lunes, septiembre 25, 2006

Una carta postergada


Al muy Alto y Noble Señor José María Aznar, Senescal Cesante de su Majestad el Rey de España.
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Ala os guarde.
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Me pongo en contacto con vos por medio de esta misiva que espero que mis correos hagan llegar pronto a vuestras manos, para hacer honor al compromiso que me reclamasteis recientemente en una acertada arenga a algunos de vuestros sabios y bachilleres en una universidad de esa tierra de más allá del mar que ni yo ni mi corte llegamos jamás a conocer llamada América.
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Le escribo estas líneas para recordarle que fueron varios reinos visigodos los que solicitaron la ayuda de Tarif y los califas Omeyas para afrontar la presión que sobre ellos realizaba el Rey Don Rodrigo, elegido en Toledo. Me permito escribirle estas líneas para realizar algunas preguntas como ¿No es eso lo que hace su OTAN? ¿No acude militarmente en ayuda de sus aliados, vasallos y feudatarios cuando estos lo reclaman?
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No está en mi intención, Alá lo sabe, rectificarle en nada sus palabras y haré el voto de perdón que usted tan sabiamente ha exigido más adelante. Pero se me antoja algo injusto y, en verdad, carente de la rectitud de juicio que se le supone y que ha hecho de vos un guía respetable y sabio, que haga caer sobre los hombros de aquella gente bereber, que llegara a las costas de Hispania, el peso completo de la contrición y la expiación que se debe imponer justamente por el execrable acto de pisar de forma belicosa las tierras de Hispania ¿No deberían los teutones postrarse también ante los hispanos y pedirles perdón? ¿No deberían los gobiernos de Italia realizar la misma contrición? ¿No deberían los franceses demandar de igual manera el perdón del magnánimo corazón de las gentes de Hispania?
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Al fin y al cabo, como seguramente usted en su gran erudición y sabiduría ya conocerá, Los visigodos, provenientes de las fronteras externas del imperio romano junto al Rín, entraron en las tierras de Hispania como invasores, asolaron y devastaron toda la estructura de gobierno romana y tomaron por la fuerza tierras y gobiernos que no eran suyas ¿no deberían, en buena fe, solicitar perdón por ello?
Al cabo, los romanos invadieron las tierras de Hispania para utilizarlas en su guerra contra los cartagineses, se asentaron en ella, barrieron de la faz de la tierra la resistencia íbera y lusitana, destruyeron los cultos druídicos del norte e impusieron su lengua, su ley y su cultura sobre los pobladores hispanos de estas tierras ¿no deberían entonces los gobiernos italianos sumarse a esa universal contrición y flagelar sus culpables espaldas ante vos y vuestra nación?
Nos y los nuestros no lo vimos pero nos han contado que un emperador de Francia invadió no ha mucho las tierras españolas y les impuso de rey a su hermano ¿no debería el gobierno francés solicitar vuestra gracia y misericordia por esos actos? Es más, ha llegado a nuestro oídos que vuestro actual monarca desciende de aquella dinastía que utilizó un ejército extranjero, -Los cien mil hijos de San Luis, creemos que se hacían llamar.- para imponerse y restaurarse en el trono de España. ¿No debería vuestro rey actual visitar cada hogar, cada pueblo, cada villa en peregrinación penitencial solicitando el perdón divino y humano por tan execrable acto?
No se trata con ello de eludir la reclamación que habéis realizado desde la más justa razón y desde el más profundo temor de vuestro dios. Pero las penas entre muchos se llevan mejor.
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No he de negar aqui responsabilidad alguna en los actos que se nos achacan. Antes bien, los asumo como pecador arrepentido que ha ofendido a tan alto señor por estos hechos pretéritos. Pero pondré en vuestro conocimiento algunos hechos. Cien mil hombres tomaron toda la península en dos años con una sola batalla y en una marcha triunfal. Conquistaron más de treinta ciudades y dejaron guarniciones en todas ellas. Salvo en los campos de Guadalete, en glorioso enfrentamiento de armas, no fue mostrada resistencia en prácticamente ninguna de las ciudades tomadas.
Nuestro líder de entonces, Muza, llegó con un ejercito de doscientos mil hombres desde Damasco y se fue un año después con un ejercito de doscientos mil hombres a la capital del califato de donde nunca volvió.
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Sería para mi arduo explicar como pudimos mantener nuestro dominio en contra de la voluntad de la población hispana con tan exiguo número de invasores. Y más como lo conseguimos durante ocho centurias. Debía ser la ayuda de Alá.
