuesta ley debajo del brazo. Y ellos son los principales defensores y paladines del aborrecimiento al criminal. Cuando es vasco y nacionalista, eso sí.

jueves, enero 29, 2009

La pasividad del educador, según el Tribunal Supremo

Yo soy cuántico. Sé que es algo que la gente no suele ser y que no acostumbra a formar parte de la esencia sustancial del ser humano, pero yo, en contraposición al universo espacio temporal lineal einsteniano, soy cuántico. Tengo derecho a serlo y tengo derecho a educar en ese sólido principio sobre la naturaleza del universo a mis vástagos.
Pero ahí no acaban la cosas, además de cuántico soy Eratostenico. No, no es una enfermedad. En contra de otros que son pitagóricos o Euclidianos, yo soy eratosténico y eso significa que defiendo que la existencia empieza en la unidad -es decir, que no existe el cero- y que el meriadiano se desplaza según las estaciones. Comprendo que, para muchos, lo arcano matemático no sea fundamental en el desarrollo de su experiencia personal y vital, pero para mi lo es y La Constitución Española me garantiza el derecho a serlo.
Así que, cuando mi hija llega del colegio, la siento en un sofá y, con un gran tazón de cacao caliente, le explico los misterios del espacio y el tiempo de Plank y le inculco lo importante que es ser cuántico para el ser humano. Y los fines de semana los empleo en intentar que su pequeña mente en formación capte la maravilla vital que supone el eratosténico concepto del meridiano en movimiento y la ausencia de cero.
Pero lo que no hago es exigirle que se salte las clases de física, matemáticas y geografía del colegio para que su pobre mente no entre en contacto con la perversa realidad del universo lineal einsteniano y la matemática averroíca -y eso tampoco es una enfermedad- del cero absoluto.
Porque -como a estás alturas ya habreis descubierto- yo puedo ser sarcástico, cuántico y eratosténico, pero no soy son un fanático ilegalista pasivo.
Y exactamente eso es lo que se antoja que son aquellos aquellos que, aún hoy, siguen defendiendo, tras una sentencia del Tribunal Supremo que imposibilita el hecho, la objeción de conciencia en la materia de Educación para la Ciudadanía.
Son fanáticos porque no aportan pruebas, ni razones, sólo siguen los dictados de una jerarquía episcopal que, también sin aportar pruebas ni razones, les ha llamado a la lucha en defensa de sus principios religiosos, en contra del perverso Estado aconfesional que nos quiere conducir al, aún más perverso, laicismo.
Son ilegalistas porque, pese a la sentencia -que ha sido clara y ampliamente mayoritaria en contra de la objeción de conciencia-, estas asociaciones de supuestos padres, supuestos educadores y aún más supuestos éticos siguen llamando a la objeción, argumentando la falacia de que el Tribunal Supremo sólo ha invalidado las objeciones que se han producido hasta ahora.
Ignoran de esta manera el hecho -fundamental en toda praxis legal civilizada, incluida la canónica- de que ha invalidado esas objeciones y los motivos por los cuales fueron planteadas. Lo cual anula a priori toda objeción que se fundamente en los mismos motivos. Quizás yo podría objetar por cuántico y eratosténico, pero cualquiera de ellos que objete por católico correrá la misma suerte legal, así que el argumento es tan debil como viciado.
Y son pasivos.
Porque, pese a todos sus gritos y manifestaciones; pese a todas sus campañas y propagandas, lo único que buscan es no tener que cargar ellos con la responsabilidad que les corresponde. Lo único que hacen es exigir el derecho a su pasividad a la hora de educar a sus hijos. Su derecho a vivir en un Estado que les libre de la onerosa carga de tener que dedicar su tiempo de ocio y el tiempo libre de sus hijos a inculcarles, explicarles y ejemplarizarles su religión.
Si mi hija viene del colegio con la idea de que el universo es einstenianamente lineal yo -como buen cuántico- me veo obligado a dedicar tiempo y esfuerzo a explicarle la concepción cuántica del universo. Me veo obligado a eso y a saber de qué estoy hablando.
Pero es mucho más fácil que los niños no puedan hacer preguntas sobre la homosexualidad, sobre el origen de la existencia, sobre la organización del Estado o sobre cualquier otro elemento para que yo no me vea en la obligación de tener que explicarlo.
Y aún voy más allá y exijo que sean los colegios y los Estados los que faciliten la educación religiosa para que yo pueda seguir siendo un elemento pasivo en la educación de mis hijos y no tenga que esforzarme en absoluto en ese aspecto.
Si tanto les preocupa la educación moral de sus vástagos, llévenla directamente. Siéntense todos los días con ellos y que vean y oigan salir de su boca que los homosexuales son enfermos o pervertidos o desviados; que oigan de su propia voz que el Estado no debe ser aconfesional sino nacional católico; que escuchen de sus propias palabras que la evolución humana no existe, que somos la única especie entrópica del universo, porque estamos hechos a imagen de un dios del cual no tenemos imágenes.
Educación para la Ciudadanía es tan preocupante para estas personas de misal y creacionismo no por lo que dice, sino por lo que les obliga a decir a ellos.
Porque cuando sus hijos se den cuenta de que los homosexuales son gente normal, de que la vida empezó con los seres unicelulares, de que el mejor estado posible es aquel que no se relaciona con ninguna religión y de que la evolución de las especies es un hecho, no tendrán el parapeto de que se lo explicaron en el colegio profesores equivocados. Se girarán hacia ellos y les señalarán con el dedo por haberlos arrojado al pozo de la incultura y el falso misticismo moralista.
Y eso no puede ocurrir, porque ya se sabe que los hijos tienen que honrrar a su padre y a su madre.
Pero los padres y las madres no se enfadan ni exigen a gritos que nadie les hable a sus retoños del Estado aconfesional, de los homosexuales o del matrimonio homosexual. Eso lo hacen los fanáticos.
Los padres, los auténticos, tomán las riendas, explican lo que tienen que explicar y desmontán lo que tienen que desmontar. Que para hacer eso haga falta reflexión, perspicacia y conocimiento, no es culpa de Eduación para la Ciudadanía, es culpa de la dialéctica y la cultura. Otros dos perversos inventos de los estados laicos.
En lugar de objetar y arriesgar el futuro escolar de sus hijos, dediquense a educarles. Dediquense a ejemplificar y explicar todos esos principios contra los que dicen que atenta Educación para la Ciudadanía.
Y si esos ejemplos que dan con su carne y sus actos son acciones ilegales dentro de un Estado de derecho -como, por ejemplo, denostar y discriminar a los homosexuales o afirmar que el matrimonio homosexual no existe- y van a la cárcel por ello, no se preocupen.
Hace mucho que la reserva espiritual de occidente -o sea España- no da mártires a la causa de su dios. Sus hijos estarán orgullosos de ustedes y de su fanatismo.

