jueves, febrero 08, 2007

Benedicto y el sexo

Como diría aquel. Por fin llegó la cosecha.
El otrora inquisidor y ora Vicario de la Ciudad Eterna, o sea Ratziger, ya se ha puesto en contacto con su dios -mucho nos extrañaba que tanto tardara- le ha escuchado, le ha traducido y ha abierto la boca para hablar en su nombre. El resultado se ha titulado Deus caritas est, que no significa otra cosa que Dios es amor. El comentario primero que se antoja, leído apenas el primer párrafo, es otra cita cinematográfica en forma de título de nefasta producción patria: "¿Por qué le llaman amor cuando quieran decir sexo?"
Y lo quieren decir, no me lo invento. La encíclica habla del eros y el eros es el sexo. Los griegos solo entienden lo erótico como relacionado con los impulsos y contactos carnales entre dos personas. Leasé dos personas. No un hombre y una mujer. Que, para los chicos de la Hélade, hombre y hombre también los hizo y mujer y mujer también las creo -el demiurgo, digo-.
Pues, en fin, que según el inquisidor Ratizguer hay que afrontar el sexo de otra manera.

Y no se refiere a aquello del sexo procreativo, vieja teoría por la que cada arreón hormonal tiene que generar un vástago o al menos intentarlo. Por supuesto, tampoco se refiere al concepto epicureo y placentero del sexo -nunca nos habiamos hecho ilusiones a este respecto-.
El Torquemada austriaco se arremolina, se arrebata, se disfraza de Teresa de Jesús en pleno extasis y se descuelga diciendo que el sexo tiene que llevarnos a dios. Así por las buenas.
Hombre, yo diría que al cielo ya nos ha llevado a algunos y algunas -el buen sexo, por lo menos-, ¡Pero tanto como a dios! Sinceramente, mas allá de los egregios místicos iberícos, no sé yo que lívido será capaz de soportar la imagen de un señor barbudo, viejo y con mala leche en el momento máximo de la búsqueda de placer.
Va a resultar que al final el amigo Sigmud será digno de canonización por su teoría del psicoanalisis. San Freud afirma, hermanos, que todo tiene que ver con el sexo ¡hasta dios!
Pero lo que llama la atención -como siempre- es la fijación eclesial, papal y teológica con la zona subecuatorial de la anatomía humana. En cuanto alguien se viste de blanco en El Vaticano le da por pensar, hablar y elucubrar en materia de lujuria.
Tal obsesion no puede provenir, ciertamente, de dios, ente este que, en el caso de creer a las malas lenguas, debe estar bastante despegado de impulso carnal alguno ya que, cuando tuvo que proceder al único acto sexual que se le atribuye, envió a un bienparecido arcangel en su lugar.
Tampoco podría defenderse que viene de la experimentación. Se supone que tan altas postestades eclesiales llevan decádas sin arrobarse un disfrute semejante.
Lo que, según la nueva teoría papal, siginificaria, además de forma literal, que los prelados y ministros se pasan la vida sin ver a dios. Una paradoja teológica digna de estudio.
Así que parece que la única explicación plausible a tal intensidad de pensamiento sobre el acto en si es la carestía. El hambriento sueña con comida.

En cualquier caso, el nuevo rocambole teológico nos lleva a interesantes conclusiones.
Primero fue Tomás, el de Aquino, el que giró hacia lo imposible para decir que se podia llegar a dios por la razón. Y ahora el bendito Benedicto descubre a su rebaño que el sexo sirve para llegar a dios. Y eso porque dios es amor.
Benedicto critica que, en la sociedad actual, se entiende el sexo como una mercancia. Teoricamente se puede estar de acuerdo, pero contemplando el rostro y la planta del taimado vicario es lógico pensar que para él eso sea un absoluto incuestionable.
Los hay que no pueden entender el sexo sin pagar. Cuestión de experiencia.
En resumen, que todos sabemos que puede haber sexo sin amor pero es imposible mantener amor sin sexo. Quizás por eso, Benedicto diga que dios es amor cuando en realidad quiere decir sexo.
Y continua su encíclica metiéndose con Nietzche y con Marx, pero eso es un clásico. Si ya lo dijo JP2 -ese papa con siglas oscilantes entre una consola de videjuegos y una logia masónica-: "Con Descartes empezamos a estropear las cosas".
Yo hoy estaba dispuesto a hablar de fútbol -lo juro- pero ¿a quien le importa el fútbol cuando hay sexo de por medio?

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