martes, septiembre 26, 2006

Arquitectos vitalicios


Ayer acabe temprano mis quehaceres y me decidí a ver una película. Por enemsima vez escogí Matrix, pero en esta ocasión elegí Reloaded. Escogí la más floja de la trilogía y redescubrí a El Arquitecto.
Esta mañana, carente de lectura durante mi cotidiano viaje por un olvido imperdonable, atisbé por encima del hombro de una compañera de vagón. Descubrí un libro, uno de autoayuda con toda seguridad, en el cual en cada párrafo había una frase reslatada con un color diferente. El decálogo del que se ayuda a si mismo, supongo. Una de ellas me llamó la atención: Conviértete en arquitecto de tu propia vida.
No conseguí ver el título del libro. Tampoco me ha hecho falta. Soy un demonio y como tal tiendo a la perversión. Así que mi mente ha realizado la pervesión intelectual de juntar Matrix Reloaded y un libro de autoayuda. El resultado ha sido tan perverso como cabía esperar pero, al menos para mi, tristemente cierto: No hace falta un libro para eso. Hoy, hay demasiados Arquitectos de sus vidas.
Hay demasiados que se consideran El Arquitecto de sus vidas y se comportan como el hierático hasta el extremo de la repelencia personaje de los Warchosky. Demasiados han construido su sistema, un sistema impoluto, blanco y constante, que se mueve según los ritmos de una rutina secreta y apenas perceptible, de una programación sin fallo. Un sistema estable. Estable como una máquina. Estable como la muerte.
Demasiados se sientan en el centro de su sala de control y con su mando a distancia -sea un boligrafo óptico o no- se dedican a pasar por cada una de esas rutinas, de esos ritmos inocuos, de esos mecanismos de defensa y correción. Se dedican a tratar de ajustarlas a sus necesidades, a mantenerlas en los parámetros que el sistema les necesita. Se someten a sus propias exigencias pensando que así viven en su sistema. Como El Arquitecto de Matrix creen que están sometiendo la vida a sus paremetros cuando resulta ser que es el parámetro el que les somete la vida.
Se encierran en su estancia cerrada con una llave que nadie - ni el Hacedor de Llaves- posee y que ellos mismos han olvidado en que lugar han escondido y esperan que no llegue la siguiente anomalía sistémica. El cíclico recuerdo de que el sistema no es perfecto.
Saben que llegará pero ponen a todos los agentes de su sistema a buscarla para reconocerla y hacerla desaparecer antes de que llegue. Antes de que vuelva.
Temen que llegará y por ello preparan el sistema para resistir su acometida y poder reconstruirse -una vez asolada de nuevo Sión- circuito por circuito, y baldosa por baldosa, hasta que no quede recuerdo del paso y la vuelta de la anomalía.
Como El Arquitecto, esperan viviendo temerosos que regrese la anomalía sistémica Y no se dan cuenta que esa vida de espera no es la vida. Que las anomalías sistémicas de su perfecta ecuación son en realidad su único contacto con la vida.
Esperan que algo ocurra que haga por siempre perfecto su sistema, pero no salen a buscarlo más allá de su sala. Esperan que acuda a ellos como hace la anomalía de forma reiterada e indeseada. Olvidan que ocultaron al Hacedor de Llaves y que ellos tienen la única copia de la llave que abre suy cúbiculo. A veces la buscan pero olvidan que quisieron olvidar donde la habían escondido. Y cuando salen a buscarla son como El Arquitecto -¿matríco? ¿matríxico?, da igual-.
Incongruentes, pisando la hierba con sus zapatos blancos temiendo mancharse. Ajenos al paisaje, con su impoluta vestimenta, dando su mensaje con agria imperturbabilidad y volviendo cuando antes a la seguridad de su habitación en la cual no corre el viento, no brilla el sol pero todo puede verse a través de las pantallas sin miedo a topar de nuevo con la sucia anomalía sistémica que perturba su cerrado universo.
El Oráculo -glorioso personaje vital de Matrix- dice de Su Arquitecto: ¿El Arquitecto?. Nosotros no podemos ver más allá de nuestras elecciones, pero ¡Por Dios! ¡Ese hombre no puede ver más allá de ninguna elección!.
Lo que no dice El Oráculo es que hoy hay demasiados Arquitectos de sus vidas. El Arquitecto no puede ver más allá de ninguna elección porque no ha hecho ninguna elección. Su sistema no le deja.
Un día, hace poco más de un día, yo fui así. Pero una verdad, una negación y una elusión me arrojaron fuera de mi sistema. Hoy no espero ser El Arquitecto de mi vida. Dejo que la vida sea el arquitecto de mi alma.
Pero yo soy un demonio, no una pila de tres voltios.

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