miércoles, enero 28, 2009

Habla a lo grande, hazte pequeño

En estos dias, entre tanta ida y venida de los nuevos aires que alientan la Casa Blanca -aún blanca pero ya menos- y las constantes sólo venidas de la muerte en Palestina, casi tengo olvidado lo de aquí. Los parados de aquí, la economía de aquí y sobre todo a la oposición de aquí. Esa oposición que se deshace en cotilleos y espionajes internos con cargo al tesoro público -autonómico pero público-, esa oposición que casi ni aparece y que cuando lo hace se presenta con rostro desabrido, mirada perdida y expresión de confunsión general que raya en la apoplegía. Esa oposición que manda y comanda Mariano Rajoy.
El ínclito gallego está que se hace cruces y no se atreve a decir en alto casi nada -no vaya a ser que a él también le estén espiando-. Y como ocurre siempre que las cosas le van mal, mira a su alrededor y decide copiar algo.
Lo intentó con Aznar en las últimas elecciones, copiando su estilo arbitrario, autoritario y desmedido, sus postulados españolistas, su discurso del método de "España, con nostros iba bien"y la verdad es que estuvo a punto de costarle ese indeseado puesto de líder de la oposición -que, aunque indeseado, no deja de ser un puesto-.
Esta vez ha decidido copiar a lo grande. Quizás porque espere un gran resultado o porque el problema al que se enfrenta es muy grande, pero ahora Rajoy se disfraza de Obama. No es cuestión de tostarse a rayos UVA hasta adquirir una tonalidad morena, ni de cambiar los gustos cosméticos y estilísticos de su señora. Rajoy cree que con emular el discurso bastará.
Lo intenta y -como casi siempre, cuando se trata de copiar- lo consigue. Pero cuanto más grande se hace el discurso, más pequeño se hace el bueno de Mariano. Cuanto más habla a lo grande más pequeña se hace la política del PP.
Porque la política del PP, la situación del PP, no acepta grandes discursos, no los tolera como los celiacos la lactosa. Cuando Rajoy alza sus manos y mira fijamente a los presentes, con ojos encendidos y mirada perdia, y les conmina a "la unidad, pase lo que pase", Las primeras filas encogen sus hombros y miran a diestra y siniestra -más a diestra- y se preguntan asustadas "¿que va a pasar ahora?"; cuando clama al viento por la esperanza, la militancia se vuelve preocupada hacia el sitio que ocupa la espia rubia de bote y, como mal menor, sonríe sino tuerce el gesto.
Cualquier referencia que haga en su pensado, preparado y medido discurso se hace pequeña, se vuelve éfimera y bordea el ridículo, porque un partido que se espía unido no permanece unido; un partido que se acuchilla unido no permanece unido. Porque la Esperanza en el PP de hoy en día es la peor de las referencias posibles.
El PP se ha hecho pequeño porque presenta una propuesta de defensa de las lenguas oficiales del Estado -o sea, del castellano en Catalunya y Euskadi, no del euskera y el catalán en Madrid-, no para enfrentarse al gobierno, ni siquiera para enfrentarse a los gobiernos autonómicos, sino para contrarrestar el aumento de UPyD, una formación que no existía hace tres días, como quien dice, y que ahora amenaza con arrebatarles el centro. El mismo centro al que Aznar y Rajoy les han arrastrado de boquilla y no de espíritu.
Las huestes de Rajoy se han hecho pequeñas porque se encienden cuando su líder toma un discurso prestado e inaplicable del mismo modo que lo hacen cuando critica el tamaño de los carteles del Plan de Inversión Local. Porque los segundos, terceros y cuartos del partido han convertido esa formación política -si es que alguna vez no lo fue- en los pasillos del palacio de Tiberio, donde todos los pensamientos son ocultables, todas las conjuras posibles y todos los vicios utilizables contra el otro.
Asi que el ínclito Mariano, preboste de la moderación conservadora, se enfrenta a un problema que se le antojaba lejano, sino ignoto, cuando accedio a los aledaños del poder como líder de la oposición. El partido se le empequeñece por momentos, se le hace de andar por casa, se le vuelve minúsculo en los fondos y las formas, se le muda en camarilla y se le muta en algo informe que solo tiene ojos para reunir información sobre los que se sientan a su lado.
El discurso de Obama no va a cambiar eso. De nada sirve hablar a lo grande cuando todos piensan en pequeño.


martes, enero 27, 2009

Olmert, Meshaal y Obama se hacen humo en Kissufim

Un soldado israelí muere en un puesto de control en la frontera de Gaza a la altura de Kissufim.
Han hecho falta 22 días, diez militares isrelies muertos, 1.300 vidas palestinas masacradas y otras 5.000 a medio masacrar, para que las palabras del embajador de Israel en España, para que la política de los halcones de la guerra y la expasión en el Estado Hebreo, para que la locura yihadista de Hamás se conviertan en lo que siempre han sido: en humo. Para que vuelvan a ser de nuevo el vapor pernicioso que arranca las vidas de los palestinos, la tranquilidad de los hebreos y la esperanza de todos ellos.
Ha hecho falta hacer todo ese camino de sangre -algunos mantendrán que no era necesario, pero tristemente parece que sí-. Pero lo único que ha convertido en humo todos esos presupuestos y todas esas intenciones ha sido un muerto. El de hoy. El que murió depues de la muerte, el asesinato y la locura se enseñorearan de Gaza.
Y una sola muerte convierte en humo todo lo dicho por ambos. No porque sea más importante que las otras -como seguramente defenderan aquellos que se niegan a equiparar el progromo palestino con el judío-, sino porque ha demostrado que, en contra de lo que el ínclito hebreo destinado diplomaticamente en España mantenía, nada ha cambiado.
Esa sóla muerte ha transformado en fumatas rojas las arengas y los discursos israelíes que defendían que, después de la masacre -demostración de fuerza y determinación, la llamaban ellos- los terroristas de esa yihad absurda y mafiosa llamada Hamás se lo iban a pensar dos veces antes de cometer un atentado o de lanzar un cohete sobre suelo hebreo.
Los josues guerreros de Sión han empledo la sangre de 7.000 personas para escribir un mensaje sobre las jambas de las puertas de los yihadistas y estos se han negado a entenderlo, a leerlo e incluso a aceptar su existencia.
Ha convertido en humo -si es que no lo eran ya- las palabras de los líderes de Hamás y sobre todo las de su máximo responsable -o irresponsable, según se mire-Jaled Meshaal sobre su aceptación del alto el fuego, sobre su creencia en la necesidad de paz y sobre su dolor por la masacre que se comete día tras día en las tierras palestinas. Porque la muerte de ese soldado hoy en la frontera sólo lleva un mensaje por parte de Hamás.
No van a parar. No les importa el precio que la población de Gaza tenga que pagar, no les importa el dolor que ocasionen. Sólo ansían seguir en la cúspide del poder y establecer su reino de dios en oposición a la Tierra Prometida israelí.
Los fanáticos furiosos han prometido una tierra donde mane leche y miel y le han hechado la culpa de que eso no ocurra a los israelíes. Cuando les ha tocado a ellos, sólo han sabido hacer manar sangre. El único lenguaje que entiende un fanático.
Y esa muerte de ese único soldado en Kissufim ha convertido en humo la apuesta continuista de Obama, demostrando que si las cosas no cambian, simplemente irán a pero. Demostrando que repetir lo ya dicho no basta para solventar lo que esas mismas palabras no han erreglado en años. Que cambiar de lenguaje y de pregonero no supone un cambio real. Que el mensaje debe cambiar porque la situación debe cambiar.
Las 1.310 vidas -sumando palestinas e israelíes- no sirven para propiciar un cambio. Será porque los cambios políticos se deben hacer cambiando de ideas políticas -aunque parezca obvio y redundante-. El cadáver 1.311 de esta locura llamada ofensiva en Gaza ha demostrado que, pese a que unos y otros piensen que sus dioses están de por medio, los holocaustos, los sacrificios humanos -que eso es lo que significa holocausto, no se me subleve nadie- y las víctimas propiciatorias pueden ser válidas para mandar mensajes a las divinidades, pero nunca a los humanos. Enviar mensajes con sangre y muerte es propio de los dioses no de los políticos. Salvo que estos se crean dioses.
Y realmente pareciera que es así por el desprecio que unos y otros demuestran por la vida de los pobles mortales que habitan en la franja de Gaza.
Nada se puede hacer al respecto. Nada ha cambiado en Palestina salvo que, a día de hoy, hay 1.300 palestinos menos que hace 22 días. Los yihadistas no cambian, los sionistas no cambian y los muertos, por supuesto, no cambian. Ellos no pueden cambiar, los unos y los otros les han quitado la posibilidad de hacerlo.

