martes, agosto 01, 2006

Buenas gentes, Malos tiempos


Dos de las personas que más quiero en este mundo -si, los demonios también amamos, solamente se nos condenó a no ser amados- comparten un mismo problema alérgico, una misma aversión patológica que en ocasiones les convierte en víctimas de aquellos que no sufren su misma patología: sienten auténtico terror al enfrentamiento, a la confrontación directa con cualquier persona.
Da igual que tengan razón o que estén equivocados. Da igual que estén solos o sientan el apoyo de una legión de arcángeles guerreros batiendo las alas a sus espaldas. Da igual que tengan un noventa por ciento de probabilidades de vencer y convencer o que su porcebtaje de posibilidades de derrota sean tan altas que no merezca la pena el esfuerzo. Ellos lo evitan, rehusan exponer ante sus contrincantes ocasionales o endémicos sus argumentos y dejar clara su posición.
Para un demonio como yo, que medra en el enfrentamiento, que considera que la sinceridad puede condenarte o matarte, pero siempre te hace libre, lo lógico sería que los considerase cobardes. Pero no es así. Simplemente les considero buenos seres humanos en tiempos en que la bondad no se estila.
Nunca conseguirán que el tiempo convenza a los demás de su error. Nunca conseguirán que les permitan abrir la ventana de su felicidad sin haber cerrado la puerta de un portazo de las imposiciones y exigencias de aquellos que no tienen su sentido de la bondad. Hace 20 años eran malos tiempos para la lírica. Hoy son malos tiempos para casi cualquier cosa.
Así que se ven abocados a la huída, a la desaparición a un arte cansado y repetitivo de escapismo continuo, de elusión de encuentros y elipsis temporales y espaciales que hagan que hacen que la órbita de sus vidas coincida lo menos posible con aquellos a los que evitan enfrentarse. No son cobardes: Son productos necesarios de su propia bondad.
Pero pasaron los momentos en los que el tiempo colocaba a cada uno en su lugar; pasaron los momentos en los que el que no loraba no mamaba. Ahora hay que parar el tiempo para descabalgar a los que no merecen estar en los lugares que no les corresponde,. Ahora si se quiere mamar hay que dar un puñetazo en la mesa y exigirlo como un derecho inalienable.
Pese a su adoración por lo justo y su tendencia innata a la confrotación como solución para la libertad, este demonio está en ocasiones triste porque no puede desenvainar su espada llameante para flajelar a los que dañan a esas dos personas aprovechando su excesiva capacidad para la bondad. Tampoco me quejo. Quizas por esa incapacidad para enfrontar los enfrentamientos directos él sigue siendo mi amigo y ella sigue dirigiéndome la palabra.
En cualquier caso. Si algún día os quedáis sin lugar al que huir, os quedáis sin refugio en el que practicar vuestra bondad siempre podéis acudir a mi casa. El infierno está permanentemente en jornada de puertas abiertas.

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