lunes, marzo 24, 2008

Hijos hipócritas de San Gelasio

Superada la Semana Santa -ínfula confesional donde las haya de una tradición pagana y una excusa para las vacaciones breves- parece que ha llegado el momento de preguntarse qué va a hacer este nuevo gobierno que nos aguarda, que debe hacer y que está realmente dispuesto a llevar a cabo.
No podría anticipar lo que está dispuesto a hacer porque no formo parte de él y no quiero pensar en lo que va a hacer porque, en cierta medida, soy amigo la decepción política y prefiero vivirla sólo cuando se produce. Pero si tuviera que expresar en una sola frase lo que debería hacer, diría que debe renunciar a la hipocresía gelasiana.
Se que suena muy filosófico, pero en definitiva, el bueno de San Gelasio eso es lo que fue, un filósofo -que en su época era sinónimo de ser teólogo- que definio una curiosa teoría llamada de Las Dos Espadas. Y a eso es a lo que debe renunciar el gobierno español. Pero claro, también tendría que renunciar a ello la sociedad española y eso es más complicado.
El Gobierno español -cualquier gobierno español- debería renunciar a ser el máximo representante de la hipocresía social que campa a sus anchas. Debería dejar de amparar a aquellos que desenvainan una espada roma y mellada para lo que les interesa y un afilado acero toledano para lo que los conviene.
- Debería dejar de jugar a la hipocresía que nos permite enviar guardias civiles a Kosovo y a Timor Occidental para garantizar una independencia no refrendada ni querida por las naciones de las que forman parte esos territorios y nos impide encontrar una fórmula política para que los vascos puedan decidir si desean una independencia o no. Si el independentismo tiene que contar con la aquiescencia de toda la nación involucrada, hay que que defenderlo aquí y en Timor. Y si no es así en el Sahara, o en Kosovo tampoco lo es en Guernika.
- Tendría que abandonar la doble espada que le permite dar miles de millones a la iglesia católica, pagar los sueldos de sus profesores, estatalizar sus fiestas, mientras se declara aconfesional y laico y pone en marcha la educación para la ciudadanía. Si se es laico y aconfesional, el Estado respeta pero no promueve las fiestas religiosas y la cabeza visible del Estado -es decir el Rey- no se vincula con ningún culto de forma pública -aunque en privado pueda hacer lo que le de la gana-. Si se es laico, cada religión se mantiene por si misma y se hace cargo de forma exclusiva de su proselitismo, sin interferir en los ámbitos educativos
- Estaría obligado a arrinconar el doble rasero que permite que el nacionalismo sea bueno en una parte de España y malo en otra. Que el nacionalismo españolista sea lógico y el vasco anacrónico. Abandonar la excusa de la violencia para no abordar los deseos y las sensibilidades nacionalistas de una buena parte de la sociedad de determinadas zonas del país.
- Debería repudiar la balanza desequilibrada que no permite matar a un culpable y si a un inocente. Si nadie debe decidir sobre la vida o la muerte de otra persona o incluso de otro animal irracional -esto último sin un motivo claro- entonces no hay excepciones. Y desde luego no lo son la irresponsabilidad ni la falta de previsión en un país con 50 métodos anticonceptivos disponibles. No se puede ser progresista defendiendo el aborto y estando en contra de la pena de muerte a la vez. O se nos permite ser dioses sobre la vida de otros o no. No hay vía intermedia. No hay dos caminos.
- Se vería en la obligación de dejar de plantear la esquizofrenia hipócrita de un sistema económico que simplemente lava la cara de la situación. Que sacraliza la existencia de dos sociedades. Una que no experimenta crisis alguna y la otra que no puede salir de ella. Una que crea a placer posibilidades especulativas y otra que las sufre sin que nadie haga algo por ella. No se puede regular el precio del pan y no el del suelo; no se puede controlar el mercado energético y no el de los alquileres. Si se protege y se controla, se hace también en lo importante, aunque un montón de protegidisimas empresas y aseguradísimos magnates pierdan dinero con ello.
- Tendría que renunciar a la doble ética que le permite imponer la paridad como sinónimo de igualdad sólo cuando esa paridad benefica a uno de los géneros; abandonar la hipocresía que le posibilita castigar la discrimanación por motivos de sexo en las empresas y las Adminsitraciones pero le deja la conciencia tranquila cuando impulsar una ley marcadamente discriminatoria por idéntico motivo -el género, quiero decir-, afirmando que eso puede ser "positivo" para la sociedad. No se discrimina o sí se descrimina. Esa es la decisión que tiene que tomar y hacerlo clara y coherentemente.
Tendria que abandonar la doctrina de San Gelasio y aplicar el afilado acero de la justicia, la igualdad y la libertad sin caer en contradicciones éticas ni en falsos equilibrios heredados de tiempos y concepciones pretéritos.
Pero no lo hara. Me temo que no lo hará.
No lo hará porque somos una sociedad gelasiana hasta la médula. Porque cada uno de nostros tenemos introducido en lo más profundo de nuestra ética esas dos armas que aplicamos de manera desigual a nuestras vidas.
Porque creemos que tenemos derecho a la intimidad y a conecer las miserias de los demás; porque estamos convencidos que nuestros derecho paternal está por encima del derecho filial de nuestros vástagos. Porque no estamos dispuestos a defender los derechos de los otros cuando ello supone renunciar a nuestros privilegios -quizás porque ni siquiera los reconocemos como privilegios y los creemos derechos inalinables-.
En definiva, porque es un gobierno demócrata que emana de la sociedad y no puede hacerlo mientras la sociedad no le obligue a hacerlo.
Para eso la sociedad tendría que cambiar radicalmente en estos años y no lo hará.
Las sociedades no cambian. Sólo se disfrazan o degeneran.

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