Benedicto, Lefebvre y el ecumenismo reclutador

Hay palabras que adquieren presencia sólo con decirlas. Palabras de esas que te tienes que llenar la boca cuando las pronuncias -y no me refiero a España, como hace Rajoy-. Porque, si no lo haces, parece que las estás dicciendo mal, que no las entiendes o, lo que es más grave, que no te las crees.
Hoy hay una de esas palabras que rebota en los arcos y los ecos de estas bovedas basálticas en las que moramos los diablos escribientes. Una que parece de esas condenadas a un trabalenguas o a no salir nunca en el escatergorís. Una que trae de cabeza -y de otra parte mucho menos noble- al Papa inquisidor que les ha tocado a los católicos, en este nuevo episodio de esa ingenuidad colectiva llamada cristianismo. La palabra en cuestión es: ecumenismo.
Para Benedicto, el gran inquisidor promovido a vicario romano, el ecumenismo es un problema. Esa teoría de que las iglesias y las religiones deben acercarse, entenderse y hacer hincapié en lo que las une y no en lo que las separa, que es lo que significa el palabro en cuestión -¡Como si los que no estamos por la labor de tragar con sus misterios y sus miserias no tuvieramos suficiente con enfrentarlas de una en una!-, se le atraganta al pontífice Ratzinger como la ya mítica galletita salada en la etílica garganta presidencial de Bush.
Se le atraganta porque no se la cree pero es algo a lo que no puede renunciar. El ecumenismo es algo que, desde Juan XXIII -por no remontarnos al XXII- se le presupone al Papa, es algo que se da por sentado y por eso se tiene que tener. Es como el valor en la mili o la circuncisión en el Islam. Si no se tiene, no se es Papa.
Así que, el bueno de Ratzinger, tiene que demostrala. Y al hacerlo, al ponerse ecuménico, demuestra otras muchas cosas. Porque cuando ejerces algo que se da por sentado sólo sirve para poner de manifiesto el talante -ese que se le ha agriado ultimamente a Zapatero con los tres millones de parados- con el que lo haces, es decir, la dirección en la que prefieres hacerlo.
Está claro que alguien que tiene a Manuel Paleólogo -un emperador bizantino que odiaba a los musulmanes porque eran sus enemigos- como referente en sus discursos sobre el Islam no está por la labor de acercase a ese credo. Aunque, hoy por hoy, está claro que el islam -al menos el yihadista- no tiene intención de dejar que nadie se le acerque.
Con las cosas de esta guisa, se ve obligado a que buscar su dosis de ecumenismo de todos los domingos en otros lugares y lo intenta con el protestantismo.
Pero, como sigue sin creérselo, la vena inquisitorial se le hincha y le palpita cuando se acuerda de las tesis luteranas -colgadas, por cierto, en una universidad austriaca, como si de un insulto anticipado al pontífice inquisidor se tratara- y de estos seculares negadores del virgo santisímo. Y se le escapa aquello de que "no puede haber diálogo ecuménico sin conversión".
El albo inquisidor Ratzinger niega la mayor y no se da cuenta -o no le importa darse cuenta- porque la conversión imposibilita de manera absoluta el diálogo ecuménico.
Cuando todos forman parte de un credo idéntico no puede haber diálogo entre credos. Puede haber debate teológico, puede haber discusión litúrgica o puesta en común vivencial, pero el diálogo entre religiones se pierde con la conversión. El talante del bueno de Ratzinger se va agriando cada vez más, al tiempo que se hace evidente para todos.
Con mostrarse preocupado por los musulmanes de Gaza -para él no son palestinos, son musulmanes porque no hay nada más allá del credo religioso- no es bastante para cubrir el cupo de ecumenismo, así que para hacer su demostración pública de ese concepto, para demostrar a todos que es lo que dice ser y no lo que media humanidad -incluídos muchos católicos- sabe que es, hace su gesto ecuménico con los únicos con los que se siente a gusto haciéndolo: con los que son como él.
Levanta las excomuniones a los obispos de Lefevbre, ínclito negador de la evolución y el cambio en la Iglesia y en el credo. Lo hace porque son los únicos con los que puede mantener ese diálogo. Lo hace porque son tan fundamentalistas como él.
Podría haberlo hecho con los curas casados o con la Teología de la Liberación Pero lo hace con el cisma de Lefebvre porque con esa escisión se siente casi más cómodo que con la iglesia católica que comanda. Por que ellos no tienen en su diccionario de términos políticamente correctos la palabra ecumenismo. El Papa Ratzinger les desexcomulga -y el desexcomulgador que les desexcomulgare, buen desexcomulgador será- por lo mismo por lo que los pontífices anteriores les excomulgaron.
¿Les exige conversión previa al diálogo? No, ¿para qué? Si Benedicto, el inquisidor promovido a Papa, ya ha recomendado -de momento recomendado- a toda la iglesia la misa en latín y los cantos gragorianos -que es lo que defienden los Lefebvristas-; si Ratzinger ya ha acusado al Islam de ser una religion violenta y perversa -cosa que también cree el cisma fránces del siglo XX-; si el Papa austriaco ya ha dicho tajantemente que no hablará con nadie que no se convierta al catolicismo -que es por lo que abogaba el díscolo obispo francés-.
No es necesario exigirles la conversión a los Lefevbristas porque Ratzinguer ya está en el trabajo de convertir la iglesia católica al lefebvrismo. Eso es ecumenismo y lo demás tonterías.
Llegados a este punto, al hacer algo en lo que no cree, el ínclito Ratzinger ha demostrado aquello en lo que cree. Un club social apegado a normas medievales que sea incapaz de evolucionar. En realidad, eso es lo que ha sido siempre la iglesia -sobre todo en su aspecto más jerárquico-, pero el Papa de sonrisa taimada y talante retrógado ha dejado de avergonzarse por ello.
Si los lefebvristas son antisemitas -o niegan el holocausto, que no es lo mismo pero se le parece mucho- tampoco importa demasiado. Lo único que hacen es poner en riesgo un diálogo en el que Benedicto no cree. No hay ningún dogma católico que te obligue a hablar con los que no creen en Dios y, de paso, no hay ninguno que diga que el Holocausto judío fue real. Así que los obispos díscolos pueden pensar lo que quieran al respecto. A Ratzinger no le preocupa.
De este modo, el decimosexto de los benedictos convierte el ecumenismo -un término arcaico e impronunciable, pero con ciertas pinceladas de buen juicio intrínseco- en un mal chiste, en una paradoja imposible que exige negarse para poder producirse y, sobre todo, en un remedo medieval.
Ratzinger, levantando la excomunión a los lefebvristas, no es un papa ecúmenico. Es Bonifacio -otro insigne inquisidor pontifical- poniéndose en paz con el rey de la herética Francia -al que luego hicieron santo- para sumar más gente a la lista de sus huestes antes de empreder las cruzadas.

lunes, enero 26, 2009

El Occidente Incólume (9)

