jueves, junio 28, 2007

Los amos del secreto

El secreto está sobrevalorado.
Siempre ha parecido, en esencia, un arma, un elemento de poder y de placer. Pero no lo es. El secreto quita mucho más de lo que otorga, pero se lo resta al que lo posee, no al que lo desconoce. Si no tienes algo no lo puedes perder.
El secreto es un arma, pero un arma defensiva. Defiende al que lo mantiene de su propia vergüenza, de su absoluta incapacidad para defender aquello que conoce y que oculta. Aquellos que utilizan el hoplos del secreto se creen a salvo y se perciben poderosos en su conocimiento, en su exclusividad.
Su existencia se les antoja diferente, elevada por encima de aquellos que no están en posesión de la información que ellos guardan cual escualídos usureros de la realidad y el conocimiento.
Pero se equivocan. La información, la realidad, la vida, se filtra por las rendijas de sus escudos, por las costuras de los zurrones en los que pretenden esconderla. Y con cada filtración, con cada gota y cada porción que se escapa del secreto, su vano poder, su supuesta supremacia y su propia existencia, se encogen hasta desaparecer. Su dignidad, su autoridad y su razón se minimizan hasta volverse tan desconocidas como el secreto que ocultan.
El secreto, hermano del silencio, es tan atronador como su pariente. No importa lo que oculte, no importa lo que niega. Importa lo que afirma. El secreto afirma miedo, miedo de ser, miedo de estar, miedo de afrontar una decisión o una actuación de la que no se está seguro y sobre todo, de la que no se está orgulloso.
El secreto no protege a los que lo ignoran, protege a los que lo conocen, pero no les defiende de la caída; no les defiende de la ira justa o injusta de los que deberían conocer ese misterio, ni siquiera les oculta de las reacciones del mundo y la realidad ante esa acción que oculta. El secreto solamente les protege de si mismos.
Un secreto opaca los espejos internos, enturbia los reflejos propios, y concede al que lo posee, al que lo atesora, la posibilidad de no sentir, durante un cierto tiempo, la imagen de sus propias acciones, de sus íntimas carencias, de sus fracasos y equivocaciones personales volverse contra él.
Pero, cuando el secreto desaparece, cuando se filtra de tal forma que debe hacerse público, cuando se desempañan los espejos, se dan cuenta de que no había nada que ocultar, de que todo su esfurzo por ocultarse de si mismos a través del misterio que guardaban ha sido baldío y ha resultado vano. Pues cuando se apartan las brumas del secretismo y la conspiración, el mismo reflejo de su persona, de su dignidad, se evapora con ellas.
El secreto es un arma, en efecto. Un arma cargada, que siempre apunta a la sien de aquellos que lo imponen.

viernes, junio 08, 2007

Vida y Vuelta

Tiempo ha que tengo abandonado este espacio demoniaco. Pero vuelvo, siempre vuelvo.
Todos volvemos y, como diría el poeta catalán, vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas.
Es de suponer que ahora tocaría hablar del fin de la tregua, de ETA, de la parodia de acusación que ha montado el abogado de la AVT en sus conclusiones definitivas en el juicio del 11-M, de la sonrisa torcida y complice de aquellos que prefieren un atentado y alcanzar el poder a no alcanzar el poder aunque no haya atentados. Es posible que ahora tocara hablar de todo eso, pero no voy a hacerlo, hoy no.
Voy a hablar de la vida. Voy a hablar de la vuelta.
Hoy, volver es un problema, como lo es pararse, como lo es pensar. Como lo es todo aquello que nos obliga a escribirnos y describirnos. No sabemos renunciar, no sabemos equivocarnos. No sabemos acabar porque no sabemos continuar. Volver es un anatema.
Pero hemos de hacerlo. Hemos de hacerlo porque hemos acostumbrado a los caminos a borrarse a nuestro paso, a desaparecer tras nuestras continuas fugas, nuestras marchas forzadas, nuestras eternas huídas hacia adelante. Aquellos que nos empeñamos en vivir hemos de volver aunque no quisieramos hacerlo porque si no el camino siempre derrota al caminante.
Y la vuelta es triste. Lo es no sólo por aquello que quisimos abandonar y de pronto se nos vuelve otra vez grande, cercano, abrasador. Lo es porque el camino recorrido hasta la vuelta se antoja absurdo, baldio, inacabado. Pero sobre todo se antoja imposible, se convierte en un horizonte de espejismos que nunca se alcanzarán, en un arco iris en el que jamás se vislumbrará el caldero de la ilusión que se encuentra en su extremo.
Volver nos convierte en guerreros sin Valhalla; en jinetes sin praderas y en falanjes sin elisios. Volver nos transforma en demonios sin infierno.
Regresamos a nosotros mismos porque no nos dejan avanzar hacia los otros. Porque nos cierran el futuro. Nos lo niegan aquellos que, por querer atisbar un tenue e ínfimo retazo de un destino posible, convierten, sin pausa pero con prisa, el presente en pasado. Nos lo ocultan aquellos que, a cambio de mapas ilegibles de islas del tesoro, intercambian los planos de los extensos reinos firmes de los que fueran reyes.
Regresamos porque alguien nos cambió Jauja de sitio; nos mudo Arcadia de posición. Nos amuralló el paraiso. Nos levantó el puente de Avalón y no nos comunicó el santo y seña.
Volvemos porque no somos Job; porque no hemos encontrado la fórmula que haga tender la espera hacia el infinito. Volvemos porque no sabemos y no podemos transformar las rapsodias y las sardas de nuestras vidas en adagios cansinos y marchas lentas. Volvemos porque el ritmo de la banda sonora de nuestras vidas se desacompasa tanto que no nos suena nuestra, que no la reconocemos, que no sabemos interpretarla y mucho menos sabemos dirigirla.
Y dejamos a aquellos que nos fuerzan a hacerlo. Los dejamos vigilando desde sus pasadas murallas. Con la mano en la frente intentando atisbar lo que ha de llegar. Buscando hacia adelante.
Los dejamos interpretando gestos de unos nuevos extraños, conociendo a los desconocidos por el temor profundo de no reconocer a los que ya conocen. Los dejamos con el cuerpo girado hacia nosotros pero el cuello torcido en nuestra contra.
En fin, algunos nos volvemos. Y lo hacemos cansados.

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