lunes, febrero 19, 2007

El tiempo apocopado

Recientemente, en uno de mis cuasi eternos viajes en el transporte público -que de tanto tiempo como estoy en él voy a terminar desgastándolo o él desgastándome a mi- me dio por pensar y tan insana actividad me llevó a una conclusión que me dejo perplejo.
No sé porqué ni porque no, llegué al convencimiento de que odio las siglas de las fechas. Si, esas colecciones de número y letra que han salido de los bingos y el nunca suficientemente ponderado juego de hundir la flota para marcar las fechas supuestamente señaladas de nuestros calendarios históricos.
Y yo, cabezota y demonio que soy, no me conformé con ese recientemente adquirido odio visceral hacia esos acrónimos temporales que se encuentran ahora tan de moda. Profundicé un poco -hacia adentro, como solía ser costumbre en mis tiempos mozos- y descubrí que, de una forma casi invisible, nos están apocopando el tiempo.
Cuando comencé a acercarme a la historia, a aquello que es digno de recordar de la actividad humana ya sea por absurdo o por sublime, el tiempo se media en siglos. Estaba El Siglo de Pericles -y eso que el buen tirano ateniense apenas ocupo un tercio largo del siglo V, El Siglo de las Luces o incluso El Siglo de Oro.
Nunca tuve muy claro si esa definición se debía a nuestras luminarias creativas y artísticas o al oro que los bucaneros de toda patente y condición dejaron almacenado bajo el mar en los pecios de la armada española, pero el caso es que había siglos.
Pero luego los tiempos se redujeron drásticamente. Podías encontrar una década que otra -Ominosa, por cierto- , algún sexenio, un par de trienios, pero nada que se acercara ni de lejos a las antiguas centurias dignas de perdurar. Era como si hubiera muchos más desechos históricos de los que deshacerse y mucho menos que conservar.
Deberíamos habernos alarmado cuando vimos que lo reseñable se convertía en estaciones, ya por debajo del escaso rango de 365 días recordables. El Invierno Ruso del pequeño general francés  por ejemplo. 
Pero aún así sonaba hermoso e importante: La Primavera de Praga ¿Cómo no va a ser recordado algo con ese nombre? Hubiera sido terrible que se la conociera de otro modo. Un imperdonable salto hacia el olvido para algo que no debía ser olvidado
¿Y que decir de El Verano del Amor? Un verano entero dedicado a tan plausible ánimo y desánimo de forma continuada.
Hubiera lucido hermoso que el apócope de nuestras memorias históricas se hubiera quedado en ese punto estacional, recordando estíos  primaveras, otoños e incluso gélidos y crudos inviernos. La II Guerra mundial hubiera sonado diferente bautizada de esta guisa con un nombre más poético como La Guerra de los Seis Otoños. Igual de inútil y cruel pero más poética.
Pero este virus reductor de la historia y los recuerdos no se detuvo ahí. Sin vacuna ninguna que lo detuviera, siguió invadiendo libros y periódicos. De los trimestres estacionales se pasó simplemente a la nomenclatura mensual. 
La Revolución de Octubre, El Mayo Francés. Un mes, un hecho. Pulcros treinta días para concretar algo importante en el calendario.
Pero ahora ya no nos queda ni eso. Nos queda un día, un solitario día que recordar, una sola jornada que hacer pasar a la historia.
Pese a espurios intentos de utilizar las semanas como periodo de apócope histórico  como La Semana Trágica de Barcelona o el amago con su Guerra de Los Seis Días -no olvidemos que "el jefe" al séptimo descansó y tampoco conviene ser, pese a saberse el pueblo elegido, mas yavheista que yahve-, lo único que parece pasar a la historia ahora son píldoras diarias definidas como un cuadrante cartesiano o un crucigrama. Así tenemos 20-N, 11-S, 11-M 30-D y un sinfín más de jornadas con nombre de carretera de circunvalación que nada dicen del contenido ni del continente histórico al que hacen referencia.
Y me pregunto si mi recién descubierta aversión a esa forma de encapsular y apocopar la historia se debe al hecho de que me he dado cuenta de que la historia cada vez es más pequeña y menos reseñable o al hecho de que nosotros,  el "homo televisensis", cada vez tenemos menos retentiva y somos incapaces de mantener en la memoria acontecimientos que se extiendan más de veinticuatro horas en el tiempo.
Espero que sea por uno de esos dos motivos. No quiera el hado que resulte que alguien o alguienes estén intentando presentar puntos inconexos del tiempo ante las multitudes para evitar que estas contextualicen los acontecimientos y les busquen una explicación y un sentido. Eso si que resultaría indignamente y desalentador.
Pero no puede ser eso, ¿verdad?

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