Después de unos días en los que la actualidad no le ha dado tregua a la realidad, vuelve ese intento de poner orden en mi caos de pensamiento llamado El Occidente Incólume. Y lo hace con otra de esas características de nuestro occidente que nos alejan de la posibilidad de entender el mundo que nos rodea y de entendernos a nosotros mismos.
c) El Efecto Monóculo o La Atención Concentrada.
Corría el año 1871, allá por el siglo XIX, cuando el Canciller de Hierro, Otto Von Bismark discutía con los franceses, tras derrotarles, sobre qué parte de Francia pasaría a ser alemana. Las conversaciones estaban casi terminadas –pues los vencidos militarmente rara vez oponen mucha resistencia dialéctica- cuando El Canciller se fijó en un pequeño pueblo que en el mapa quedaba en el lado francés.
Se colocó su monóculo y acercó el rostro al mapa y, tras observarlo un instante, alzó la vista y se enfrentó a la delegación francesa.
Durante los siguientes tres días estuvo golpeando el mapa con el dedo y exigiendo que ese pueblo fuera incluido dentro de los territorios del futuro Imperio Alemán del Kaiser Guillermo. Ni siquiera sus mas allegados habían oído hablar de ese enclave, pero El Canciller insistía en su extrema importancia.
Cuenta la leyenda que uno de los negociadores alemanes –que habían conseguido que Francia aceptara sin protestar perder Alsacia y Lorena- abandonó la estancia a finales del segundo día de discusiones, tremendamente indignado y profiriendo esta frase: ¿por qué le importa tanto ese villorrio, es que su monóculo le hace verlo más grande que el resto de Francia?
Esta anécdota de El Canciller de Hierro –probablemente falsa, como todas las anécdotas legendarias- nos puede servir de perfecto ejemplo para otra de las circunstancias de nuestra evolución individual y colectiva, que nos lleva a contemplar el mundo como algo que carece del significado y el sentido que nosotros queremos darle.
Como el bigotudo prohombre prusiano, nos colocamos nuestro monóculo y fijamos nuestra vista sobre detalles específicos del mapa general que es la realidad.
Sobre detalles que sólo tienen importancia para nosotros y que, en ocasiones, somos incapaces, por desidia comunicativa o por ineptitud formal, de hacer ver a los demás en la importancia que le damos.
El monóculo en el que se transforma nuestra percepción personalista del universo no nos impide contemplar el resto de la realidad, no nos aísla de ella.
La seguimos percibiendo en la periferia de nuestra visión y eso es peor que si desapareciera de nuestra vista.
Si observáramos esos aspectos engrandecidos por nuestro deseo a través de un microscopio, el mundo desaparecería por completo, la sustancia real se esfumaría, creando para nuestros sentidos un vacío que sería ocupado exclusivamente por ese detalle, esa circunstancia vital propia en la que estamos centrados.
Eso nos imposibilitaría ver más allá de los aumentos de nuestro propio egoísmo, nos reduciría a una existencia en la que sólo ese elemento vital tiene presencia, pero, precisamente por ello nos forzaría a no limitarnos a la contemplación sino a obligarnos al estudio pormenorizado de aquello que ocupa por completo nuestra visión.
Pero nuestra constante negativa de nuestras responsabilidades vitales nos hace huir de esa perspectiva. Por eso elegimos el monóculo y no el microscopio.
El monóculo nos destaca un elemento pero no nos fuerza a contemplarlo en todas sus dimensiones; no nos arroja a la pormenorización y por tanto a descubrir que se trata sólo de algo parcial.
La realidad monocular que nos creamos nos posibilita considerar importante algo que no tiene porque serlo, aislándolo de todas sus relaciones formales y materiales.
Y ¿Cuáles son nuestros villorrios de Bismark? ¿Cuáles son esas pequeñas aldeas que nos hacen poner en peligro todo el pacto que nos daría el control de las regiones más ricas de Europa?
Cualquier cosa nos sirve. Aspectos sentimentales, circunstancias afectivas, elementos sociales o familiares, presencias afectivas.
Cualquier aspecto de nuestras existencias nos es válido para elevarlo al rango de realidad monocular y mirarlo a través del ojo distorsionado que lo aumenta por encima de su entorno.
Pero, eso sí, debe ser algo nuestro, completamente nuestro y sólo nuestro.
No nos sirve una circunstancia social general, una ideología política o una creencia general. Tiene que ser algo que mantenga en movimiento nuestras dinámicas celestes unipersonales. Nuestro personalismo no nos deja destacar cualquier otra cosa. La realidad monocular no es capaz, ni puede serlo, de cambiar nuestro universo. Sólo puede reafirmarlo.
Y elegido el objetivo en el que centrar nuestro monóculo, nuestra lente magnificadora, lo centramos en él y lo observamos. Pero, como la realidad que lo circunda no desaparece, aunque se hace borrosa, nos mareamos, nos confundimos en las dimensiones, nos equivocamos en los ejes y nos aceleramos en las conclusiones.
Al contemplar una pequeña porción del plano de nuestras existencias de forma más destacada y concisa cometemos el error de aumentar exponencialmente su importancia y de dejar en penumbra todo lo que le rodea. Si nosotros lo hemos engrandecido es porque realmente es grande; si nosotros hemos fijado nuestro interés en él es porque tiene que ser importante.
Da igual lo que atestigüe la realidad general, nos es indiferente lo que puedan opinar los demás. Nuestra propia existencia persocentrista nos impide plantearnos la posibilidad de que ese no sea el centro de atención correcto.
Así que redefinimos toda la existencia, la nuestra en particular y la del mundo en general, en virtud de ese nuevo punto cardinal que descompone las rosas de los vientos de nuestros mapas vitales.
Construimos nuevas brújulas en las que el magnetismo de ese nuevo norte es irresistible, inquebrantable, incuestionable.
Nuestros villorrios de Bismark convierten nuestros monóculos en prismas que sólo permiten contemplar el mundo a través de una nueva perspectiva en la que el villorrio se encuentra en el centro del universo conocido, en la cúspide de la cadena alimenticia de nuestras importancias y prioridades.
De nuevo caemos en la desgracia pendular de acudir al extremo opuesto del error que occidente ya cometió en otro momento.
En los siglos ideológicos se pasaba todo hecho, todo acontecimiento vital por el prisma monocular de la ideología previa, aprendida o descubierta de forma original. Se era fascista en todo, socialista en todo, comunista en todo o librecambista en todo, incluso en lo que no exigía una posición ideológica previa para ser explicado.
Nuestra realidad monocular nos exige precisamente lo contrario y hasta las ideologías generales son aceptadas o rechazadas –porque pocos, muy pocos, las generan- en virtud del efecto que tienen en ese espacio vital aumentado que hemos colocado como piedra angular de nuestras existencias.
Trabajo, responsabilidades familiares, desarrollo personal, objetivos económicos, mitos sentimentales, deseos afectivos, progresiones profesionales, tendencias creativas y cualquier otra cosa se redefine y si es necesario se sacrifica en honor de una sola de ellas, de la que hayamos elegido como nuestra realidad monocular.
Y cuando vemos que la cosa no marcha porque una sola circunstancia no puede definirnos, porque no podemos convertir en unitaria la definición que Ortega y Gasset dio del yo, buscamos redefinir y destruir las ideologías previas para adaptarlas a ese punto que nuestro monóculo prusiano destaca.
Hemos perdido la capacidad de multifunción de nuestras mentes y nuestros corazones. Hemos optado por la lente de aumento en lugar de la visión de conjunto.

sábado, enero 24, 2009

La Profecía de la Obviedad, por Barack Obama

No olvidemos que el César el Romano.
No suelo citarme a mi mismo -no porque no me recuerde, sino porque considero que no merece la pena-, pero en esta ocasión lo hago en el remedo virtual del probervial "ya lo decía yo".
Obama ha demostrado que es romano. Ha tardado tres días en volver la vista al quirinal y mirar de nuevo a aquellos que le han puesto y le han de mantener en el poder; ha tardado tres días en hacer buenas las palabras de Genseric y demostrar que "Adriano, aunque sea un buen hombre, es romano".
Y lo ha hecho, como no podía ser de otro modo, con aquellos con los que puede hacerlo, con aquellos que no merecen ni la tinta ni el papel -ni desde luego el gasto militar y político- que su defensa supondría: con los ya de por si denostados palestinos.
Israel se libró por los pelos de un tirón de orejas que podía significar un cambio de política estadounidense con respecto a ese secular conflicto. Obama no se vio en la necesidad de realizar esa amonestación gracias a la acelerada retirada de Gaza y se ha mantenido en las trece que siempre ha tenido la política exterior estadounidense.
Convertirse en maestro de la obviedad desde la posción de profeta de la esperanza no es díficil. Aunque resulta redundante -y por tanto obvio-, ese peculiar arte consiste en decir obviedades.
Es obvio que Israel tiene derecho a la legítima defensa -cualquier Estado y cualquier persona lo tiene-; es obvio que Hamás tiene que reconocer el Estado de Israel y no es menos obvio que Palestina necesita una solución general y a largo plazo que vaya más allá de un alto el fuego duradero.
Todo eso lo sabemos y eso convierte a Obama en un maestro de la obviedad. Lo que la esperanza general anhelaba de su profeta era que incidiera en obviedades que hasta ahora no parecían escaparsele a nadie salvo a Estados Unidos.
Es cierto que ha comparado los ataques de Hamás con el bloqueo comercial de Gaza, cierto es que se ha mostrado dolido por las víctimas de ambos bandos; cierto es que ha anunciado que trabajará por una paz duradera, pero no ha hecho lo que ese nuevo esperanzado culto suyo demandaba y esperaba de él.
Esparaba que incidiera en la obviedad de que Israel debe reconocer un Estado Palestino pleno y con las fronteras que definió la ONU -no las que impusieron sus cañones-; que hiciera hincapié en la obviedad de que la legítima defensa no incluye la matanza indiscriminada de 1.300 personas en 19 días -y, ya que estamos, el progromo sistemático que lleva realizando con los árabes de Palestina desde 1948-; deseaba que ahondara en la obviedad de que la solución duradera pasa por la concesión a los palestinos de una patria -que ya es suya- y la puesta en práctica de un estatuto especial para Jerusalén -que, como es de todos, no debe ser de nadie-.
Pero Obama no lo ha hecho y ha demostrado que, como todo César, es romano.
Con Guantánamo y con Irak Obama ha hecho lo que tenía que hacer y nada más. Con ello ha demostrado que es un buen hombre, una persona digna y un ser humano medianamente aceptable -es decir, que está en la media de recionalidad que se les presupone a las personas y que todo político debe demostrar.
Y más Obama, puesto que, aparte de otras consideraciones, esos dos asuntos estaban destrozando la imagen pública de Estados Unidos, fomentando la venganza yihadista y perjudicando a su país en muchos otros sentidos.
La esperanza que se depositó en él no es responsabilidad suya. Cuando le ha tocado el turno a Israel no ha ejercido de persona decente, ha ejercido de César. Quizás porque sea más dificil, quizás porque su país realmente no se siente afectado ni perjudicado por esas situaciones -si no es de forma tangencial- o quizás porque se pretende asentar y para ello precisa ir equilibrando las cosas.
Ahora sólo queda por ver si esta es la cal en una política de cal y arena o si el César sólo va a ser una buena persona cuando sea sencillo serlo.