No cabe otra explicación. Salvo que creamos que la población hispana se convirtió al islam como antes se había convertido al arrianismo y antes al cristianismo y antes a los dioses de Roma y antes a los dioses griegos y antes a los celtas. Quizás, si se trata de pedir perdón, las gentes de Hispania deberían arrodillarse y solicitar la misericordia de todos los dioses del panteón universal por lo mudable de su fe.
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Pero, en cualquier caso, solicito perdón humildemente de las tierras y la gente de Hispania por haber llevado la horrible aritmética a sus mentes, por haber impuesto un sistema de pesos y medidas basado en los decimales, por haber impuesto el cero en las matemáticas, por haber construido y remodelado ciudades realizando algo tan absurdo como el alcantarillado, por haber creado vergeles de regadíos en tierras hasta entonces prácticamente baldías.
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Pido humildemente misericordia por haber permitido a judíos y cristianos realizar sus culto. Por haber formado sanadores y galenos en la primera facultad de medicina abierta en el mundo desde la época de los romanos. Solicito que se me perdone y me muestro absolutamente arrepentido por que hombres indeseables como el aristotélico averroes, llegaran a esta tierra de mi mano para recuperar conocimientos perdidos y denostados hasta entonces.
Reconozco mi falta y me arrepiento humildemente.
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Antes de poner fin a esta misiva, quiero también pedir perdón por otro de los actos horribles que llevamos a cabo en esa bella tierra de Hispania. Pido perdón por que cuando Almanzor perdió Granada, el último vestigio de nuestra ominosa e infame invasión, no se llevó consigo a los millones y millones de invasores que poblaban la España que, como vos perfectamente sabeis siempre ha sido católica apostólica y romana,. Solicito disculpas porque el derrotado nazarí Boabdil sólo se llevó consigo a medio millón de invasores. Entraron doscientos mil y se fueron quinientos mil ¿Los demás millones de invasores murieron en la reconquista o se convirtieron de nuevo al dios que les imponían por las armas y por la victoria? Yo no lo sé pero vos en vuestra gran sabiduría y conocimiento de los tiempos pretéritos y presentes seguro que si conocéis la respuesta a esa disyuntiva.
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Espero, con la fuerza de Ala, que estas mis disculpan os hayan sido suficientes y contribuyan en la medida de lo posible a paliar vuestra justa cólera. A las presentadas por mi se unen las de Plubio Cornelio Escipión Emiliano, primer gobernador de la Hispania Romana; las de Eurico, primer rey visigodo arriano de Hispania; las de Felipe V, primer rey Borbón de España y las de Napoleón Bonaparte y su hermanó José, Emperador de Francia y rey de España respectivamente.
Nos, esperamos que estas disculpas sean suficientes para vos y vuestra acertada reclamación de reparaciones formales por haber construido la historia de su país nación sin solicitar previamente su permiso.
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Cumplida esta noble obligación, me veo en la nada agradable tesitura de comunicarle algo que temo será menos de su agrado que lo leido hasta ahora.
En este limbo de líderes olvidados, al que seguramente vos pertenecereis con gloria por derecho propio dentro de poco tiempo, hay algunos antiguos monarcas y próceres que, seguramente sin razón alguna y sin justicia en su reclamaciones, se sienten ofendidos por las actitudes de España y exigen una reparación formal similar a esta por vuestra parte o por la de vuestro visir –o delfín como se dice en tierras cristianas- el siempre ponderado Mariano Rajoy.
Paso, muy a mi pesar, a hacer relato de las personas y los agravios.

Moctezuma Xocoyotzin, Soberano del Imperio Azteca de Méjico, .- Destrucción total de su imperio
Atahualpa, Gran Inca del Perú.- Destrucción total de su reino
Enrique II de Trastámara, rey legítimo de Portugal.- Invasión de Portugal por Isabel de Castilla.
Duque de Nemours, Gobernador de la Italia Francesa.- La invasión de la plazas francesas en Nápoles por las tropas de Gonzalo Fernández de Córdoba.
Justino de Nassau, Gobernador de Breda.- Toma y devastación de Flandes por los tercios.
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La lista es más amplia, pero el resto de los altos señores y potestades se reservan sus cuitas y demandas hasta que las disculpas hayan satisfecho a los nombrados.
Esperamos sinceramente que, al igual que Nos, toméis el ejemplo y asumáis las absurdas peticiones que nos habéis hecho llegar como obligaciones para vos.

Sin más, os dejamos en la Gracia de Alá y en espera de vuestra pronta respuesta.
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Abderraman III, Califa de Córdoba.

PD. Espero os recuperéis pronto del golpe que, ha llegado a mis oídos, habéis recibido en la cabeza recientemente y que parece que en ocasiones os nubla el juicio y os estorba en vuestras reflexiones.

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