viernes, enero 23, 2009

Hamás o el síndrome yihadista de "la maté porque era mía"

Superado -al menos de momento- el último capítulo del progomo israelí en Palestina, se impone una reflexión algo sobre de lo que, habitualmente, no se habla durante las ofensivas que son ahora la política redundante hebrea en esas tierras.
Israel está matando Palestina y eso es una realidad incuestionable, pero Hamás la está rematando. Y esa realidad es tan palpable que no queda espacio para la especulación.
Hamás lleva matando Palestina desde el momento mismo de su creación, desde que el primero de los jeques visionarios y yihadistas se convirtiera en caudillo de tropas de mártiles en lugar de en lo que era hasta entonces: un benefactor que abría escuelas y hospitales y -como todo benefactor político que se precie- pasaba dinero bajo cuerda a la OLP para financiar sus actividades.
Alguien argumentará que, si pasaba dinero a la OLP -que realizaba actos violentos, de los que ahora se llaman de terrorismo-, ya entonces estaba matando Palestina. Pero quien argumente eso se equivocará de medio a medio.
El problema no se encuentra en que Hamás mantenga una guerra contra Israel -porque eso es lo que hace, ya que sus cohetes matan del mismo modo que lo hacen los misiles de Israel-. El cambio cualitativo estriba en que, cuando se convirtió en organización armada, dejó de querer una Palestina libre para anhelar una Palestina suya.
La OLP mantenía una guerra justa con los métodos a su alcance hasta que logró el objetivo deseado: un estado palestino o al menos su germen. Entonces, Al Fatah se presentó a unas elecciones y las ganó arrolladoramente, pero la OLP dejó de existir.
¿Por qué no dejó de existir Hamás y se transformó en uno de los muchos partidos religiosos musulmanes - de principio, más o menos pacíficos- como los que pululan por Libia, Irak, Jordania, Siria, Turquía o Argelia?
Que no reconozcan el Estado Hebreo es sólo una excusa -otra de las muchas que dominan los discursos por aquellas tierras-. No abandonó las armas porque las armas eran la única manera de hacer suya Palestina. Hamás nunca quiso una Palestina libre, deseó una Palestina islámica y, por ende, suya.
Por eso se entiende que Israel no sólo permitiera su existencia cuando no era más que un atisbo, sino que además la alentara, permitiéndole establecer bases de reclutamiento en sus mismas narices, madrassas de adoctrinamiento en Gaza y concediéndola derechos que no concedía a Al Fatah y mucho menos a OLP. Para Israel era la política del divide y vencerás porque, desde siempre, estuvo claro que Hamás no aceptaría la Palestina que buscaban los hombres y mujeres de Arafat.
Así que lo que Hamás está buscando es el establecimiento del sionismo inverso o del -inventándonos un término- "mecanismo". Como el Sionismo se basa en el principio de que Israel es la patria de dios y los judíos su pueblo elegido y, por tanto, el único que tiene derecho a habitar en esa tierra, el yihadismo de Hamás se fundamenta en el principio religioso de que Palestina debe ser la tierra de Alá, sólo de Alá y sólo para los hijos de Alá.
Y como Alá -al igual que Yahve- no está entre nosotros para dirigir a sus fieles con puño de hierro, ya nos ocupamos nosotros - nos llamemos Likud o Hamás- de interpretar su designios y sobre todo de ejercer su puño de hierro.
Hamás lo demuestra cada día. Lo demostró cuando tomó militar e ilegalmente el poder de una zona de Palestina, al darse cuenta que el ganar unas elecciones no les posibilita hacer que Mahoma vuelva a la montaña -o la llanura en este caso-; lo declaró abiertamente cuando deportó de los territorios que controlaba no a los judíos -que no había ninguno, que sino también lo habría hecho-, no a los extranjeros, sino a los militantes de Al Fatah; y lo explicita claramente cuando, en mitad de la ofensiva más sangrienta que las legiones hebreas han puesto en marcha en la última década, se dedica a matar a escondidas e impunemente a un centenar de militantes del partido rival, aprovechando la confusión.
Hamás, a diferencia de la OLP que nunca fue yihadista y luchó por Palestina, e incluso a diferencia de otras organizaciones yihadistas como Hezbollah o los Mártires de Al Aqsa -que dicen luchar por el Islam o por Alá- sólo lucha por ella misma. Por el poder.
Hamás está rematando Palestina porque, como todos aquellos que tienen ansía de poder, les da igual que su patria sea un cúmulo de cenizas mientras ellos sean los que gobiernan sobre las cenizas.
En Hamás hasta Alá es una excusa. No una mala interpretación, no una creencia fanática, no una intransigencia furiosa. Es simple y llanamente una excusa para acceder, controlar y perpetuar el poder sobre Palestina.
Si la guerra acabara mañana y los Palestinos consiguieran todas sus demandas -es decir, el Estado Árabe tal y como se concibió en la partición de 1947-, incluso si lograran que más allá de toda lógica razonable se les concediera la capitalidad de Jerusalén y -puestos a imaginar, todo vale- los judíos hebreos anularan la Aliyá y volvieran de nuevo a la diáspora secular que otrora les caracterizó, ocurrirían muchas cosas.
Al Fatah, por supuesto, seguiría en Palestina y gobernaría o intentaría gobernar mal o bien; Hezbollah cogería sus bártulos y buscaría otro sitio -Irak o Afganistán, por poner un ejemplo- para proceder con su yihad -según ellos defensiva, es decir, ellos acuden allí donde los fieles les necesitan-, Los Martires de Al Aqsa se disolverían, como ya estuvieron a punto de hacer hace dos años.
Pero Hamás no. Hamás seguiría empuñando el alfanje y el subfusil para imponer su particular visión de como debe ser Palestina a ojos de El Profeta -que les susurra todos los días al oído como ve las cosas, según parece-.
Y todo eso no significa que Israel no mataría Gaza -y Cisjordania, si se tercia- si no existira Hamás.
A Palestina la está matando y rematándo el mismo virus en diferentes versiones . La está matando un fanatismo religioso -disfrazado de política laica- que defiende que un dios prometió una tierra un pueblo y que sólo los hijos de judías tienen derecho a habitar y gobernar esa tierra. Y otro fanatismo religioso -que ni siquiera se disfraza-, que pretende que sólo los que creen las palabras de su profeta y los preceptos de su dios tienen derecho a habitar en cualquier tierra, la está rematando.
Ambos obvian que Palestina -o, para ponernos bíblicos, la tierra de Canaan- fue habitada por Cananeos, adoradores de Baal -descendido a los infiernos con el más musical nombre de Belial-; Filisteos, adoradores del, ahora también mi vecino infernal, Asmodeo; nabateos, grandes adoradores del vino como su dios Deusares; amorreos, que le hacían genuflexiones a una ninfómana insaciable -y lo digo porque así representaban a su diosa, Astarté-; hititas, que adoraban a una especie de hércules llamado Atrahasis -bajado a los pagos infernales con el nombre popular de Adraxas-; o Hurritas - ¿es que nadie ha escuchado referirse a las tierra bíblicas como la tierra de Ur?-.
El hecho de que todos esos dioses compartan ahora infierno -es curioso, los dioses son diferentes, pero los demonios son los mismos- indica que estaban alli mucho antes de que un grupo de pastores llegara a esas tierras con un nuevo dios llamado Jehová, cuyo nombre no podían pronunciar por respeto y cuyo rostro era una zarza ardiente. Y mucho antes de que, a finales del siglo VII, otros pastores nómadas -son curiosos los paralelismos cuando se encuentran- llegaran con otro dios invisible y el rostro de su profeta en persona.
Pero Hamás y los halcones sionistas de Israel lo obvian porque, si no lo hicieran, su mundo carecería del sentido que le quieren dar. Obvian un hecho fundamental. Ser palestino no es sinónimo de ser judío ni es sinónimo de ser musulmán. Ser palestino sólo es sinónimo de si mismo -o sea, de ser palestino- y debería ser sinónimo de ser libre.
Así que prefieren matar y rematar una tierra, en lugar de reconocer una verdad que no admite discusión: Dios no es israelita y Alá no es palestino.
Aunque ellos crean que sí. Todo es muy sencillo en la mente de cualquier fanático religioso. Se disfrace de lo que se disfrace.

jueves, enero 22, 2009

Barack Obama, el dictador tiránico que acaba antes de empezar

Hay cosas que se hacen porque se quieren hacer y hay otras que se realizan porque si no las haces nadie creerá que estás dispuesto a hacer lo que todos creen que en realidad no te atreveras a hacer. Esto es un trabalenguas -o trabaojos, si no se lee en voz alta-, pero además es lo que ha hecho Barack Obama, reciente y esperanzado presidente estadounidense. Resumiendo, en eso consiste cerrar Guantánamo.
Porque el nuevo presidente del país de la hamburguesa y las falsas nociones de geografía debe terminar antes de empezar. No se trata de un remedo del antiguo oráculo de Delfos ni nada por el estilo. Lo que debe hacer el nuevo líder de ese país donde la esperanza quiere sustituir a la avaricia es poner un punto y final.Debe concluir lo que comenzó su antecesor y por eso lo obligado es acabar con Guantánamo, con Irak y con todo aquello que Bush hijo hizo para concluir la guerra de Papá.
Los votos que ha recibido Barack Obama, las mayorías aplastantes en Congreso y Senado, la entrega incondicional de la confianza de un pueblo que no está acostumbrado a confiar -ni siquiera en su dios, aunque lo digan sus billetes-, le convierten en un nuevo tirano destinado a regir el imperio que ha sido puesto en sus manos.
Para ser exactos, le convierten en un dictador -tal y como lo entendían los romanos- y en un tirano -tal y como lo enténdían los griegos-. Es decir, en alguien que ha recibido todo el poder de forma legítima por delegación -eso era dictador- y que lo utiliza para hacer avanzar su sociedad más allá del límite que se habian impuesto los órganos habituales de gobierno -eso era tirano-. O sea que sería algo así como un dictador tiránico -suena horrible ¿no?-.
Un tirano de los griegos, de los que, como Perícles, fundaron y refundaron mil veces la democracia hasta que les salió medio bien; hasta que consiguieron convertirla en el menos malo de los sistemas posibles de gobierno-. Y la obligación de todo gobernante que se encumbre en esas condiciones es terminar antes de empezar.
Obama debe borrar todo rastro de lo que George W. Bush -el hombre de la incompetencia y las guerras de nuestros padres- hizo para llevar el mundo a donde lo quería tener; de comvertir en aire y recuerdos sus esfuerzos por hacer del mundo Améria a la fuerza y por las bravas.
Y Barack -no confundir con Barak, el israelí, el que de acabar con algo lo haría con Palestina y punto- lo hace. Ha decidido convertir a su antecesor en uno de los pocos presidentes de su país que no haya dejado legado alguno -salvo algunas toses etílicas con galletitas saladas de por medio y una cara de incpacidad manifiesta en el momento en que la guerra llegó a su país-.
La ha sumado a ese selecto -y afortunadamente reducido- club del que ya forman parte por deméritos propios Martín van Buren, deseoso de continuar a cualquier precio con la esclavitud; el arribista conspirativo Lyndon B Johnson, capaz de obedecer a aquellos que habían asesinado a su antecesor y por supuesto Thruman, capaz de reducir su mandato al hecho aislado de ordenar un holocausto nuclear cuando era absolutamente innecesario.
Pero lo importante del caso, lo que convierte a Obama en un tirano clásico -o en un dictador clásico, tan clásico casi como los heroes de la antiguedad-, es como lo hace.
Podría haber empezado por barrer la casa, por sacarla de la crisis. Podría haber entrado a saco con los números e intentar solventar los problemas de los suyos. Pero, como hiciera Pericles firmando la paz con los odiados persas; como hiciera Pompeyo firmando la paz con Egipto y con el Imperio Partho, el nuevo dictador tiránico americano empieza por los de fuera. Empieza por redefinir sus dominios ante el mundo.
Cerrar Guantanamo, proporcionar un juicio justo a los allí retenidos -lo que no garantiza que no vayan a acabar en la silla eléctica-, soltar a los inocentes y encarcelar dignamente a los culpables, supone empezar por aquellos que no le votan, que no pueden votarle y que, aunque pudieran hacerlo, nunca la votarían. Supone empezar por el principio y acabar con el axioma de que lo más importante es América - su américa, claro está- y luego el mundo.
Obama pide a los jueces militares que interrumpan los juicios sumarisimos y estos lo hacen, en reconocimiento de que es -como no lo era nadie desde Eisenhower- el auténtico dictador tiránico de Estados Unidos, que tiene derecho a demandar de todos y de todo -incluido el poder judicial militar- la colaboración absoluta para su nueva visión de la situación.
Si Guantánamo e Irak -y por supuesto la retirada acelerada en previsión de posteriores ridículos y tirones de orejas que han realizado las fuerzas israelíes en Gaza- sirven para cambiar, no la visión que el mundo tiene de Estados Unidos -que eso es sólo marketing-, sino la visión que Estados Unidos tiene del mundo, entonces ya podrá comenzar a arreglar la casa por dentro.
Que eso es lo que peor suele tener un dictador tiránico. Y si no que se lo pregunten a César o a Pericles. Que sus funerales los originaron los de dentro, no los enemigos de fuera.

La confianza bancaria o la terapia desagradecida

Aquí abajo estamos acostumbrados a los gemidos y los gritos de socorro de aquellos que no lo merecen -no olvidemos que los diablos estamos en el infierno y al infierno sólo van los malos y algún que otro despistado-. Pero a lo que no estamos tan hechos es a que esas actitudes, que se presuponen exclusivas de estas bóvedas basálticas, se ejecuten de forma impune -o depurada, si se prefiere- en los lares humanos.
Y mucho menos que las lleven a cabo instituciones enteras -las de crédito, en este caso- dirigidas, eso sí, por personas que tienen su sitio reservado por estos andurriales desde casi el momento de su concepción -porque el banquero nace, no se hace-.
Sí. Me refiero a los bancos y me explico.
Desde que estallara este fiasco mundial que se denomina crisis -como si algo fuera a cambiar realmente cuando la superemos, aquellos que lo hagan-, hemos oído a las instituciones financieras llorar, gimotear, berrear, pedir y hasta exigir, en muchos casos, inyecciones de liquidez por parte de los gobiernos. Y sus lloros y peticiones han dado resultado en la mayoría de los casos.
Cantidades mareantes de millones de euros han salido de las arcas públicas de todos los estados europeos -y no digamos del gobierno estadounidense- para ir a parar a las de las entidades financieras y de crédito. Y todo eso ¿para qué?. Según nos dicen los expertos en dinero -que por aquí abajo también hay unos cuantos-, para que la confianza vuelva, para que el dinero fluya y con eso el sistema se recupere.
Pero el dinero tiene que fluir entre los propios bancos, que han visto como muchos de ellos quiebran o no afrontan los pagos del mercado interbancario, y han perdido la confianza en ellos mismos. Así que en realidad los cientos de miles de millones de euros y de dólares son la factura psiquiátrica de la terapia de grupo más cara de la historia de la humanidad.
Aunque nosotros no hicimos los negocios arriesgados; no compramos activos tóxicos -que no son fábricas de polonio radioactivo-; no dimos créditos arriesgados para conseguir hipotecar tres veces a todo un país de buen tamaño y no compramos entidades de crédito rápido, que ahora acumulan millones de recibos impagados, tenemos que aceptar darle nuestro dinero -porque el dinero del Estado es nuestro- a las entidades de crédito para que se tumben todas en un divan comunal y recuperen el cariño y el gusto por intercambiar cromos entre ellos.
Y lo hacemos. Lo aceptamos porque nos dicen que eso es lo bueno.
Cabría esperar que las entidades financieras mostraran un poco de cortesía -el agradecimiento es algo que los banqueros no conocen y, cuando lo conocen por casualidad, hacen todo lo posible para olvidarlo- con aquellos que, por utilizar términos financieros de gran precisión, les han salvado el culo. Que no es el gobierno, ni el ministerio, ni el estados. Somos los pueblos, en este caso los españoles.
Ellos, los banqueros y sus corporaciones, aseguran que muestran esa cortesía., más se antoja que lo cortes no sólo no quita lo valiente, sino que no quita lo especulador -término de eufemismo moderno para avaro-. Porque cuando un Gobierno, en este caso el vasco, les pide ayuda para que los que sufren la crisis puedan superarla, ellos se niegan en redondo.
El Gobierno Vasco plantea pagar de su bolsillo las hipotecas de los parados que estén en situación de deshaucio, alojarlos en viviendas públicas de alquiler reducido hasta que encuentren un trabajo y luego venderles esas viviendas o que ellos adquieran otras para dejar esas libres.
Idea arriesgada, como todas las del consejero Madrazo del Gobierno Vasco, pero que demuestra que hay alguien -aunque eso sí nacionalista, antiespañol y sospechoso por tanto de terrorista- que se preocupa por aquellos que lo pasan peor.
Pero encuentra la oposición frontal de los bancos. Esos mismos bancos que lloraban y suplicaban ayuda,; esos mismos bancos a los que les hemos pagado la terapia; esos mismos bancos que han cubierto con dinero público sus agujeros de avaricia e imprevisión.
¿Se les pide a los bancos que cancelen las hipotecas, perdiendo el dinero? No. ¿Se les pide que presten dinero al Gobierno Vasco a fondo perdido para la asunción de los costes de este proyecto? Tampoco. ¿Será entonces que les demanda el ejecutivo de Euskadi que financien con créditos blandos la construcción de las viviendas públicas para alojar a los desauciados? Ni mucho menos. Lo unico que Madrazo les solicita es la renuncia por el banco o caja a cobrar el 20% del crédito pendiente de amortización, los intereses y cualquier comisión por cancelación anticipada del crédito.
No se les pide que pierdan dinero a espuertas sino que renuncien a una pírrica parte de los beneficios Puesto que la medida se aplicaría en hipotecas que no superen los 275.000 euros, su pérdida máxima -en el peor de los casos posibles en que no se haya amortizado ni un céntimo- sería de 54.000 euros y seguirían cobrando 211.000 euros más los intereses que ya hayan cobrado hasta ese momento.
Y ellos se niegan porque nadie puede pedirles que renuncien ni a un sólo céntimo de sus ganancias. Esa es la cortesía que demuestran con aquellos que han impedido que sus ganacias se redujeran a cero y sus pérdidas se incrementaran hasta el punto de ser consideradas criminales y ser pagadas en la cárcel.
Las instituciones financieras se arriesgan con el dinero de otros, se meten de cabeza en la boca del lobo de la crisis y, para que el sistema funcione, hay que evitar que se hundan. Pero ellas no reconocen -porque los gobiernos parece que sí- que sin personas no hay dinero y sin dinero no hay instituciones financieras que puedan gestionar mal sus depósitos. Así que, una vez salvadas, vuelven la espalda a aquellos que les echaron el cabo con sus impuestos para que no naufragaran y los dejan perecer entre estertores de incomprensión.
Ellos no van a aprender, pero a lo mejor esto sirve para que la próxima vez -y habrá una próxima vez- los gobiernos piensen que la mejor forma de que los ciudadanos afronten la crisis económica es sin la carga de sus hipotecas. Y la mejor forma de que no tengan esa carga es dejar que las entidades de crédito se hundan y no haya nadie para reclamar los pagos de esas hipotecas.
Y la terapia de los banqueros que se la haga el psicólogo de la institución penitenciaria en la que vayan a parar a cumplir su condena por quiebra fraudelenta. Y si no, se la haremos aquí abajo, que psicólogos y terapeutas también tenmos unos cuantos. Eso sí, dicho todo esto, con mucha cortesía.

miércoles, enero 21, 2009

Esperanza Aguirre, la espía que me cotilleó

Mientras el mundo se agita entra la esperanza de Obama y la desesperación de Gaza, los asuntos domésticos siguen siendo en España, pues eso, domésticos.
Porque no hay nada más doméstico que atisbar por la mirilla para comprobar a qué hora -y en que estado o compañía, si se tercia- llega la vecina a casa; porque no hay nada más doméstico que prácticar el noble arte de agujerear la pared del vestuario de las chicas -o de los chicos si es chica y tus hormonas te lo exigen- para captar un leve y fugaz vislumbre de su semidesnudez; porque no hay nada más doméstico que esconderse tras puertas y recodos para percibir en la lejanía los susurros de conversaciones ajenas, con el fin de poder, posteriormente, saltar frente al escuchado gritando en tono de niño de San Ildefonso: "fulanito tiene novia, fulanito tiene novia" y lanzar besitos al aire con los ojos cerrados hasta que recibes una colleja. Porque no hay nada más doméstico -y pueril, si se mira bien- que el cotilleo.
Y a eso es a lo que ahora descubrimos que se dedicaba nuestra, nunca suficientemente ponderada, Esperanza Aguirre -presidenta de la comunidad capitalina y autoproclama líder del liberalismo patrio-. A eso y a privatizar hospitales, colegios y todo servicio público que se le ponga por delante -Eso es muy liberal y ella es liberal como la que más-.
Pero hay que reconocer que lo de contratar guardias civiles -ex guardias civiles, que no quiero líos con el benemérito instituto- y ex policías para el espionaje tiene un tufillo de lo más liberal. De Gaulle era liberal y lo hacía; Pieter Botha era liberal y lo hacía y, sobre todo, Nixon era el más liberal de todos y lo hacía mucho más que cualquier otro -con miembros de la CIA, eso si, que viste más-.
Los egregios espías políticos lo hacían para salvaguardar La República -y su poder-, para que blanco siguiera siendo bueno y negro malo o para mantenerse en las más altas instancias del poder en el país más poderoso del Orbe. Es decir, lo hacían con mal gusto e ilegalidad, pero lo hacían con clase y a lo grande: espiaban a sus rivales.
Espe, nuestra doméstica Espe, lo reduce al rango de cotilleo y se dedica a intentar descubrir vergüenzas de sus propios compañeros de partido -no correligionarios, que la única liberal es ella- y espía al segundo de Ruiz Gallardón y a todo aquel que trabaje u opine en su contra -lo que para muchos sería a favor del PP y del país en general- para descubrir sus miserias y, es de suponer, que echárselas en cara.
Y no lo hace en virtud de su engordado pecunio o, si se da el caso, de el de su esposo, tan ergordado como el suyo y con visos de haber crecido a costa de las mismas arcas. Lo hace a expensas del herario público, con coches públicos y con personal -el que dirige, no el que espia o cotillea- de su gobierno.
¡Si es que hay que ahorrar! Que la multifución de los bienes públicos es la salida de la crisis -a lo mejor le da por privatizar la Policía. ¡Oye, que idea!-.
Y cuando se la pilla, ¿hace lo que De Gaulle, lo niega y saca una ley para impedirlo?, ¿hace lo que Botha, lo admite, lo somete a juicio y libera a los encarcelados de esa manera?, ¿hace lo que Nixon, lo niega, lo admite, acepta que ha mentido y dimite?
Pues no. Hace lo que sólo el PP sabe hacer tan bien como el PP. Le echa la culpa a los socialistas. Porque, como los socialistas son corruptos -por naturaleza ineherente al socialismo, se entiende-, tiene que asegurarse de que los alcaldes socialistas de su comunidad no lo sean y para eso les espía. Ella no quiere corrupción en su comunidad autónoma, por lo menos del PSOE -que la tolere en su casa ya es otra cosa, no va a poner a ex civiles a vigilar a su marido-.
No pasa por su mente que hay una Fiscalía Anticorrupción encargada de eso ante la que se pueden presentar denuncias; no recuerda que la Comunidad o el Tribunal de Cuentas pueden someter a auditoria y escrutio cualquier negocio o cuenta pública. Ella manda a sus agentes. Que una presidenta como dios manda tiene que utilizar a sus agentes.
En fin, que talantes y excusas aparte, Espe -ínclita y efímera líder del liberalismo resurgente- ha rebajado el espionaje político hasta el punto de centrarse en aquellos que acaban de perder junto con ella unas elecciones.
Por dos motivos: porque quiere mandar en un partido aunque ese partido no mande en un Estado y porque el que es espía puede dejar de serlo. Pero el cotilla nace con ello y se regocija en su naturaleza. Aunque no le sirva para nada.

Las reglas no han cambiado, embajador Schutz. ( -y mucho menos en Gaza-)

Finalizada la guerra -es decir, el actual capítulo del progromo israelí en Gaza-, vuelve a llegar la hora de la diplomacia -si es que el Estado Hebreo diferencia ambos conceptos o acepta siquiera la necesidad del segundo- Y su embajador en España, Rafael Schutz, ha iniciado la terapia del lavado de cara. No ha dicho nada sorprendente, pero eso no hace que deje de merecer respuestas.
Schutz. "Nosotros no quisimos esta guerra. Nos vimos obligados a ella. Hamás lanzó más de 8.000 cohetes contra el sur de Israel. ¿Qué país aceptaría que su población estuviera sometida a este acoso diario? La campaña no era contra los palestinos, sino contra Hamás".
Resulta curioso que, despues de 1.300 muertos y 5.350 heridos, se diga que la campaña fue contra Hamás cuando sólo se han registrado -oficialmente, que, según Israel, cualquier palestino es o puede ser de Hamás- la muerte de dos activistas públicos de esa organización terrorista.
Y la respuesta a su pregunta es obvia. Ningún país lo aceptaria, como no aceptarían ser expulsados de todas las ciudades que el derecho internacional les asignó y vivir en campos de refugiados y en territorios sometidos a un constante bloqueo económico y comercial por sus paises vecinos. Ningún pais -o pueblo, en este caso- toleraría una agresión que comenzó en 1948 por parte de Israel.
A ver si ahora los 8.000 cohetes van a tener una razón de ser desde la propia teoría del Estado Hebreo.Schutz. "Eso es pura teoría de la conspiración (que la respuesta no es proporcionada y se trata de una matanza). ¿Qué significa que la respuesta no es proporcionada? ¿Quieren que ataquemos durante ocho años, como ellos?"
Aplicando la teoría numerológica del embajador -algo a lo que, desde la cabalística son muy aficionados los judíos- los palestinos y el resto del mundo árabe -Siria, Egipto y Libano, fundamentalmente- deberían estar invadiendo y bombardeando Israel los próximos sesenta años.
Porque ese es el tiempo que Israel lleva atcándoles. Aunque suene pueril, empezó ella, no lo olvidemos, con las ciudades y pueblos palestinos robados e invadidos en 1948 , siguió con Los Altos del Golán y la Península del Sinaí, continuó con Suez, prosiguió con Beirut y el Valle de la Becah y concluye -por el momento- con Cisjordania y Gaza. Israel lleva 60 años agrediendo y se solivianta y desmelena porque Hamás ha entrado en el conflico hace ocho. Curioso.
Schutz. "En toda guerra hay bajas civiles. La OTAN ha causado muchas más en Yugoslavia o Afganistán. Hamás es cínica y utiliza como escudo a la población civil. Los palestinos deben asumir la responsabilidad de haber elegido con sus votos a una banda terrorista. Eso tiene consecuencias".
Y el embajador Israelí propondrá que también se purge y mate a la población serbia por elegir, en su dia, a sus ultranacionalistas y -eso le encantaría, seguro- a la alemana de los años treinta por encumbrar a los nazis.
Si eso es así, la población israelí puede echarse a temblar por haber dado su votos a otra banda de terroristas -aunque estos de uniforme-, que han iniciado mil enfrentamientos. Eso les convierte en objetivos lícitos o cuando menos en bajas explicables. Así que no se quejen de los cohetes.
Si se puede masacrar a los palestinos por votar a Hamás, se puede asesinar a cualguier israelí por votar a políticos beligerantes, militaristas y sionistas -en el sentido político de la palabra-.Schutz. "Admito que no somos perfectos. Pero hay que ver el odio visceral de algunos medios de comunicación (españoles). Manifestarse en defensa de valores humanos es noble, pero no vi manifestaciones por Darfur, Congo o Ruanda. Si sólo se sale a la calle cuando Israel está involucrado, el motivo no es humanitario".
Menos da una piedra. Reconocer la imperfección, viniendo de un embajador del Pueblo Elegido de dios, es un comienzo.
Pero Don Rafael lo estropea al instante. Compara la actitud de la población española ante lo sucedido en Gaza con la de Darfur, Congo o Ruanda, todos ellos genocidios reconocidos -¿pero lo de Gaza no era guerra contra el terrorismo?-.
España salió a la calle contra la invasión de Afganistán, contra la guerra de Irak e incluso contra la de Los Balcanes. En ninguna de ellas estaba implicada Israel, así que tremolar el holocausto y volver a la eterna acusación de antisemitismo no le va a servir esta vez.
España se ha demostrado antisionista, pero el sionismo no es algo conatural a la raza hebrea ni a la religión judía. No es más que un ultranacionalismo con ínfulas religiosas y mesiánicas. Y en España sabemos de sobra lo perniciosos que es el ultranacionalismo -ya sea vasco o español, no nos confundamos-.
Schutz. "Todo el fuego del Ejército israelí se ha dirigido contra objetivos de Hamás o lugares desde donde ha sido atacado. No debe sorprender que se le atacara desde la UNRWA. Ya ocurrió en el pasado. La UNRWA no es una institución ingenua. Un jefe de Hamás está a sueldo suyo y por sus escuelas han pasado muchos terroristas suicidas".
La mitad de la éltie científica nazi fue contratada por Rusia o Estados Unidos al final de la Segunda Gerra Mundial. No recuerdo que Israel los bombardeara masivamente como represalia o siquiera se planteara no mantener ralaciones diplomáticas con ellos. Lo que sí recuerdo es que localizó y secuestró -vale, detuvo ilegalmente, que suena mejor- a esos nazis y los ejecutó en Tel Aviv.
No es que sea lo ideal pero, ¿es que el Mossad ya no es lo que era y no está capacitado para hacer lo mismo en el barrio de al lado de su casa? o ¿es que ya no se quieren evitar muertes civiles?
Schutz. "El profesor Falk (el relator especial de la ONU, Richard Falk, que es judío y estadounidense mantiene que lo de Gaza ha sido un crimen contra la humanidad que debe ser juzgado y que Israel no puede estar por encima del derecho internacional) fue elegido por tener esas posiciones. Eso prueba que en algunas agencias de la ONU no hay neutralidad. Es como si, para informar sobre el País Vasco, se nombrara a un etarra. [...]"
No lo entiendo, Don Rafael, Si Falk es judío ¿no debería estar de su parte? Según su teoría, ¿no debe ser todo judío ser sionista y por tanto apoyar sus acciones?
Comparar a Falk con un etarra es como decir -manteniendo la metafora- que si Ruiz Gallardón se muestra a favor del diálogo con ETA -es un ejemplo, no se me asusten los del PP- es porque forma parte del núcleo Abertzale y ha ganado su puesto de relevancia en el PP por ese motivo.
Falk no es palestino, no vive en Gaza -¡demonios ni siquiera es árabe!- Forma parte del lobby que mas contribuye al sostenimiento de Israel en el mundo -el lobby judío estadounidense- y aún así califica lo ocurrido de genocidido. Falk no es Otegui, lo siento pero no lo es.
Y es lógico que la ONU y la comunidad internacional no se mantenga neutral. ¿cree que en Austwitz o Matthausen los judíos pedían a la comunidad internacional que se mantuviese neutral? Han aprendido.
Ya no se mantienen neutrales ante los progromos y las matanzas. Ni siquiera cuando los perpetradores son antiguas víctimas.
Schutz. "La operación militar ha puesto fin a esta situación. Este cuento, amigos y amigas, está acabado. Ninguna agresión quedará sin respuesta. Las reglas del juego han cambiado. Es bueno que el Gobierno y la opinión pública lo sepan".
Deberían cincelar la frase final del embajador en oro y colgarla en algún ministerio israelí junto con aquella de "El Estado de Israel acaba donde se establecen sus cañones". Así, cuando reciban el próximo cohete desde Libano o Gaza o el próximo atentado suicida, podrán leerla en alto mientras suenan las sirenas.
Ninguna agresión quedará sin respuesta. Ni las de 1948, ni las de 1961, ni las de 1982, ni las de 1996, ni las de 2002, ni las de ahora. Las reglas del juego no han cambiado, señor Schutz. La guerra no acaba porque a Israel le venga bien.

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